¿Y ahora quién eres Jack?

jack el destripador
“… Polly Nichols, Annie Chapman, Liz Stride, Kate Eddowes
y Marie Jeannette Kelly. Ustedes y su ausencia son las únicas
cosas de las que tenemos certeza. Buenas noches señoras.
Alan Moore
Para Elmer Mendoza
En su edición electrónica del 6 de septiembre, el periódico inglés Daily Mail anunció que la identidad del famoso asesino en serie conocido como Jack el Destripador, había sido establecida, una vez más, esta vez mediante pruebas de ADN.
De acuerdo con la nota, el empresario británico Russell Edwards adquirió en una subasta de 2007 un chal que se decía fue encontrado en el lugar del asesinato de Catherine Eddowes, quien fue la cuarta mujer muerta a manos del Destripador en el otoño de 1888 en el barrio londinense de Whitechapel.
El chal tenía manchas de sangre, que presuntamente pertenecía a la víctima, y su dueño dijo ser descendiente de un oficial de la policía, el sargento Amos Simpson, quien había estado presente en la escena del crimen y que más tarde solicitó a sus superiores le permitieran quedarse con él. De manera increíble, en todas las peripecias por las que pasaría el chal, incluyendo una estancia de diez años en la bodega del museo de Scotland Yard, nunca fue lavado.
Los teóricos del destripador, ripperologists en inglés, ripperólogos si me permiten el anglicismo, nunca le dieron mucha importancia al chal porque no había manera de probar su origen, ni tampoco su odisea. Por ejemplo, el libro Jack El Destripador de Miriam Rivett y Mark Whitehead (Grupo Editorial Tomo, 2010), que hace una recopilación de los hechos aceptados como ciertos dentro del caso, no hace mención del dichoso chal.
Para Russell Edwards, detective de sofá confeso, la manufactura del chal demostraba que era una prenda cara para la época, razón por la cual supuso que no le perteneció a Catherine Eddowes, quien un día antes de su muerte había empeñado sus zapatos, sino que su propietario sería el mismísimo Jack.
Convencido de la autenticidad del chal, el paso siguiente fue el análisis de las manchas de sangre. Para ello acudió al doctor finlandés Jari Louhelainen, quien es un experto en el análisis de evidencia genética obtenida de las escenas del crimen de casos antiguos, además de profesor de biología molecular en la Universidad John Moores de Liverpool.
En 2011 inició el estudio del chal. El doctor Louhelainen empleó una cámara infrarroja para establecer que las manchas en la tela no sólo eran de sangre, sino que correspondían al patrón que provoca un corte en las arterias, lo que en opinión de míster Edwards es congruente con la forma en que la señora Eddowes fue atacada por el Destripador. Además, bajo los rayos ultravioleta se descubrieron manchas de un líquido que podría ser semen.
Con la reserva y cautela características de los científicos, el doctor Louhelainen determinó que dadas las circunstancias de tiempo y conservación de la evidencia sensible, lo más pertinente sería efectuar un análisis de ADN mitocondrial, pues se preserva de mejor manera y pasa exclusivamente por la línea de ascendientes femeninos de una persona.
A partir de esta decisión se hizo imprescindible encontrar a una descendiente de Catherine Eddowes, tarea a la que se abocó Russell Edwards. Para su fortuna, en alguno de los documentales filmados sobre el asesino en serie más famoso de la historia, había aparecido una pariente, Karen Miller, quien accedió a que le fuera tomada una muestra de su ADN.
Se efectuaron seis pruebas de comparación entre la muestra proporcionada por la señora Miller y el material biológico sanguíneo encontrado en el chal. El resultado en todos los casos fue positivo. Esto demostró, al menos, que la prenda estuvo presente en el lugar del asesinato de Catherine Eddowes.
Para el estudio de las manchas de semen, Jari Louhelainen requirió la ayuda del doctor David Miller, junto a quién encontró células en estado de permitir una comparación de ADN mitocondrial.
Desde hacía tiempo, Russell Edwards sospechaba que el asesino podía ser Aaron Kominski, uno de los personajes señalados con frecuencia por los ripperólogos y por los policías investigadores del caso como el probable destripador. A ello ayudó que el análisis de fibras de la tela diera como resultado que fue fabricado en Europa del Este a principios del siglo XIX, lugar de origen del sospechoso.
De nuevo la investigación se dirigió a ubicar una descendiente femenina de Kominski. Finalmente localizaron a una familiar de la hermana del sospechoso, Matilda. Tras meses de estudios, en este año, se pudo establecer la coincidencia entre las muestras comparadas.
Para míster Edwards esto significa la solución definitiva del caso: Jack es Aaron Komisnki. A partir de este mes pueden ustedes comprar en Gran Bretaña el libro de Russell Edwards, Nombrando a Jack El Destripador.
¿Quién fue Aaron Kominski? Según el Diccionario de Asesinos de Francisco Pérez Abellán (Editorial Espasa, 2002, página 203) fue otro “… de los de la larga lista de sospechosos… un polaco llamado Kominski, que fue internado en un manicomio en 1889”.
Según nos dicen Rivett y Whitehead, Kominski había sufrido periodos de demencia durante tres años en los cuales vagaba por las calles, comiendo lo que fuera y durmiendo donde podía. Generalmente los ataques lo hacían entrar en un estado de apatía durante el cual no podía trabajar o llevar una vida normal. Los reportes médicos de su caso establecieron que no representaba peligro para otras personas. Si esta información es correcta, el sospechoso no parece encuadrar en el perfil del Destripador.
El FBI, en un estudio de 1988, consideró a Jack como un sujeto del sexo masculino, en sus años veinte, vecino de Whitechapel, soltero, sin vínculos familiares, de clase baja, solitario, sin conocimientos de anatomía o cirugía. Bajo este criterio, salvo la ausencia de lazos de familia, Kominski sí reúne las características del sospechoso.
Pero en el mundo de los ripperólogos, no todos están dispuestos a declarar cerrado el caso (http://www.casebook.org/). Citan la posible contaminación de la evidencia que pasó más de cien años sin ser preservada en forma adecuada.
Además sostienen que el ADN mitocondrial, a diferencia del ADN nuclear, no es único. Encontrar a una coincidencia de ADN mitocondrial entre dos muestras no quiere decir que una persona dejó ambos, sino que sólo un cierto porcentaje de la población podría haberlas dejado.
Pero lo más importante es el señalamiento de la necesidad de realizar pruebas independientes que confirmen los resultados de Louhelainen para poder darles valor científico.
Esto es fundamental. Sobre todo porque no es la primera ocasión que alguien cita pruebas de ADN para probar la identidad del Destripador. En 2002 la escritora de novela policial Patricia Cornwell publicó un libro en el que sostenía que Jack era el artista Walter Sickert y basó su opinión en ADN mitocondrial. Cuatro años después estos hallazgos fueron desmentidos.
¿Será Aaron Kominski el Destripador? ¿Será una mentira como aquella del diario de Jack que resultó falso como el sospechoso que proponía, Joseph Maybrick? Hoy, como hace 126 años, parece haber más destripadores que cadáveres.

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