Arde humilde vivienda con tres niños dentro; aparece héroe sin capa

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Los Mochis, Sinaloa.- En poco menos de tres minutos, la casa de don Brigido Ramírez Valenzuela, en la colonia Almendros fue reducida a cenizas, con tres de sus cinco hijos dentro.

Los otros dos pequeños habían salido por la puerta de la cocina a pedir auxilio para sus hermanos, que quedaron dentro de la casa mientras el fuego comenzaba a propagarse de la cocina a la sala, que también servía de recámara.

A como pudieron, los niños hablaron con Germán Fabián, un peatón que entonces caminaba por sus hija en brazos, y le explicaron que su casa se quemaba, con sus hermanos adentro.

Germán se percató entonces que un tenue olor a humo se le pegaba en las narices y el paladar. Flaco, el vigilante levantó sus ojos y descubrió la columna de humo negro que comenzaba a hacerse más densa. Dejó a sus hija, de brazos, en los brazos de aquellos dos niños. Corrió, entró por a concina y vió a aquellos dos infantes, medio muertos de miedo, pero ilesos. A un costado de ellos, un tercer cuerpo. Tenía el rostro y el torso quemados. Germán se paralizó…

En 18 años de habitar el predio en la esquina de Olivos y Batamote, don Brígido no había colocado un solo ladrillo, mucho menos el techo de concreto. Con su sueldo de pintor, o de mil usos, él apenas logró levantar su casa con láminas galvanizadas, de cartón, tablones y fajillas de madera.

Era una casa que fácilmente ardería, si tan sólo una llama encendiera en cualquiera de esas paredes.

Dos Brígido sabía de aquel riesgo, pero siempre lo disminuyó estando alerta.

Pero esta tarde de miércoles, pasadas las 13:30 horas estaba en su trabajo, absorto en el quehacer.

No sabía que su esposa, Sonia Ramírez había dejado la casa por un momento para ir y comprar alimentos para cocinar la comida. Adentro dejó a sus cinco hijos, todos menores de edad, infantes, niños, casi casi bebes

Ella tampoco pudo darse cuenta de que el niño de en medio tuvo hambre, y en su afán protector, el más grande se dispuso a prepararle algún alimento.

La inocencia de los chicos evitó prevenirles el peligro. Y mientras uno cocina, los dos pequeños juagaban sobre y con la línea de conducción de gas. En sus juegos, desprendieron la manguera que conecta el cilindro con la estufa. Fiiiiuuuuusssshhhh, escapó el gas butano. Y al instante un flamazo. ¡Pam!

El fuego alcanzó al pequeño de en medio, que de inmediato cayó al suelo. La onda expansiva  lanzó al piso a los otros dos niños. Mientras, el fuego comenzaba a cobrar fuerza, alimentado por la madera. La casa crepitó.

Fue entonces cuando German entró. Y se paralizó por unos instantes. Como pudo, sacó a los dos niños ilesos y luego al quemado. Salvó también a los tres perros, pero no pudo encontrar al gato.

Crap, crap, tronó la casa. Fiuuuusssshhhh, no dejaba de silvar el gas. Cinco minutos después de reportado el incendio, los cuerpos de auxilio llegaron.

Sergio Liera Gil, Coordinador de Protección Civil asume el control de la emergencia. Pide asistencia médica, entrega al niño quemado a socorristas y los instruye en remitirlo al hospital más cercano. Mientras, deja que los bomberos sofoquen las llamas. Controlado, el siniestro, sus subordinados remueven los escombros. Adentro de la casa estaba el gato carbonizado.

Mientras, el pequeño era intervenido de urgencia en el Hospital General “Jesús Kumate García”.

El alcalde, Álvaro Ruelas Echave y su esposa, Ana del Carmen Osuna de Ruelas asumen la atención de la familia. Los niños ilesos al DIF, a evaluación médica. Los padres a la espera de su hijo en el hospital. Es de noche, y los padres reciben la buena nueva. El pequeño está estable. Y listo su traslado a Estados Unidos, para ser atendido en el hospital de quemados.

Ruelas da instrucciones, remover los escombros y reconstruir la casa, reúne ropas, alimentos y una casa momentánea que ocupara la familia.

Don Brigido está nervioso, no sabe qué hacer. No ha visto a su hijo, el que se quemó. Frente a él están el gobernador, Quirino Ordaz y el alcalde, Álvaro Ruelas. Escucha, pero su cabeza parece estar en otro mundo.

Y en la colonia Almendros, Germán, el que evitó la tragedia, tiembla. La adrenalina ha dejado de fluir por su cuerpo, y ahora tiembla… tiembla, mientras su cuerpo suelta un ligero hedor a humo.

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