Liberato ¿su última lucha?

Liberato Terán. La memoria negada.
Liberato Terán. La memoria negada.

La comisión encargada de promover las aportaciones económicas y gestionar los permisos para que Liberato Terán Olguín, el más distinguido de una generación de luchadores universitarios, cuente con un busto en la Plazuela Antonio Rosales, exhibe, en una comunicación reciente, la división existente en la UAS, no en contra de esa distinción, sino en un amplio espectro.
En este homenaje póstumo están siete ex rectores, desde Hugo Federico Gómez (1976-1977) hasta Gómer Monárrez (2001-2005), y más de dos centenares de universitarios, pero no están los tres últimos rectores: Héctor Melesio Cuén, Víctor Antonio Corrales y Eulogio Guerra y, por supuesto, sus fieles seguidores.
Cualquier observador de la vida universitaria podría preguntarse, ¿Por qué si en las honras fúnebres estuvieron todos dando a Liberato Terán el último  adiós, ahora con el busto se abre el panorama entre los “amigos y compañeros” y quienes con Cuén Ojeda dirigen la centenaria casa de estudios?
Recurrir al expediente de que el acto fúnebre tenía ciertas dosis de formalidad institucional que convocaba a tirios y troyanos, mientras la iniciativa de instalar una estatua busto en la Plazuela Rosales, es producto de la acción de “amigos y compañeros”, que convencidos de que la figura de Liberato Terán debe inmortalizarse en beneficio “de las futuras generaciones de estudiantes y profesores”, explica solo una parte importante de la falta de unidad en un propósito generoso con un universitario excepcional.
Quizá habría que ir un poco más allá de esas coordenadas explicativas, para situarnos en un escenario más complejo, como es el de las diferencias personales y las visiones que existen en la institución rosalina.
Es evidente que en la UAS, el patronazgo de Cuen Ojeda acabó con un principio básico de las relaciones humanas, como son muchos contactos y amistades entre quienes, en otro tiempo, trabajaron juntos en el mismo barco, aun cuando pensaban diferente.
Ahora, el dilema autoritario de estás conmigo o estás en contra de mí, ha creado un mundo binario, pues mientras unos se encuentran regocijados con el ejercicio del poder, otros se sienten lastimados y golpeados.
Vamos, no comparten la ruta trazada por la triada Cuén-Corrales-Guerra y lo vemos en muchos actos cotidianos y fallidos:
¿Cómo se sentirán los seguidores de Marco Antonio Medrano a quien nunca se le ha reconocido el triunfo en el Suntuas administrativo?
¿Cómo se sentirán los jubilados organizados que están en contra de que se les siga descontando para contribuir a un fideicomiso caracterizado por su opacidad y falta de trasparencia y que aportando, no saben cuál futuro tendrá la jubilación dinámica?
¿Cómo se sentirán los profesores de asignatura, que son el pilar docente de la institución, cuando ven que las posibilidades de conseguir una plaza definitiva dependen no de su capacidad y formación académica, sino de humillarse ante el grupo que controla la universidad?
¿Cómo se sentirán los espíritus libertarios que ven con impotencia cómo los espacios de participación frecuentemente se reducen a torneos de béisbol, concursos de belleza o tamboreadas en los espacios universitarios?
¿Cómo se sentirán aquellos críticos que ven indicadores de calidad que no corresponden con la vida cotidiana de las escuelas y facultades?
Seguramente insatisfechos, frustrados y molestos porque no están contentos con lo que sucede en la UAS.
La institución tiene una historia de luchas que han buscado quitar poder al poder, creando contrapesos, de acuerdo a la expresión que alguna vez acuñó el ex rector Jorge Guevara: “todos hemos estado con todos”, mostrando que por encima de las diferencias políticas coyunturales se privilegiaba el acuerdo. Nunca la exclusión. Esa singular forma de mantener la cohesión en la elite universitaria era el mecanismo para que la UAS, por encima de los desaciertos y errores, funcionara en un ambiente de libertad y tolerancia.
Los estudiantes y muchos de sus profesores y trabajadores, han sido protagonistas de los cambios sucedidos que le dio además un sentido popular; este ADN que permeó el discurso que no siempre se tradujo en buenas prácticas, suscitó un cambio con la llegada de Cuén Ojeda, quien siguiendo la máxima del emperador Luis XIV, «L’État, c’est moi», ha sentenciado en los hechos la UAS, c’est moi.
La crítica a esta visión patrimonialista es lo que a juicio nuestro se encuentra detrás de esta división que existe entre los convocantes y no convocantes para erigirle el busto a Liberato Terán.
Seguramente, donde se encuentre el Chuco estaría del lado de los convocantes, pues al final de cuentas, sería una más de las luchas que con otros sostuvo contra el autoritarismo y el olvido.

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