Un viaje de luz para Sonia

SONIA ROJAS. “La sociedad en la que vivimos aún no acepta a personas con discapacidad”.
SONIA ROJAS. “La sociedad en la que vivimos aún no acepta a personas con discapacidad”.

Melissa Moraila
Cuando le pregunté a Sonia a quién admiraba, contestó sin titubear que a ella misma.
“La gente constantemente me pregunta cómo le hago para salir adelante y siempre he pensado que lo más difícil es tener el valor para hacer las cosas, la fuerza y el coraje para cumplir sueños. No todas las personas lo hacen, me admiro porque he llegado muy lejos y pienso llegar más lejos todavía.”
Sonia Rojas Arrezola tiene 20 años, nació en un municipio llamado Tierra Blanca en el estado de Veracruz, padece de glaucoma congénito y desde los seis años perdió la vista.
Recuerda con nostalgia su infancia. En su primer año de primaria tuvo que abandonar la escuela. Durante los cinco años siguientes vivió con la incertidumbre de lo que iba a ser su vida. Fue un tiempo difícil, porque su familia desconocía los métodos con los que Sonia podía seguir estudiando.
Las personas cercanas a ella preguntaban por qué no iba a la escuela. Más adelante, un conocido de la familia le informó a su papá de una escuela para jóvenes con discapacidad visual en el Puerto de Veracruz.
El origen humilde de su familia la orilló a independizarse desde pequeña. Sus padres son agricultores, tiene cuatro hermanos y ella es la menor de los cinco hijos.
Sonia dejó su casa en Tierra Blanca a los diez años, y desde esa edad aprendió a valerse por sí misma. Se mudó al Puerto de Veracruz con ganas de sobrevivir, de salir adelante y de estudiar.
Ella estudiaba y su hermana, quien es débil visual, trabajaba para pagar la renta y solventar otros gastos.
Concluyó primaria y secundaria en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), a los 19 años. Por motivos fuera de su alcance —problemas económicos y pedagógicos— se vio en la necesidad de mudarse a Culiacán.
La travesía
Sonia participaba en olimpiadas nacionales de atletismo. Ahí conoció a un joven con discapacidad visual originario de Culiacán. A él le platicó su situación y él mismo le recomendó venir a Culiacán, al comentarle que la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) tiene un programa para jóvenes con discapacidad llamado ADIUAS, que apoya a la juventud que quiere estudiar y no cuenta con los medios necesarios para hacerlo.
En verano del 2013 decidió dejar Veracruz, llegó a la ciudad de México, atravesó el país. Llegó a Escuinapa con una amiga y luego a Culiacán.
Actualmente cursa segundo grado en la preparatoria central de la UAS. La integración en una escuela preparatoria normal ha sido un proceso agridulce para Sonia. Ha encontrado la forma de digitalizar el material literario necesario para la escuela. Sin embargo, se ha topado con la indiferencia de algunos maestros que dicen no saber cómo ayudarla.
A pesar de los tropiezos, Sonia sabe que las personas que de verdad quieren aprender lo harán en cualquier condición.
De martes a sábado, de ocho de la mañana a tres de la tarde trabaja vendiendo películas, recorre lugares como el centro, el centro de salud, el Ayuntamiento, la USE, el Seguro Social, la Clínica 35 y las facultades de Ciudad Universitaria.
Lo que otros no ven
La sociedad en la que vivimos está lejos de aceptar la integración de personas con discapacidad. La desinformación y la falta de cultura no permiten ver que existen personas que aun discapacitadas están preparadas para cumplir con tareas como cualquiera otra.
“Las empresas creen que por tener una discapacidad ya no podemos hacer nada y no es así, yo sé manejar una computadora, la paquetería de office, navegar por internet, sé manejar los teléfonos y me puedo mover fácilmente en cualquier lugar. Lamentablemente no todas las personas lo pueden ver.
“El proceso para integrar a las personas con discapacidad a la sociedad es difícil y para muchos es bastante doloroso. Los padres deben de ser los primeros en aceptar a sus hijos y tienen la responsabilidad de buscar la manera de ayudarlos”, señaló Sonia.
“Cuando las personas no pueden aceptar que un miembro de su familia sufre cualquier discapacidad, dice, difícilmente las personas alrededor podrán aceptarlo”,
A pesar de las buenas y malas experiencias vividas, Sonia sueña con estudiar una carrera, irse de intercambio al extranjero y desarrollarse profesional y personalmente. Extraña a su familia, pero está consciente de los sacrificios que se tienen que hacer para cumplir sus metas.
“No sueño con estar en un lugar en particular, busco la oportunidad, un medio para estudiar o para trabajar, y eso será siempre bienvenido”, dice.

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