El Fuerte, Pueblo Mágico y tenebroso

 

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Policía, bajo sospecha  de confabulación criminal

Tres años antes, las mujeres se cohesionaron con lazos de sangre variopintos, pero muy fuertes: familiares desaparecidos, ausentes, en medio de operativos policiales o con resguardos de estos.

Como en la naturaleza sucede a los cardúmenes, parvadas o manadas, en ellas, la unión es su fuerza, y el aislamiento la debilidad, por eso, en grupo demandan una nueva exigencia: alto a la indolencia y omisión policial, que sumada a la vieja: presentación de los desaparecidos, llegó hasta el palacio municipal.

Allí, Mirna Nereyda Medina Quiñónez, fundadora del grupo “Desaparecidos de El Fuerte” conocido coloquialmente como “Las Rastreadoras”, explotó. Ella recién había sepultado a su hijo, Roberto Corrales Medina, tras un trienio de búsqueda. Había pedido tiempo para llevar su duelo, pero no aguantó ni 48 horas y retornó a las búsquedas en el monte.

Pero ese 12 de septiembre era diferente. Estaba indignada, molesta, encabronada con la autoridad. Su lapsus de tolerancia había terminado en una explosión.

“Demandamos alto a la indolencia oficial para las familias con desaparecidos, el fin de la omisión policial para las llamadas de búsqueda. Si la policía tiene miedo de buscar, que no retenga información y nos la transmita: nosotros iremos donde ellos no pueden o no quieren acudir”, exclamaba.

Ella tenía dos razones poderosas para la exigencia: recién se había enterado que desde un año atrás se reportó a la policía municipal y a la ministerial el entierro clandestino de una persona en Ocolome, y no hicieron nada. Era la tumba clandestina de Roberto, su hijo. Al aviso respondieron: no podemos ir al lugar; no buscamos cuerpos, háblenles a las Rastreadoras. La información la retuvieron un año. Hasta que un joven la contactó, y ellas la encontraron; y que el cuerpo de su hijo fue el único incompleto de los 98 que han exhumado.

Entonces, el cardumen, la parvada de “Las Rastreadoras” despertó y una a una fueron levantando la mano para denunciar que en cada caso, en cada asunto, hay cuando menos una policía involucrada, principalmente la municipal de El Fuerte.

“En el 99 por ciento de los casos hay una corporación involucrada”, refrendó Medina Quiñónez.

Favián Cota Verdugo, secretario de la comuna, escuchó la exigencia y ofreció un respaldo inmediato del gobierno municipal a las exigencias de “Las Rastreadoras”, pues consideró que el trabajo desplegado es de mucho valor y respeto, y requiere del acompañamiento oficial porque se les valora el esfuerzo.

“Queremos que disminuyan las desapariciones, y que en definitiva desaparezcan del municipio. Lo que necesiten, cuenten con ello”, ofreció. En la respuesta, le llegó la exigencia de las mujeres: queremos que la policía no sea omisa, ni cobarde, si no pueden, que no retenga la información, que la transmita”. Y el secretario actuó. En el acto, tomó el celular, llamó al nuevo jefe de policía y le pidió atender el caso.

Breves minutos de espera y al sitio arribó Jaime David Silva García, el nuevo mando militar. Atento escuchó las exigencias y la retahíla de desapariciones en los que se involucra a los agentes de su corporación.

“Soy nuevo”, justificó. Y luego hizo su compromiso: “Pero no rehuyó mi responsabilidad al frente. Vamos a investigar cada expediente de mis agentes, y tendremos acciones. Se los aseguro. Señora, tendrá usted comunicación directa conmigo y cualquier asunto, el que sea, lo atenderé”.

Habiendo recibido la palabra del ex militar, ellas se apaciguaron, momentáneamente se calmaron.

Y recordaron que estaban ahí para recordar que hace tres años se fundaron y se fundieron en un solo colectivo, el de “Las Rastreadoras”.

Por eso decidieron, el 12 de septiembre cumplir con su ritual no escrito: la marcha silenciosa. Con ella recordaban la fecha en que decidieron salir a la luz pública para buscar con sus propias manos a sus seres queridos ausentes, o sus “tesoros” como ellas también se refieren a ellos. Y estaban allí, en donde todo comenzó. En El Fuerte, una pueblo mágico, pero también tenebroso, en donde la policía desaparece a civiles, hombres y mujeres, viejos o jóvenes, desempleados o trabajadores, solteros o padres de familia, todos por igual, y en donde la justicia está ciega, despernada, manca y desdentada.

