El Yo sé de Roberto Saviano

saviano
Nino Gallegos 
Al maestro Luis Villoro, y su amante, la Filosofía, que la compartió con nosotros 
El Yo Sé de Roberto Saviano tiene su origen en: “Me acerqué a aquella parcela, en cuyo centro se alzaban dos pequeñas lápidas de mármol blanco, y vi la tumba: ‘Pier Paolo Pasolini (1922-1975)’. A un lado, un poco más allá, estaba la de su madre. Me pareció que estaba menos solo, y allí empecé a mascullar mi rabia, apretando los puños hasta que las uñas se me clavaron en la palma de la mano. Empecé a articular mi propio ‘Yo sé’; el ‘Yo sé’ de mi tiempo.” Roberto Saviano (1979), Nápoles, Italia; periodista y novelista, especializado en estudios de la Camorra y la ilegalidad, escribió Gomorra (2006): un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la Camorra, y no ha podido seguir viviendo más que escribiendo a la sombra de una amenaza de muerte, por parte de la mafia de la Camorra.
Del Yo Sé saviano al Yo Sé pasoliniano: “Lo sé. Sé los nombres de los responsables de lo que llaman golpe (y en realidad es una serie de golpes instaurada como sistema de protección del poder).” Hay la particularidad indicial y personal de quien como Leonardo Sciascia originó lo que en Pier Paolo Pasolini era la esencia y en lo que Federico Campbell llamó la novela de la justicia o la “novela de ambiente judicial” que no es la novela policíaca ni la novela negra, para lo que siempre ha sido y es el periodismo de investigación con sus líneas investigativas, críticas y narrativas: un periodismo y una literatura en la novelística del delito, la violencia, el crimen, la corrupción y la impunidad, donde el periodista la hace de escritor y el escritor de periodista, con la indagación desde los pensamientos hasta las palabras, los actos y los hechos, en el caso de los políticos, empresarios y narcotraficantes, de ayer y hoy en día.
El Yo Sé de Pasolini es tan intenso por político como intenso es el Yo Sé periodístico de Saviano: “Yo sé, y tengo las pruebas. Yo sé dónde se originan las economías y de dónde toman su olor. El olor de la afirmación y de la victoria. Yo sé que exuda el beneficio. Yo sé. Y la verdad de la palabra no hace prisioneros, porque todo lo devora y de todo se hace una prueba. Y no debe arrastrar contrapruebas ni hilvanar sumarios. Observa, sopesa, mira, escucha. Sabe. No condena a ninguna trena (cárcel) y los testimonios no se retractan. Nadie se arrepiente. Yo sé, y tengo las pruebas. Yo sé dónde se deshojan las páginas de los manuales de economía, transformando sus fractales en materia, cosas, hierro, tiempo y contratos. Yo sé. Las pruebas no se hallan ocultas en un ningún pen-drive custodiado en un hoyo bajo la tierra. No tengo vídeos comprometedores en garajes escondidos en inaccesibles poblaciones de montañas. Ni poseo documentos ciclostilados de los servicios secretos. Las pruebas son inconfundibles porque son parciales capturadas por el iris, explicadas con palabras y forjadas con emociones que rebotan en hierros y maderas. Yo veo, presiento, miro, hablo, y así testimonio, fea palabra que todavía puede valer cuando susurra ‘Es falso’ a la oreja de quien escucha las cantinelas en versos pareados de los mecanismos del poder. La verdad es parcial; en el fondo, si pudiera reducirse a una fórmula objetiva, sería química. Yo sé, y tengo las pruebas. Y por ello hablo. De estas verdades.” Hasta aquí y lo que haga falta, de entre las sombras, las que aparezcan con las verdades, son las líneas de investigación-indagación en el trabajo periodístico que un periodista y/o un escritor deben plantearse ante y para la exigencia de la realidad, aunque sea de temática especializada, de asunto público y de problemática social, la realidad, la sola realidad circundante, corrupta e impune desde adentro, fija y móvil afuera, más que una especulación es una afirmación en las líneas-interrogantes-respuestas de la investigación.
Más que una especulación, una afirmación, y quien la afirmó ante las interrogantes del periodista Julio Sherer García, fue El Mayo Zambada como respuestas, al aire, en algún lugar de la sierra:
¿Alguna vez ha sentido cerca al ejército?
 —Cuatro veces. El Chapo más.
 —¿Qué tan cerca?
—Arriba, sobre mi cabeza. Huí por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me estoy quieto, como al Chapo.
Y si no fue así, El Chapo, no lo dijo, ni el Gobierno, cuando el Yo Sé es más que la especulación. Es el Yo sé que observa, sopesa, mira, escucha. Sabe.  ¿Y quién es en el Yo sé que observa, sopesa, mira, escucha. Sabe?  En el relente y en la ralentización de los pensamientos, las palabras, los actos y los hechos de la velocidad informativa, el poder se auto-obstruye en la fuga inercial de la re-captura: todo poder es el todo modo de reconstruirse al destruirse. El Yo sé de Pier Paolo Pasolini, fue y sigue siendo: Pero no tengo pruebas. Ni siquiera tengo indicios. El problema es el siguiente: los periodistas y los políticos, aun teniendo pruebas y sin duda indicios. ¿A quién corresponde, pues, dar esos nombres? Estamos, se quiera o no, entre la sequedad y la dureza sciascianas y la duda y la sospecha campbellianas. El periodista Manuel Buendía, ¿lo supo o no?  El político Manuel Bartlett, ¿lo sabía o no? Jesús Blancornelas, ¿supo o no de un asesino solitario? Elmer Mendoza, ¿nomás se lo imaginó? Las respuestas, al aire y al socaire, si no son llevadas como a las palabras que se las lleva el viento para que sean desoídas, hay que desembozarlas de las sombras, las sombras parapléjicas y peripatéticas, las sombras corruptoras e impunes, las sombras de los pensamientos, de los actos y de los hechos: las sombras de las sombras del caudillo y del presidente, y de la corrupción y de la impunidad son hijas y son hijos la transparencia y la rendición de cuentas, el Pacto por México y las reformas estructurales, los políticos y los empresarios, los militares y los narcotraficantes, en un país de sombras.

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