El Rosario de mis recuerdos

ENRIQUE HUBBARD. La publicación, un reconocimiento a su padre.
ENRIQUE HUBBARD. La publicación, un reconocimiento a su padre.

En honor a Carlos Hubbard Rojas (1912-2002)
Nelda Ortega
Don Carlos recibió en su lecho de muerte la llamada de Enrique Hubbard Urrea, su hijo, pidiéndole que lo esperara.
“No te preocupes, no me voy a morir, fíjate que ya me morí dos veces y no duele”, respondió hilarante Don Carlos a su hijo el embajador de Filipinas, quien apuraba el papeleo y los trámites de rigor para agilizar su salida de aquel país lo antes posible porque su padre se encontraba en etapa terminal y quería despedirse de él.
Enmudeció y atónito por la respuesta y una vez repuesto de lo que había escuchado, el diplomático habló con el médico que vigilaba la salud de historiador, cronista y periodista rosarense.
Efectivamente, Don Carlos había sufrido dos infartos que provocó la movilización de los especialistas y en ambas ocasiones lograron arrebatárselo a la muerte.
Pero “El Emba”, seudónimo de Enrique Hubbard, fue advertido para que le diera celeridad a sus trámites y llegara pronto a despedirse de Don Carlos. Más no podían hacer.
“Te está esperando”, escuchó el diplomático en su teléfono.
Más de una década ha transcurrido y el episodio es traído al presente entre muchas anécdotas de Don Carlos.
Cuando Enrique Hubbard habla de su padre le brillan los ojos y refleja la sonrisa con la mueca característica del rosarense que hasta el último aliento de vida lo identificó.
No oculta la admiración a los recuerdos y dichos de Don Carlos. Y la espontaneidad brota del embajador como lo hacía de su padre.
Como un homenaje, marcó la pauta y delineó el contenido del texto “El Rosario de mis recuerdos”, editado por el Ayuntamiento de El Rosario, la Secretaría de Educación Pública y Cultura y la Fundación Doctor Enrique Peña Gutiérrez.
A modo de presentación, Hubbard Urrea describe a su padre como un conocedor de vida y milagros de sus coterráneos, pero también como un valiente escritor que describe situaciones que marcaron la Revolución:
“Acucioso indagador de archivos, poco a poco atesoró un importante acervo documental; bibliografía, material de consulta, fotografías, hemeroteca y correspondencia, referencia obligada para los estudiosos. El material acumulado por los años, aunado a sus naturales dotes de escritor, lo llevaron a editar cuatro volúmenes hoy compendiados, mismos que van dedicados a su tierra y a su gente: ´Mi Barrio 22´, ´Los Chupapiedras´, ´Cuentos de mi Rosario´e ´Historias de un Mineral´, que narran la historia del pueblo y las de sus hijos notables.
Retirado del servicio exterior, Enrique Hubbard es uno de los sinaloenses ejemplares en el mundo, en la lista de la iniciativa privada de Sinaloa, cuenta con una maestría en Administración Militar para la Seguridad y Defensa Nacionales otorgada por el Colegio de la Secretaría de la Defensa Nacional.
No deja de sorprenderse por las decisiones e inteligencia de su padre, a quien considera adelantado para su época, pues sin contar con elementos tecnológicos hizo una compilación histórica documentada de eventos y sucesos que trascendieron en la vida de El Rosario.
El niño Enrique Hubbard, con Pedro Infante e Irma Dorantes.
El niño Enrique Hubbard, con Pedro Infante e Irma Dorantes.

