Privilegios para unos cuantos trae corrupción, narcotráfico y violencia: Papa Francisco

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Una reflexión sobre las consecuencias de la corrupción política y la afirmación de que reformar leyes no es suficiente para alcanzar mejores condiciones de vida, seguridad, justicia y paz, destacaron hoy en el primer mensaje de Jorge Mario Bergolgio en México.
En Palacio Nacional, ante la representación de los tres poderes de la Unión, e integrantes del gabinete federal, el Papa Francisco tocó así dos temas sensibles para la administración de Enrique Peña Nieto, expuesto a señalamientos de corrupción y quien ha apostado la trascendencia de su período a la aprobación de reformas estructurales.
El Patio Central de Palacio Nacional fue el escenario para la encuentro entre la representación del Estado Mexicano y su contraparte vaticana.
En su mensaje de bienvenida, el presidente Peña Nieto planteó la alegría de recibir a Francisco y declaró, a nombre de sus gobernados: “México lo quiere”.
Con reminiscencias del discurso de Hessel, el filósofo francés que inspiró la Primavera Árabe y en alguna medida el mexicano #YoSoy132, Peña Nieto describió el hambre y la desigualdad, el individualismo y el acaparamiento de riqueza en pocas manos.
El presidente consideró que lo anterior muestra una realidad que debe llevar a pensar sobre el futuro que se desea para las demás generaciones
“Las causas del papa son las causas de México”, dijo el mandatario en un discurso ambivalente que por momentos se dirigía al jefe de Estado Vaticano y luego al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Inclusive, mencionó que al gobierno le corresponde trabajar por el bienestar de los ciudadanos; y a la Iglesia la difusión de valores.
Entonces llamó al diálogo, que es el llamado persistente del papa Bergoglio.
Antes del evento, la Santa Sede había entregado a medios el mensaje de Francisco que tenía los mismos conceptos que abordó Peña, pero con otro enfoque.
El Papa recordó que México tiene una población mayoritariamente joven por lo que consideró que el país tiene una esperanza, para después plantear que los desafíos del presente, por lo que dijo –idéntico el llamado al de Peña Nieto– reflexionarse sobre la responsabilidad en el futuro. Entonces agregó:
“También a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este bien común que en este siglo XXI no goza de buen mercado”.
Luego: “La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Al referirse al deber de los dirigentes sociales, culturales y políticos, el prelado espetó en mejorar las condiciones de vida de la población, expuso:
“Este no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejorar –siempre necesarias–, sino de la urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional”, dijo para luego afirmar que lo anterior es responsabilidad de todos.
Cuando habló de la historia nacional, que Francisco atribuyó a la comprensión de hombres y mujeres que consiguieron superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, planteó una consideración sobre México:
“Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tiene que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de una política auténticamente humana y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte”.
Aunque Peña Nieto destacó el carácter laico del estado se refirió a él como “Su Santidad”, le ofreció el regimiento de un pueblo “Guadalupano”, mientras la alta clase política concentrada en el lugar pedían a gritos una bendición papal durante la salida de Bergoglio.
La agenda de esta mañana inició alrededor de las 9:30 horas, cuando llegó a Palacio Nacional, en cuyo patrio central se dispuso sillería, una estructura con gradas y cuatro pantallas gigantes que transmitieron el recorrido de Francisco, de la nunciatura donde pernoctó a la sede del Poder Ejecutivo.
Luego, las pantallas reprodujeron el festival artístico que se produjo para la recepción del Papa un día antes y, posteriormente, las diferentes actividades que se llevaron en espacio distritos al Patio Central.
El jerarca católico fue recibido por el embajador Miguel Malfavón, director general de Protocolo, así como por Peña Nieto y la primera dama, Angélica Rivera, quienes lo condujeron al Patio de Honor donde se interpretaron los himnos de cada país, se presentó a la comitiva Mexicana y al séquito vaticano.
Durante la hora siguiente, el sumo pontífice católico, saludó a los Poderes de la Unión, cuya representación recayó sobre Jesús Zambrano, presidente de la mesa directiva en la Cámara de Diputados; Roberto Gil Zuarth, con el mismo cargo pero en el Senado y Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, todos en compañía de sus respectivas esposas.
Más tarde, el Papa canceló el timbre postal conmemorativo de su visita a México, recibir una explicación del mural de Diego Rivera y, finalmente, salir al mensaje que Peña Nieto y su invitado, prepararon.
Transcurridos los mensajes el acto acabó poco antes de los previsto.
Francisco salió despidiéndose de mano de hombres de la farándula como Eduardo Santamarina; de políticos priistas como el dirigente Manlio Fabio Beltrones y el senador Emilio Gamboa; del perredista Jesús Zambrano, entre otros que recibieron la salutación papal.
Durante el recorrido, un sector de los asistentes le pedía una bendición y, finalmente, el papa la concedió para momentos después salir al Zócalo por la puerta central de Palacio Nacional.

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