La corriente del río los arrastró 300 metros y libraron la muerte

rescate

 

Llegaron al río San Miguel para pasar los días mayores de Semana Santa 2017.

Era una familia desconocida para la mayoría de los asistentes. Estaba compuesta por niños y adultos. Siete en total. Los lugareños que cruzaron palabras con ellos recordarían poco tiempo después que dijeron ser de Navojoa, Sonora, sin precisar mayores datos.

Ellos llegaron y se apostaron en la margen izquierda, como cualquier otro grupo familiar. Pasaron la mayor parte del día en convivio.

Mientras a la distancia, las brigadas de primeros auxilios vigilaban que todo transcurriera con normalidad, sin sobresaltos. Ellos, rescatistas de paga y voluntarios de Bomberos, Cruz Roja, pero sobre todo de Protección Civil, estaban al pendientes de los vacacionistas.

Inesperadamente, gritos de histeria y manoteo al aire los alertaron de que algo inusual ocurría dentro del cauce. Nada observaron, pero los movimientos persistentes los obligaron a agudizar la mirada.

La confusión se acrecentó, y los rescatistas no descubrieron el origen.

Y fue así, porque el cauce cobró fuerza. La corriente arrastra río abajo a un grupo de cinco personas, entre adolescentes y niños. Ninguno lleva salvavidas, y todos luchan por flotar. Se toman de la mano, se hunden entre sí, y reflotan entre sí.

El grupo va veloz, serpentea, libra los cardos, las raíces de los álamos que crecen en el cauce del río Fuerte. Avanzan, mientras algunos civiles corren por la rivera buscando tomarlos. No lo consiguen. El grupo sigue arrastrado por la corriente. La familia lanza gritos, pide ayuda. Está al punto de la histeria.

Quienes conocen el río saben que la muerte de los cinco jóvenes está próxima, pues justo frente a ellos está la zona conocida como las Bombas, que es una laguna profunda excavada para extraer agua y rebombearla a canales para ser utilizada en el riego de siembras. El lugar cobró la vida de nadadores avezados como de bañistas imprudentes, y hasta de alcoholizados vacacionistas. Y ellos avanzan hacia ella, arrastrados por la corriente.

Cuando todo se ve perdido, un civil se lanza al rescate. Nadando busca la ruta más cercana. Intenta vencer la corriente y después la utiliza a su favor. Toma a uno, lo arroja a una isleta, lo atora en la maleza. Agarra a otro y éste a su vez al más pequeño, los atora en el mismo lugar. Las fuerzas se le van, y continúa intentando vencer la corriente. Un ex policía municipal lo observa y se va como refuerzo. Ambos luchan contra la corriente y el desespero de los jóvenes. Y finalmente, los colocan en la isleta de maleza, que por el peso de todos, ahora se hunde.

Justo a punto de hundirse, en la rivera aparece el grupo de protección civil. Trazan la imaginaria línea de vida. Lanzan boyas, sujetas a cabos. Indican las formas de ataduras, colocan la red de recuperación, y luego a uno a uno, los bañistas son extraídos del agua bronca. Los cinco son abordados a una ambulancia. Tres de ellos requieren de hospitalización momentánea. El resto se abraza a la familia. Todos se retiran. El civil, el ex policía, y los cinco de Protección Civil chocan sus manos, y todos se van por rumbos distintos: el civil con su familia, el ex policía con sus compañeros, y los voluntarios rescatistas, Paula Alcantar Miranda, Felipe de Jesús Santos Valenzuela y Judith Valdez Soto, a seguir vigilando.

Rescate al olvido

Una semana después, Sergio Liera Gil, coordinador de Protección Civil del Municipio de Ahome entrega las cuentas: cero muerto en balnearios, cinco rescates, 425 incidentes atendidos y 80 mil vacacionistas retornaron a casa sanos y salvos.

El alcalde Álvaro Ruelas Echave decidió reconocer el arrojo, valentía y espíritu de sacrificio de los rescatistas de protección civil, y en su discurso ponderó el servicio a la comunidad sin esperar nada a cambio.

“Esas son acciones que ponen en alto y en relieve al municipio de Ahome”, dijo.

Pasada la euforia por los saldos blancos de Semana Santa 2017, Liera Gil retoma las actividades cotidianas. Lo hace sin aspavientos, sin presunciones, y a él ya nada le recuerda la acción heroica de los que llama “mis muchachos”.

“Cumplieron con su entrenamiento, el servicio a la comunidad, les estoy agradecido por eso, porque todos ponen sus acciones para sacar adelante estas emergencias, porque en donde hay aglomeración de personas, sean espacios libres o cerrados siempre hay incidentes, menores o graves, y ellos deben de estar ahí para evitar desgracias mayores. Hoy lograron salvar vidas de niños y jóvenes… es un aliciente”.

 

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