Elección para gobernador y poderes fácticos

malova

En el verano de 2010, un periodista le preguntaba a Malova sobre su independencia de los llamados poderes fácticos, es decir, aquellos personajes anclados en la economía regional. La respuesta no pudo ser más contundente. Luego de reconocer que sería absoluta, agregó que había que pagar algunas facturas.

No pasarían más que unos días para saber de qué se trataba esa nimiedad discursiva. Leonardo Nalo Félix, un empresario de la industria automotriz del norte del estado, resultaba beneficiado con la compra de 90 patrullas con un costo de 51 millones de pesos, gracias a su ahijado empresarial, quien se erigía en gobernador dando como resultado al escándalo de las “nalopatrullas”.

En la operación de compra se vieron involucrados, por el equipo de transición, Gerardo Vargas Landeros y Armando Villareal, a la postre Secretario de Gobierno y Administración y Finanzas, respectivamente, y por el equipo saliente Quirino Ordaz Coppel, quien hoy va como candidato a diputado federal por la coalición PRI-PVEM en el Distrito Octavo, correspondiente al municipio de Mazatlán.

No quedó ahí, las concesiones fueron más evidentes en la integración del Gobierno del Estado, donde convivieron desde un primer momento malovistas, panistas, perredistas, millanistas y los salidistas que la sabiduría popular calificó como “gobierno de cuotas y cuates”, que ha resultado en una hermandad de hierro, pues la amplia mayoría ha permanecido en el cargo.

Esta singular coalición gobernante tutti fruti es una mezcla de intereses políticos y económicos que serían definitivos para el gobierno de los siguientes seis años, pues han sido incapaces de dar coherencia a las políticas públicas.

La conclusión para muchos ha sido que es un gobierno que ha priorizado los negocios por encima del bien común.

Hace unos días conversando con un aspirante priista al gobierno del estado me confiaba que la operación estaba en marcha y miembros de los poderes fácticos empresariales ya se estaban reuniendo para ir haciendo amarres con los que tienen mayores posibilidades de ser nominados como candidatos.  No hay, a decir de este político, nada nuevo. Conocer su ideario y concepción que tiene cada uno de ellos sobre los problemas y posibles soluciones del estado.

No es una convocatoria desinteresada, lo saben unos y otros. Ya se ha hecho una práctica rutinaria que los empresarios —un poder no electo, tan influyente como se lo permitan los políticos— busquen influir en las nominaciones partidarias de quienes tienen mayores posibilidades de éxito. Se trata de brindar apoyos diversos para favorecer un triunfo y luego ser parte del reparto de posiciones políticas. El voto en esa lógica tiende volverse un recuerdo y una estadística de los organismos electorales.

Entonces, estamos lejos de la correspondencia del voto con un programa político, con unas políticas públicas, más bien estamos ante la política como negocio. Donde unos y otros son comerciantes que compran posiciones e influencia en las decisiones de gobierno.

Una concepción de la democracia absolutamente utilitaria que exhibe la pobreza de las instituciones representativas. Que está visto no pueden ni quieren hacer mucho.  Se ha vuelto una suerte de modus operandi de la política en tiempos neoliberales. Todo es negocio.

Y, bueno, justamente esa encrucijada es lo que define el carácter de las elecciones de este año. Sea en el ámbito federal o en los límites de los estados con elecciones concurrentes. Los grandes partidos y sus aliados están metidos en esas coordenadas y algunos de los pequeños buscan su nicho electoral con un discurso que busca alejarse del otro. Reivindicando derechos ciudadanos y la justicia social. Un discurso frecuentemente elocuente pero marginal y convenenciero para la obtención de votos incautos.

Entonces, la democracia mexicana contra todos los discursos positivos que vemos en los mensajes del INE y sus congéneres estatales, tribunales electorales, partidos y los hombres y mujeres del espectáculo metidos a la política, lo que está mostrando es que esta expresión de libertad está mediada por los negocios y sus agentes económicos.

¿Qué hacer para devolver al pueblo lo que es del pueblo?, hay quienes dicen que no votando, votando a los independientes o los candidatos de los partidos de nuevo cuño, en fin las respuestas son múltiples pero una sola realidad: la de la política de los llamados poderes fácticos y los políticos neoliberales donde cada uno de los ciudadanos tomara su propia decisión.

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