La sonrisa de Jesús Vizcarra

vizcarraSale luminoso de la penumbra política. Cámaras, micrófonos y plumas lo acechan como un hombre tentado por la mano de Dios. Su rostro florece como los campos de cempasúchil del Valle del Fuerte. La magia del poder lo seduce al saberse reconocido como empresario exitoso, invitado especial en los festejos de la Independencia en Palacio Nacional o tratado con excepcional atención por tirios y troyanos.
Cree aún en su nivel económico, lo dicho por Kevin Spacey en House of Cards, que el poder no radica en la economía sino en la política. Que al final aquella siempre depende de ésta.
Pero la política no tiene un solo camino y como instrumento de control es circunstancial; y se multiplica constantemente como un haz de luces que recorre todo el espectro de colores y tonalidades.
Lo que hoy es obscuridad mañana puede ser luz; lo que ayer fue fracaso hoy puede ser triunfo. O, mejor todavía, si es luz meridiana es destello de complicidades y oportunidades.
Entonces, la política no puede ser sino ambigua, como la piel de un camaleón. No ilumina todo el espectro, sino es mortecina y tenue, ilumina una parte del objeto ambicionado. El de la revancha o mejor todavía, el poder.
Aquello sin embargo no es para ahora. Hoy es el gozo íntimo de ser tocado, reconocido, halagado y echado para adelante por la mano del Señor.
Un rey Midas que puede convertir ausencia dolida en presencia absoluta. Nuevamente referencia pública marcada por el éxito económico pero también posible destino de dados envenenados.
Quizá, solo expiación brumosa, contra el estigma que dejó aquella pregunta sin respuesta de Malova candidato ante una concurrencia mediática arremolinada con expectativa y morbo ante la TV, la radio, las redes: ¿Es o no compadre del narcotraficante Ismael Zambada García?, hoy eso nadie lo menciona y ni de lejos lo sugiere. Es políticamente incorrecto. Agua la fiesta.
Mejor todavía, en el imaginario colectivo está vivo conjugado con esa tara mexicana que hay que estar siempre con el desvalido, el derrotado, el calumniado.
Hoy, incluso, algunos de sus antiguos detractores lo ven ya como alternativa ante la incapacidad de su partido para presentar una oferta creíble y los simples mortales se preguntan ¿y antes por qué no?
Y cuando esto sucede sin escrutinio, sin claridad, se pierde la perspectiva porque se impone el dominio de la conveniencia. Del aquí y el ahora, el pragmatismo supino, lo que de repente se olvida es que la política es juego de escenarios y posiciones. De peones y alfiles. Donde lo que es útil hoy puede ser desecho mañana. Nada permanece en el mismo lugar. Quizá por eso la política recomienda la prudencia ante el halago y la perspicacia ante la ingenuidad.
¿Qué está detrás de ese juego de luces de los reconocimientos y las invitaciones del presidente Peña, que en automático se reproduce en medios de comunicación oficiosos y redes sociales, que a su vez se multiplican en halagos, apretones de manos, parabienes y el oportunista “siempre estuve contigo”?
Algunos hablan de expresión de amistad y otros del reconocimiento por su desempeño económico, unos más de resarcimiento ante la humillación (que los otros lo leen en clave de alerta, amenaza).
Nadie lo discute, Vizcarra es un buen empresario, ejemplo de negocios exitosos, ¿Pero eso es suficiente en los juegos del poder? Quizá sí, quizá no. Y esa ambigüedad producto de los tiempos anticipados podrían hacer del señor de la carne una pantalla distractora. Un juego de luces y mensajes cifrados. Una manta protectora.
Es el preámbulo de la elección de Gobernador y hay varios que la sucesión ha puesto nerviosos. Inquietos. Sobre todo para aquellos que es su última oportunidad. Los poderosos metropolizados López y Galindo, pero también pesan la edad a Irízar y Amador. Y para Vargas, por otras circunstancias, es ahora o quizá nunca. Por edad y género está el mismísimo Vizcarra y la siempre Diva.
Pero solo uno puede ser el candidato del PRI. Nada indica que pudiera haber nuevamente una rebelión como la de 2010. Aunque nada está escrito, pero lo cierto es que Jesús Vizcarra hoy está enamorado de la política y más de los halagos precisos del poder; sabe de la capacidad de olvido en sociedades como la nuestra y que una percepción positiva se puede crear con una buena campaña de marketing. Y la va a pelear o se la van a dar. Pero, aguas, puede ser también un señuelo para ingenuos. Efímero como las sombras en la penumbra.

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