El 26 de diciembre del 2012 participó en la presentación del libro para celebrar el 100 aniversario de su nacimiento. Los presentadores fueron el ex alcalde Luis Villegas y el historiador Rafael Valdez, dando el ángulo personal e histórico respectivamente.
Sus ocurrencias e ingenio, relata Enrique Hubbard, son parte de la personalidad que prevalece en la familia, con frases que han trascendido de generación en generación.
Aunque aún desconoce si el tres de agosto próximo se hará algún evento conmemorativo para Don Carlos, en el marco de los festejos de la fundación de la Ciudad Asilo de El Rosario, la disposición para que se divulgue su acervo persiste.
Contrario a lo que se cree, Carlos Hubbard no fue fundador del periódico Rumbos, sino su hijo Carlos.
“Mi papá fue la imagen del periódico, hablar del Rumbos era hablar de Don Carlos, pero mi hermano mayor fue quien lo fundó, pero después emigró, se fue a Hermosillo, y lo agarró mi papá y le dio su estilo y sabor, y se convirtió en algo maravilloso”, indicó.
“El Emba” recuerda que El Rumbos se vendía más por suscripción, registrando un impacto en los lectores rosarenses radicados en diferentes países del mundo.
El ejemplar, que no contenía noticias internacionales, nacionales ni estatales, daba cuenta solo de lo sucedido en El Rosario. Cuando llegaba a los lectores, relata, era como que llegó una carta de la casa.
Don Carlos decía: “no se dio la noticia de quién mató a Kennedy, pero sí se dio la noticia de cuando se murió el Gocha, el chofer de taxi.
Cuando los paisanos regresaban a su terruño en periodos vacacionales aprovechaban para renovar la suscripción del periódico, que además divulgaba el nombre y sede de los llamados Cónsules, designados por Don Carlos para que apoyaran a sus paisanos en algún problema que tuvieran en otras ciudades.
“Por ejemplo, nombró cónsul de El Rosario en Guadalajara a Roberto Rojo, aparecía en periódico su nombre, entonces si alguien tenía un problema buscaba a Roberto Rojo en Guadalajara”, explicó.
Es curioso, agregó, “porque fui Cónsul, mi hijo es Cónsul, cuándo se iba a imaginar él que todo esto que hizo era un cargo honorario, no tenía ninguna retribución económica, y era toda una distinción, iba a terminar siendo una realidad en la familia”.
Con la expresión de Don Carlos presente en cada frase, Enrique Hubbard da cuenta de cómo el nombramiento de cónsules en el mundo le dio a El Rumbos, una proyección sin precedentes.
“Mi padrino Apodaca, fue embajador en Finlandia y en una ocasión que vino de vacaciones le mandó una muy curiosa carta a mi papá y le reclama: Oye Carlos, estuve en España y me encontré con Adrián Félix y me prestó El Rumbos y lo leí; Estuve en París y me encontré con Espinosa de los Monteros que me prestó El Rumbos, y lo leí; ¡Estuve en Estocolmo y no había nada!, ¿Qué pasa?”, carcajea.
Recuerda cómo es que junto con sus hermanos, recibían la indicación de Don Carlos para doblar perfectamente el rotativo, recortar de una lista de nombres el correspondiente y pegarlo con engrudo, y ser depositado en el correo de segunda clase para que llegara a su destinatario. Tardaba mucho en llegar, pero siempre llegaba.
Heredó de Don Carlos no nada más el gusto por la lectura que desde niño le fue inculcando —hasta retarlo a dejar de leer texto con dibujos y enfocarse en la que no los tenía—, sino también la agudeza para escribir, aunque reconoce que le falta el ingenio.
De texto ingenioso y elegante, Don Carlos heredó también frases que a la vuelta de muchas décadas, ha logrado descifrar.
Además de haber sido actor, tocaba la guitarra y cantaba, aunque no heredó en uno solo de sus 14 hijos todas sus cualidades.
Sin ser el mayor de sus hijos, Don Carlos Hubbard depositó en Enrique Hubbard la responsabilidad de cremar sus restos y depositarlos en el panteón San Juan ubicado en la cabecera municipal de El Rosario.
Los 14 hijos, producto de los tres matrimonios que tuvo Don Carlos, se despidieron de él en la clínica de Mazatlán donde se encontraba hospitalizado.
Las tías católicas llevaron a un sacerdote para que le diera la extrema unción a Don Carlos, quien es visto por su hijo como un hombre liberal que si bien creía en Dios, se mantenía reacio a las cuestiones religiosas.
“Cuando llegué voy viendo que estaban las tías con el sacerdote, me salí a esperar, ya que terminó, entré y me dijo: sí, ya sé que me vas a decir que porqué ahora que ya me voy a morir me dio por todo esto, es por ellas, ellas se sienten mejor así, las viejitas”, relató.
Una vez solos, Enrique Hubbard le preguntó a su padre si eran verdaderas las versiones de la gente que deja de existir por unos segundos y luego es revivida por los médicos, de que existe una luz, pero a su manera Don Carlos negó tal versión.
Yo no vi nada, me dijo, ‘a mi se me apagó la luz, vi todo oscuro y de pronto volví y no sentí nada’, él no tenía miedo, él ya estaba decidido y estuvo planeando desde antes, cada vez que entraba alguien le encargaba algo”, platicó.
Interminables los relatos sobre su amistad con Lola Beltrán y Pedro Infante, su trabajo en la administración pública, el cine, el teatro, las amistades y los hijos, Enrique Hubbard pasa unos días de descanso en El Rosario, ciudad que lo vio crecer, donde su padre, forma parte de la historia que estará presente en la memoria de los rosarenses.
El hombre alto de figura delgada que con espontaneidad hizo suyos los personajes de El Rosario, nunca dijo abiertamente a su hijo, el de en medio, que quería ser reconocido ni que se le rindieran homenajes, pero en el fondo, Enrique Hubbard lo sabía y ve en la publicación de este libro una manera de hacerlo.

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