El músico de la cuadra

 

fernando (5)

Ahora se asesina a niños y adolescentes

 

 

 

Descalzo, aún empapado y vestido sólo con un short a cuadros, Fernando escucha que la banda comienza a tocar y sale de un brinco de la alberca, toma su instrumento y se les suma a la agrupación que integran sus hermanos, su papá y su tío. Todos estallan en risas. “Mira este plebe, cómo le encanta tocar”, exclama su tío.

Ese domingo de convivencia familiar fue el último que vivió el niño de 14 años, estudiante de segundo año de secundaria y miembro de un familia de músicos sinaloenses.

Unas horas más tarde, un grupo de hombres a bordo de un vehículo lo levantaron de la esquina del bulevar Madero y Guerrero, en el refugio de los músicos culiacanenses, a pocos metros de la oficina de la banda JM, de la que había sido integrante los últimos seis meses de su vida.

Su tío recuerda que esa noche, Fernandillo, como su familia lo llamaba, estaba emocionado porque comenzaba a ganar dinero con la banda, se compraba su propia ropa, tenis y hasta una bicicleta, la misma por la que perdió la vida.

De acuerdo con la versión que investiga la Procuraduría General de Justicia del Estado, a Fernando García González le arrebataron la vida la madrugada del lunes 1 de agosto por  supuestamente aceptar una bicicleta robada a cambio de un empeño de 600 pesos. El niño tenía esos recursos porque llevaba seis meses trabajando con la banda y comenzaba a ganar su propio dinero. Esa noche, la última vez que su tío lo vio, le dijo muy emocionado que ya había ahorrado mil 500 pesos, salió de la oficina de la banda, bajó las escaleras y ya nunca volvió.

Fernando fue adoptado a los seis años por sus tíos. La hermana de su papá lo llevó a vivir a su hogar junto a su esposo Jesús y sus dos pequeños hijos. Creció en un hogar cristiano, con una familia que acudía cada domingo a la iglesia. En varias ocasiones, a Fernando le tocó leer la biblia frente a los feligreses.

“Cuando nos lo llevamos a la casa sí era un niño desmadroso, pero lo logramos enderezar, vivió ocho años con nosotros y era un niño bueno, era inocente. Él no se merecía lo que pasó”, expresa su tío Jesús, el último que lo vio con vida.

Su tío lo define como alegre, responsable, platicador, siempre dispuesto. Tocaba la armónica y tenía especial interés por la tuba, el instrumento que toca su padre.  Hijo y hermano de músicos, Fernando creció en el bulevar Francisco I. Madero, rodeado de instrumentos y enamorado de la música sinaloense.

Su personalidad le abrió las puertas en todos los locales de bandas del bulevar, la mayoría lo conocía y por eso no extrañó que la tarde del martes 2 de agosto, los músicos se fusionaran en una sola agrupación que caminó detrás de la carroza tocando una y otra vez El muchacho alegre.

“Solamente los músicos que son muy queridos tienen esta despedida, Fernandito es víctima de una injusticia, una injusticia terrible, es imposible entender las razones, nos indigna mucho lo que está pasando”, expresó uno de los músicos que acompañó a la familia durante el funeral.

El cuerpo de Fernando fue encontrado pocas horas después de ser privado de su libertad, la tarde del lunes 1 de agosto, sobre un camino de terracería que conduce al poblado El Carrizalejo, en las afueras de Culiacán. Tenía las manos atadas en la espalda y ocho impactos de bala en la cabeza y el cuerpo.

Un día después, el cortejo fúnebre salió del cruce que hace el bulevar Madero con la calle Sepúlveda con rumbo a la KZ4; a la carroza la acompañaron unas dos decenas de bandas de música sinaloense que no dejaron de tocar hasta llegar a Madero y Guerrero, donde dos días antes Fernando pasó sus últimas horas paseando en una bicicleta que un desconocido le había empeñado.

Ahí, afuera del local de su agrupación, la familia abrió el ataúd y sumidos en el llanto y el dolor reclamaron a gritos el artero asesinato. “Levántate Fernandito, tu eres bueno mijo”, repetía una y otra vez su tía, quien durante los últimos ocho años de vida del niño fue como su madre.

Al despedir su cuerpo, entre música de banda y los lamentos de la familia, un músico alzó la voz para recordarles a todos que el asesinato de Fernandito fue una injustica.

“Esto fue una injusticia, es un niño, y si alguien lo confundió o pensaron mal de él, ese alguien que en su conciencia lo tenga pero su memoria va a estar libre, limpia, él no era malo, era un músico, un músico trabajador, un músico de la cuadra, por eso están todos los músicos reunidos aquí, que sepan todos que eran un muchacho joven y trabajador”.

 

 

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