Ruido en la casa rosalina

 

 Centro Jubilados UAS (2)

 

 

El rector Juan Eulogio Guerra ha llamado delincuentes a los miembros de la Asociación Civil de Jubilados de la UAS. Los acusa de impedir la destrucción de un inmueble donde ellos realizaban sus reuniones y porque demandan penalmente a quienes a su juicio, les violentan su derecho de reunión en instalaciones del SUNTUAS académico, e interponen además una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos por el señalamiento incriminatorio de la máxima autoridad universitaria.

Existe desde hace años un clima de tensión entre las administraciones universitarias y en general en muchos de sus trabajadores jubilados que perciben que se violentan derechos, no obstante, es la citada Asociación, que reúne a una parte de éstos, los que se han vuelto una caja de resonancia de lo que sucede en la casa rosalina.

Está la lucha jurídica que éstos dieron contra las retenciones ilegales para contribuir al sostenimiento de un fideicomiso que nunca logró que la federación, ni el gobierno del estado, aportara a la UAS, que finalmente los tribunales resolvieron su ilegalidad y ordenaron la devolución de las retenciones.

La administración actual de la UAS decide disolver el fideicomiso y regresar a los trabajadores las aportaciones que hicieron a lo largo de nueve años, sin embargo, por cuestiones legales, a los promotores de la demanda hasta el día de hoy no les regresan su dinero y eso con justa razón los tiene molestos, y más cuando el rector, en un arranque de intolerancia, los acusa de delincuentes.

Me pregunto, ¿Cómo evitar esta crispación que se vive ya permanentemente en la Universidad? No hay semana que este conflicto no obnubile el quehacer cotidiano en la institución, es decir, lo bueno, que también debería ser noticia.

Primero, me parece justo que el dinero del fideicomiso se entregue, como dijo el rector, el 15 de agosto, que ahora me dicen es el 15 de septiembre, para desactivar una de las presiones.

Igual, si se cometió un exceso destruyendo un inmueble del SUNTUAS académico, debe ser éste el que exija la reparación del daño patrimonial de los trabajadores activos y jubilados para que todos los jubilados ejerzan el derecho de reunión en sus instalaciones, que es lo mínimo que se le debe exigir a los dirigentes sindicales y patronales universitarios.

En otras universidades, los sindicatos se dejan sentir con el personal activo, a quienes les defienden sus derechos de promoción y mejoramiento de sus condiciones de trabajo, pero también con sus jubilados, a quienes prestan servicios y son orgullo de la organización.

Leo, por ejemplo, la Gaceta de la Universidad de Guadalajara de esta semana  y me sorprende el activismo del SUTU de G y el STAU de G, y de la administración universitaria, para mantener cohesionados a sus agremiados independientemente de su estatus laboral.

Están los viajes programados, los cursos, el cine y el acceso a todos los servicios educativos que ofrece la institución.

A los jubilados de la U de G no se les ve como apestados, como parece suceder en Sinaloa,  sino como personas que han prestados valiosos servicios a la máxima institución educativa de los jaliscienses y eso genera sinergias ya no entre sindicato y patrón, sino entre universitarios que son invaluables.

En la UAS eso hace años se perdió y los sindicatos ya dejaron de ser un lugar de encuentro entre iguales, el espacio de discusión natural de los trabajadores, para transformarse en una simple ventanilla a donde se va cuando se tiene una urgencia funeraria o préstamos para salir de un apuro económico.

Que, la verdad, muchas veces lleva a pensar que este tipo de sindicato no le sirve a los trabajadores.

Eso, quizá, explica que en los sindicatos hay una lucha desenfrenada por el control que pareciera reducirse al manejo de los recursos económicos de las secciones sindicales.

En fin, no puedo cerrar estas notas, sin recordar que la fundación del sindicato en la UAS fue pensado como una institución al servicio de los trabajadores del gis y el borrador, del microscopio y el libro de nueva hornada, un espacio de solidaridad gremial y ahí queda como testimonio el lema comunista desteñido del Suntuas Administrativos: Por una sociedad sin clases.

Algo está pasando, algo debe cambiar.

 

 

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