El fin de la guerra fría gringo-cubana

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A la memoria del Profesor Elías Miranda
Uno de los acetatos más preciados que conservo es el de la Segunda Declaración de la Habana. Un largo discurso emotivo de Fidel Castro que pronunció en la Plaza de la Revolución el 4 de febrero de 1962. En esa plaza, Fidel estuvo acompañado de una parte de la plana mayor de los miembros del Movimiento 26 de Julio, que había bajado de la Sierra Maestra para tomar La Habana el 1 de enero de 1959.
Fue un discurso intenso que transitaría del nacionalismo revolucionario que caracterizaba al Movimiento 26 de Julio, a la declaración de que Cuba construiría el socialismo. Esto provocó una ruptura entre los revolucionarios cubanos que habían coincidido en el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista.
Por un lado estaban quienes le apostaban a un gobierno nacionalista y antiimperialista, muy al estilo del que había impulsado el General Lázaro Cárdenas en México y el General Juan Domingo Perón en la Argentina, y quienes veían la posibilidad de establecer la primera sociedad socialista en América latina.
La máxima de Fidel Castro “todo dentro de la revolución, nada fuera de la revolución”, representó todo un programa político hasta el día de hoy, con muchos excesos autoritarios que alejó a muchos que simpatizaban con la revolución cubana.
Carlo Franqui, uno de los miembros del 26 de Julio y también escritor, publicó en los ya lejanos años setenta un libro muy revelador: Retrato de Fidel con familia, con una portada que recuerda los tiempos de José Stalin. En la foto primero aparece Fidel con dos personajes y en otra solo aparece él y uno de ellos. Uno había sido borrado y con ese borrón de la historia oficial.
Lo mismo ocurrió en la URSS, donde León Trotsky y los miembros de la oposición de Izquierda, pese a que habían prestado grandes servicios a la Revolución de Octubre, desaparecieron no solo de las fotos oficiales sino de la historia.
Ciertamente, los tiempos eran difíciles, luego del desembarco contrarrevolucionario en Playa Girón en Bahía de Cochinos, el 15 de abril de 1961 y el bloqueo económico estadounidense. Sin embargo, hay que recordarlo, las dificultades sirvieron para sacudirse aquellos elementos que estorbaban a la revolución y rechazaban el acercamiento de Fidel con los soviéticos, entre ellos Camilo Cienfuegos y el propio Che Guevara.
Y no solo los nacionalistas revolucionarios, sino todos aquellos que, de dentro y fuera, sostenían posturas políticas críticas hacia la URSS, como fue el caso de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, quienes estuvieron en Cuba con el fin de ayudar en materia de educación.
Aun cuando era grande el prestigio de los intelectuales franceses, no pudieron hacerlo y tuvieron que salir de la isla. Luego vendría el exilio de intelectuales como el propio Franqui, Cabrera Infante…
El 1 de enero de 2015 se cumplirán 56 años del triunfo de la revolución y prácticamente el mismo tiempo de la ruptura de las relaciones gringo-cubanas. El contacto de Barack Obama con Raúl Castro, con la intermediación del Papa Francisco, ha hecho posible una vía para el restablecimiento de las relaciones entre ambos países. Ocurre 25 años después de la caída del Muro de Berlín, considerado equivocadamente emblema del fin de la guerra fría, que si bien vale para Europa, no lo es para Cuba y quizá tampoco para Corea del Norte.
Para que este acercamiento haya sucedido, debió de haber, además de un demócrata en la Presidencia de los Estados Unidos, algunas señales de apertura en la isla. Recordemos que con la llegada de Raúl Castro se dio una ligera apertura económica y en la Unión Americana se dio un relevo generacional en la comunidad cubana.
No hace mucho tiempo murió Huber Matos, el más representativo del exilio y antes muchos de sus correligionarios. Hoy los hijos y nietos de estos “luchadores de la libertad” están en otro mundo. Alejados de la nostalgia del regreso de sus viejos.
Son norteamericanos y la mayoría de ellos goza o sufre lo que ofrece su país. En Cuba sucede lo mismo, los viejos revolucionarios han muertos y entre la juventud la ortodoxia comunista está permeada por los valores occidentales. Y si a eso le agregamos los problemas económicos, la apuesta al menos de los cubanos, es aprovechar sin perder identidad revolucionaria, los beneficios que otorga la globalización. Una muestra de buena voluntad seguramente será la liberación de los presos políticos de ambos países.
Los cubanos deberán hacer un gesto de que respetan los derechos, su principal déficit y los Estados Unidos, ya lo dijeron, liberaran a los cubanos que purgan condenas por supuesto espionaje.
Con todo lo que han significado para los pueblos el que Obama haya dado este paso, animado por el Papa, es un buen síntoma de cambio incluso para México que se le conoce como “país bisagra”.

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