Muere Luis Villoro, el filósofo de la ruptura

luis villoro

Juan Carlos Ayala

Ha partido Luis Villoro Toranzo, filósofo de ideología fuerte, crítica y solidaria. Había nacido en Barcelona, España, el 3 de noviembre de 1922. La guerra civil lo exilia a México. Su vida no tuvo vacilaciones, ni aún cercana la muerte.
Intelectual formado en el mundo filosófico con el Maestro José Gaos quien siempre, a decir suyo, les inculcó el estudio de lo nacional, pues descubrió que en nuestro México había bastante dicho pero poco aceptado y comprendido y mucho por decir: sobre sus raíces, su  presente, su gesta y su destino. De Luis Villoro diría que era una promesa intelectual en México.
Desde los años treinta hasta los cincuenta del siglo pasado, había un gran debate por lo nacional, nuestras raíces y nuestro destino. Trecientos años de colonialismo y una década de guerra de independencia habían dejado a una naciente patria en la incertidumbre; durante el siglo XIX políticos e intelectuales se dedicaron a debatir y pelear por sendos postulados legales por los que transitaría la vida política de los mexicanos. Después de una porfiriana paz de oropel, la revolución cimbraba a México durante diez años más, tras la cual aún seguía sin definirse una idea de nacionalidad e identidad propias.
Samuel Ramos en los años treinta apuntaba el primer esfuerzo desde la filosofía por tratar el tema y definir lo que somos. Se abrió un gran debate “la polémica de lo nacional”. La industria cultural buscaba también una identidad, aunque oblicua: en el machismo de sus canciones, en el cine con la figura paterna, el hacendado, el charro, la madre sumisa. Hasta el Huapango de Moncayo.
La literatura también hacía lo mismo: José Gorostiza con Muerte sin fin, Villaurrutia con Nostalgia de la muerte, Juan Rulfo con Pedro Páramo. Alfonso Reyes, defendiéndose de los señalamientos de antinacionalista, pues escribía sobre temas generales, argumentaba a su favor la idea de “caminar desde suelo patrio a lo universal”.
Pero uno de los intentos más importantes, ya en los años cincuentas, en torno al debate, defensa y definición de nuestra  identidad fue la creación del Hiperión, grupo intelectual en el que se perfilaba el estudio del ser del mexicano como un gran proyecto para dar un verdadero sentido a esto que ya desde diversas aristas se venía desarrollando. Su interés era la reflexión filosófica y humanista sin caer en lo meramente  antropológico, sociológico o psicológico. La intención era encontrar la esencia de lo mexicano. Fue un período corto, de 1948 a 1953, pero muy fructífero.
Luis Villoro formaba parte de este grupo. Estaban también Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Jorge Portilla, Salvador Reyes Nevares, Joaquín Sánchez McGregor, Ricardo Guerra y Fausto Vega.
Desde ahí Villoro asumió el análisis del indigenismo mexicano, como el primer gran tema de su filosofar joven. Buscando la identidad a partir de la historia de México, sentó las bases para un estudio profundo de la esencia de nuestras raíces, cuando los indígenas eran tomados con desdén. Contrariamente a Ramos, Villoro encontraría en ellos el sujeto imprescindible de nuestra historia. Congruente con tal idea, profesó un entusiasmo, mesiánico por el movimiento zapatista surgido en 1994; pensaba en este movimiento como el fiel de la ruptura que catapultaría a México hacia derroteros de justicia y dignidad.
En 2011 lo invité a la Universidad Autónoma de Sinaloa, a un encuentro de filosofía con estudiantes. Ameno, con gesto humilde, fijando su mirada introspectiva y profunda, nos habló del compromiso que aún faltaba por cumplir con los indígenas. Ellos representaban todavía una esperanza. Nos habló también del no-poder como una forma de gobernar pensada a partir de la organización de las comunidades zapatistas. El no-poder como utopía posible. Compartía este entusiasmo con un antiguo amigo suyo, compañero de mil batallas, don Pablo González Casanova. Ambos caminantes de un destino de esperanza.
Recuerdo la comida en casa, charlaba seguro de sí con profundo amor a la naturaleza. Caminamos por el Jardín Botánico otro día por la mañana y sus ojos destellaban el enorme gusto de ver este espacio lleno de vegetación infinita que, afirmaba, “es uno de los jardines más bellos del mundo”.
Junto a Adolfo  Sánchez Vásquez, Leopoldo Zea, Pablo González Casanova, Carlos Lenkersdorf y Carlos Montemayor,  representó para muchos jóvenes una figura central del desencanto y la palabra digna. Sus inolvidables libros serán como un granero que aun alimente el espíritu de muchos mexicanos: Los grandes momentos del indigenismo en México, Saber, Creer y Conocer, El proceso ideológico de la revolución de independencia, Estudios sobre Husserl, El concepto de ideología y otros ensayos, El pensamiento moderno. Filosofía del renacimiento, En México, entre libros, Pensadores del siglo XX, El poder y el valor. Fundamentos de una ética política, Estado plural, pluralidad de culturas, De la libertad a la comunidad, Los retos de la sociedad por venir, entre otros.
 
Descanse en paz el maestro Villoro, el filósofo de la disidencia y de la ruptura.
 

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