En caravana vehicular, el grupo salió en su mayoría de Los Mochis. En el trayecto de 75 kilómetros hasta esta comunidad, fueron recolectando dolientes para reunirse con otros miembros que llegaron desde diversos puntos de la región alteña.

Justo en donde todo comenzó, en la esquina de Álvaro Obregón y Donato Guerra, precisamente en la gasolinera Servicios Ávila, una parte del grupo se calzó las playeras verdes con la leyenda “palabra cumplida”, ellas ya habían enterrado a sus seres ausentes, y blancas, con la consigna “te buscaré hasta encontrarte”, ellas aún rastrean la tierra en busca de sus desaparecidos, y emprendieron la caminata de más de un kilómetro.

Arrancaron en la Obregón, viraron en la calle Ignacio Zaragoza, doblaron hacia la Ángel Flores y rodearon la zona comercial para enfilarse en la Benito Juárez hasta el palacio municipal, en cuya explanada concluyeron.

La marcha se ganó el silencio y el reconocimiento de los pocos civiles adultos que se detuvieron a observarla; “Son las Rastreadoras, que fuertes. Son de admirar”, exclamaron algunos; en tanto que las juventudes las ignoraron y hasta las pusieron en riesgo de atropellamiento al circular de frente y hacia ellas en unidad a velocidad inmoderada.

Pasado el trago amargo, comieron como toda una familia, como el cardumen, parvada, manada o colectivo que ahora son.

El Fuerte, municipio bajo sospecha

Las fuerzas del orden público de El Fuerte están bajo investigación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa, confirmó María Aracely Sepúlveda Sauceda, Visitadora Zona Norte.

“Es algo muy extraño lo que pasa en El Fuerte. Es el municipio con más denuncias por desapariciones que involucra a la policía, a la policía municipal, principalmente. Y hay una franja con mayor incidencia, desde San Blas hasta Los Mochis”.

Explicó que en los casos atendidos es coincidente que las personas primero son detenidas por la policía y luego desaparecen. “Se pierden, así como así. Después de esa detención, nadie sabe nada de ellos”.

Sepúlveda Sauceda dijo que las investigaciones para concluir en una recomendación para el municipio se realizan con normalidad. “Estamos pidiendo informes, integrando los expedientes”.

Dijo que el caso que más sorprende por la frivolidad con que es tratado por la corporación es la de dos muchachos de Las Panguitas que fueron detenidos por supuestamente asaltar un camión de reparto. Ingresaron a los separos en Mochicahui, y una madrugada son liberados porque el comandante se conmovió, ya que estos tendría que trabajar muy temprano. Desde ese momento, los muchachos desaparecieron.

“La explicación es increíble, nunca escuchada”.

Los desaparecidos

Federico López Rodríguez y Jesús Antonio Martínez, amigos y residentes del poblado Las Panguitas, El Fuerte, desaparecieron la madrugada del 21 de junio de las celdas de la Policía Municipal de Mochicahui.

Esa noche, ellos fueron liberados por no haber relación con el asalto a un camión de reparto, según el reporte oficial, pero no han sido encontrados.

El día anterior, el 20 de junio, los muchachos fueron detenidos por agentes municipales de esa sindicatura en el bordo del canal 29, en las inmediaciones del Campo 35.

Un año antes (29 de julio 2016) al poblado Aguas de las Arenas arribó un comando a bordo de dos automóviles: un blanco y otro gris, y una camioneta de color rojo, todos con vanguardia y retaguardia policial, presuntamente del Grupo de Operaciones Tácticas Especiales (Gote) de Ahome.

Los civiles que se identificaron verbalmente como agentes federales localizaron en una veterinaria del lugar a un civil. El sujeto era un fuereño recién llegado al poblado, que como seña, estaba totalmente tatuado del cuerpo. “Por fin te encontramos”, afirmaron testigos que dijeron los recién llegados, y se lo llevaron.

El mismo grupo se llevó también a Víctor Ulises Acosta Cervantes, dueño de la veterinaria, y a su empleado, Luis Miguel Loera Baldenebro, así como al cliente Felipe Alejandro Zaragoza, y a los esposos Andrés Serna Gastélum y Cinthia Yoselín Peinado Vega, quienes se habían involucrado con el empresario porque les estaba medicando un perro.

De acuerdo con los familiares, después de la privación masiva de muchachos, el comando salió del pueblo y jamás regresó. Desde entonces, los muchachos están denunciados como desaparecidos.

“Apoyados por policías, los civiles se llevaron a nuestros hijos”, denunciaron las madres de ellos.

 

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