La época criminal del Conrado

 

 

Ramón Conrado Torres Lizárraga, conocido como el Conrado, sólo duro dos años como jefe del corredor El Carrizo-Jahuara, en el norte de Sinaloa, para la ramificación de Los Mazatlecos del Cártel de Guasave —que se independizó del de los hermanos Beltrán Leyva—, antes de ser asesinado junto con uno de sus guardaespaldas, aún no identificado.

Él vivía en el poblado Mártires de Sinaloa, en la sindicatura Gustavo Díaz Ordaz, conocido como El Carrizo.

Con su muerte terminan dos años de terror para aquel valle agrícola, que si bien no festejó el doble asesinato, sí respiró tranquilo, pues atrás quedaron un reguero de cadáveres, decenas de desaparecidos, pobladores desterrados y casas abandonadas con premura.

El Conrado había sido prácticamente cazado por sus enemigos cuando transitaba por un camino secundario del ejido Agiabampo número Uno, sindicatura de Huatabampo, Sonora, en los límites de la sindicatura de El Carrizo con esa entidad, apenas el viernes 15 de mayo, alrededor de las 17:30 horas.

Ese día viajaba en una camioneta Chevrolet Cheyene, color tinto, cuando fue agredido. La unidad y los ocupantes recibieron disparos de fusiles, pero alcanzaron a huir por unos 300 metros hasta que se volcó la unidad, en un canal. Hasta ahí se trasladaron los criminales y remataron a los ocupantes con pistolas. La Policía Estatal Investigadora de Sonora reportó que en la unidad encontraron 71 dosis de cocaína.

De acuerdo con información de inteligencia de la coordinación de la Policía Ministerial del Estado, la región agrícola de Agiabampo Uno y Huatabampo, en Sonora y la zona de siembras en los municipios de Ahome y El Fuerte, eran su territorio de confort, aunque ya había perdido movilidad porque sus compinches lo estaban abandonando, además de que los grupos tácticos le pisaban los talones. Eso lo obligó a vivir en el monte y a desocupar sus casas de seguridad, y cambiar continuamente de vehículos, que eran robados.

Ante la embestida de la autoridad, los integrantes del clan comenzaron a disgregarse para evitar ser asesinados por sus propios jefes, bandos contrarios o por la autoridad, y en el mejor de los casos ser apresados.

Eso fue lo que le ocurrió a Santos Mendoza Villegas, de 46 años, residente de la colonia 12 de Agosto, en Jahuara Segundo, El Carrizo.

De acuerdo con los informes de la coordinación de la policía municipal y ministerial, Santos se habría retirado de la vida a salto de mata que llevaba, poniendo tierra de por medio entre él y sus antiguos compañeros, cuando la embestida policial ya lo cercaba. Pasado un tiempo retornó a casa pero fue buscado por sus ex compañeros, quienes pretendieron forzarlo a que regresara.

Él se negó y fue asesinado a sangre fría. El homicidio le fue adjudicado a Ramón Conrado Torres.

Otros hechos imputados al hoy extinto líder de los Mazatlecos Ramón Conrado, ocurrieron en el año 2013. En octubre de ese año y en un operativo de rutina se encontraron casi 30 kilos de mariguana abandonados. En la zona se encontró una credencial de la Asociación Ganadera con su nombre y fotografía. Él se defendió con el amparo 898/2013.

Un mes antes emboscó al ex presidente del Comité Municipal Campesino número 17 de El Carrizo, Cecilio Gámez Portillo, en su propio domicilio. Y aunque no lo mató porque el líder agrario se defendió desde el interior de su casa, la situación alarmó al gobierno, que hizo apenas unas escaramuzas para atraparlo.

Al Conrado también se le imputan ejecuciones de policías y de estibadores o madrinas de la Policía Federal Ministerial, que en ocasiones acantonan en El Carrizo.

El jefe de policía en la zona norte de la entidad, Gerardo Amarillas Gastélum, confirmó que Ramón Conrado Torres Lizárraga era un objetivo para la corporación en al menos los tres últimos años, en que cobró notoriedad por la serie de asesinatos y por agresiones a policías.

“Teníamos muchos datos de él, pero no logramos detenerlo. Se hicieron varias operaciones conjuntas, pero de ellas escapó porque conocía muy bien la zona que pisaba. Sin embargo, logramos remontarlo al monte, donde el daño que ocasionaba a la población era menor. Las operaciones le metieron miedo a sus seguidores porque sabían que nuestros chicos ahora sí les iban a pelear, y así fue perdiendo fuerza, aunque buscaba por todos lados quien le siguiera la cura, pero no encontró. Buscábamos un descuido, el más leve para caerle, pero se nos adelantaron otros”, comentó.

Refrendó el respaldo a la comunidad. “Cuando lo requieran allí estaremos. No los vamos a abandonar. Creemos que ese grupo ya está muy débil, pero no vamos a bajar la guardia porque sería como dejarles el terreno para que se reagrupen. Ahí vamos a estar presentes”.

Líderes ejidales que vivieron el terror de que las calles y las zonas productoras fuesen controladas por criminales se reservaron comentar abiertamente sobre la situación del valle agrícola, ahora que el Conrado fue asesinado.

 

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