El retorno de Jorge a casa

CONDENA. Funcionarias del DIF Ahome lo separaron de su familia por nueve años por considerarlo “vago”.
CONDENA. Funcionarias del DIF Ahome lo separaron de su familia por nueve años por considerarlo “vago”.

Golpizas, insultos, cárcel y hambreadas, castigos cotidianos
A los 22 años de edad, diabético, dependiente de la insulina, regresó a casa Jorge Heriberto, tras nueve años de sufrir golpizas, tortura, abusos generales, hambreadas forzadas, y encarcelamientos prolongados, a pan y agua, en el albergue La Gran Familia, en Zamora Michoacán, ya desmantelado por la Procuraduría General de la República.
Su único delito para haber sido separado de su familia sustituta, aprobada por el abuelo materno y su madre biológica, es haberse cruzado en el camino de Karla América Rojo Montes de Oca y de María Guadalupe Saldaña García, entonces funcionarias en el sistema DIF de Ahome, en aquel lejano 14 de febrero del 2005, que lo consideraron un vago.
Entonces tenía 13 años de edad, y estaba en la casa de un amigo. Llegaron dos mujeres y lo sacaron. Lo llevaron al albergue del DIF, con la promesa de que al día siguiente lo dejarían en la casa de su tía Mirna, una buena samaritana que se atravesó en su camino con la intención de rescatarle del incierto destino que le deparaba al tener una madre analfabeta, un padre biológico irresponsable, y un buen padrastro, pero ya fallecido.
“Ellas me llevaron allá sin tener causa justa”, culpa, en una plática que es a cuenta gotas. Ellas destrozaron nueve años de su vida, dice, y ahora está dispuesto a hacerlas pagar por ello. Analiza demandar al Gobierno Municipal de Ahome, con apoyo de la asociación civil Dignifica tu Vida en Familia y de organizaciones internacionales, que enteradas del desenlace de la vida de Jorge Heriberto, reúnen ya el expediente legal del caso.
Él es uno de los cinco mochitenses que el Sistema DIF de Ahome encerró en el albergue La Gran Familia, en Zamora, Michoacán, y dejado al cuidado de Rosa del Carmen Verduzco, conocida allá como Mamá Rosa, y recordada por él como la Jefa.
En nueve años sufrió hambre, golpizas, tortura, abusos generales y encarcelamientos prolongados a pan y agua, pero también recibió educación y llegó a graduarse de bachiller, aunque sin papeles oficiales. Además se especializó en música. Toca viola, piano, corneta, y saxofón. El sax es lo que le place.
Jorge Heriberto Ramírez Bañuelos tiene vagos recuerdos de su infancia, y escasos de su edad adolescente y de su breve juventud.
Sólo recuerda el nombre de las dos mujeres que lo separaron forzosamente de las personas que a su manera amaba y a las que debía respeto. Karla América Montes de Oca y María Guadalupe Saldaña García, dice, se confabularon para robarle nueve años de su vida.
En esos nueve años, tras los muros del albergue, cicatrices llenaron su cuerpo, y sin sabores su alma. En una ocasión, el vigilante le perforó la piel de sus dedos hasta el hueso. Como taladro, utilizó una llave para puerta corriente.
Las bofetadas a diestra y siniestra eran cosa cotidiana.
Torturas a base de golpes, con cuero, cintarazo o a baquetazos, era también una rutina diaria.
Encierros en la celda de castigo, que adentro del albergue se le conocía como Pinocho, era la peor humillación. Una vez adentro, sólo bebía agua y comía pan duro, podrido, enmohecido.
Recuerda que muchos de los internos intentaron suicidarse estando en el Pinocho. Otros practicaban el cutting para buscar una salida al encierro.
En la comilona cotidiana, un día les daban alimento caduco, y otro también.
Eran obligados a vestir harapos, porque las prendas nuevas eran almacenadas en las bodegas, lo mismo que los zapatos. El día que la PGR allanó el albergue, él tuvo acceso a una bodega con ropa y zapatos. Se apoderó de unos de piel, negros, y aún los calza.
En su estancia de nueve años, Jorge Heriberto intentó salir del albergue en varias ocasiones. La primera, cuando enfermó de hepatitis, la segunda por una operación, la tercera por quimioterapia, y la última trató de fugarse.
Las quimio se las recetaron porque enfermó de cáncer. Y esto sucedió por un plastilinazo en un testículo. Le sobrevino el cáncer. Se lo extirparon, y con dos sesiones de quimioterapia fue sanado, pero terminó diabético. Y ni así, Mamá Rosa le permitió salir del albergue. Entonces tenía ya 21 años.
Pidió explicaciones, y sólo obtuvo un: “porque no. Y punto”.
Entonces comprendió que estaba encarcelado, retenido contra su voluntad, que a pesar de ser mayor de edad, era pisoteado. Recordó a Karla América Rojo Montes de Oca y a María Guadalupe Saldaña García, y las maldijo.
Buscó fugarse, pero fracasó. Y cuando esperaba el reingreso a Pinocho, la PGR allanó el albergue.
Fue rescatado. Rindió declaración, y por primera vez en nueve años respiró aire de libertad.
Este miércoles, junto con cinco mochitenses, regresó a casa.
Jorgito, como le decían nueve años atrás, se reunió este jueves por la tarde con su hermano menor Jesús, Chuyito. El viernes lo haría con otros de sus medios hermanos y con su madre, a la que no ve desde que era un niño.

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