¡Javier Valdez, tres meses!

 

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¡QUIRINO CÓMPLICE! Era el grito unánime de los periodistas de Culiacán este 15 de agosto en el Palacio de Gobierno, el grito con el que reclamaban a la autoridad resultados de la investigación por el asesinato de su compañero Javier Valdez y era la protesta airada contra un silencio gubernamental, que suena y huele a complicidad e impunidad, como lamentablemente sucede con la amplísima mayoría de los más de mil homicidios dolosos que van en solo siete meses de una gestión, donde los pronósticos más complacientes auguran serán superiores a todos los gobiernos que haya habido en Sinaloa.

No es un exceso, cómo, en un estado de excesos, de casos irresueltos, un reino de injusticia e impunidad, la curva de asesinatos es ascendente, como también la de la amarga impunidad. No saben los sinaloenses cuándo volverán a ver el quiebre de muertes violentas que les permita recuperar un aliento de la tranquilidad perdida en todos estos años de violencia criminal que ha alcanzado a todos los sectores.

Un Sinaloa donde el mejor de su periodismo pueda volver a hacer su trabajo sin que la sombra de la amenaza esté presente y persiga a sus reporteros sin sosiego.

Esta semana, para no variar, una periodista del diario Noroeste recibió una amenaza de muerte para ella y su familia. Se la han dejado en la puerta de su casa y seguro la han dejado sin palabra, con la zozobra untada en la piel. Atemorizada e impotente. No obstante, ha ido a poner la denuncia ante la Fiscalía, lo que habla de su entereza, su decisión de hacer pública la amenaza.

Y eso ocurre cuando sus compañeros han decidido poner cara a los funcionarios de gobierno, exigiéndoles resultados en el caso de Javier Valdez, lo que probablemente es una indirecta: “te digo Juan para que lo escuche Pedro”.

Javier Valdez, el escritor y reportero del semanario Ríodoce, asesinado el  pasado 15 de mayo, ha provocado un gran impacto en los medios internacionales y localmente ha logrado unir a sus colegas de los distintos medios en la exigencia de justicia, sin que hasta ahora las autoridades salgan de las rutinarias y desgastadas expresiones: “Estamos trabajando, no podemos adelantar el resultado de nuestras pesquisas”.

El gremio de periodistas exige hoy que si la muerte del periodista tuvo que ver con la entrevista que Javier Valdez realizó al narcotraficante Dámaso López Núñez y hoy éste se encuentra preso, y su hijo en un acto desesperado se entregó a la DEA, es indispensable que ambos sean interrogados sobre el caso, ya que para la mayoría de ellos no hay otra hipótesis válida que no sea la del narcotráfico. Así que aquella conjetura infame de que la muerte de Javier fue para robar su coche, simplemente resultó ridícula.

El gobierno de Quirino Ordaz se encuentra contra la pared, pues se le han venido acumulando los homicidios dolosos en los pocos meses de su gobierno. Es un tema que en cualquier entrevista busca delegar e invita a hacer las preguntas al fiscal general que es “autónomo”, cuando evidentemente depende del Poder Ejecutivo, incluso éste puede  relevarlo del cargo por distintas causas, incluida por supuesto la incompetencia en la realización de sus funciones.

Y es que la recién creada Fiscalía General del Estado que vino a sustituir a la célebre Procuraduría General de Justicia del Estado, se encuentra superada por los distintos grupos del crimen organizado, y la capacidad de reacción de las fuerzas de seguridad del gobierno es limitada. Extraordinariamente limitada. Sólo acciones del centro como las que llevaron detener a Dámaso López o la entrega de su hijo, parecen dar un respiro de cinco minutos antes de que el respiro vuelva a su cauce siniestro.

No es nada sencillo. El gobernador Ordaz Coppel ha dicho y reiterado que no pactará con el crimen organizado —como si en un Estado de Derecho hubiera necesidad de aclararlo, de precisarlo, cuando resulta obvio pero de tan obvio se olvida que son las reglas del juego institucional— pero, si así fuera la constante en los gobiernos que le precedieron, el sentido de la afirmación debería ser otra, porque el mundo criminal se ha vuelto más complejo y más omnipresente y comprensivo.

Sinaloa se ha convertido en un hervidero de grupos del crimen organizado y eso lo ha demostrado una cotidianidad que va dejando cuerpos inertes por todos lados y los periodistas lo han documentado en sus medios, señalando los territorios que cada uno de ellos controla y sobre todo los efectos que tiene en la vida pública.

Esa radiografía exige entonces definir estrategias para cada una de las regiones y no como parece es la prioridad del gobierno de solo sacudirse al grupo más violento, el más perturbador y desestabilizador, el más mediático, porque si ese es el eje de la estrategia el remedio será pasajero, efímero, vamos, una bomba con relojería suiza.

En definitiva, la protesta del periodismo sinaloense y todos los actos que se celebran periódicamente en el estado,  son contra la morosidad del gobierno que huele a impunidad, no son solo por buscar justicia por la muerte de Javier Valdez que sin duda es mucho, si no por los miles de homicidios que se han cometido en el estado sin tener culpables materiales ni intelectuales, por los cientos de desaparecidos y en alguna forma por los cientos de desplazados de la violencia que sobreviven en su mayoría en las cabeceras municipales.

Vamos, por la actualidad de los temas de carne y hueso, del inolvidable Javier Valdez.

 

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