El periodista Javier Valdez en el programa Letras en la Plazuela

letras en la plazuela 2

La realidad lastimosa de “Los huérfanos del narco”

 

La invitación fue abierta, en las redes sociales se empezó a maquinar para poder asistir un ratito, a escuchar las lecturas de un libro de alguien ya conocido. Javier Valdés, el invitado especial. Y  “los huerfanos del narco”, su material más reciente en su deambular entre las letras que se transforman en libros.

Eran las 11:00 de la mañana, calurosa, como aquí en esta ciudad no hay de otras, ya estamos impuestos. La carpa blanca se erguía en la plaza junto al quiosco, y protegía esas sillas que eran alrededor de veinte. Y el micrófono extendía la invitación a los transeúntes, “pasen a tomar asiento, no hay acceso, es todo libre. En unos momentos daremos inicio”.

Más de uno se mostró curioso, se detenían a observar y prestaban atención a lo que estaba ocurriendo, se clavó la espina y en más de uno generó fruto. Unos momentos antes  de dar las once hizo su aparición el autor, arropado por ese sombrero característico en él, con la sonrisa afable y con un brillo especial en los ojos. No lo podía negar, estaba entusiasmado. Caso curioso, parece que el tiempo se compadeció de los asistentes y de la ocasión. Se nubló un rato y hasta soplaba un viento fresco. Tomamos lugar en el asiento de nuestra elección.

 

Y así fue, cada uno de los presentes  estaba ahí, por elección, por gusto y más de alguno por curiosidad. Javier empezó por leer su columna, “la malayerba”, quizá lo hizo por reflejo, fue un lapsus un tanto ligero para empezar a entrar en lo más fuerte, lo más profundo e íntimo. Los huérfanos.

Nos metió en su realidad, la propia de un libro que habla de eso que callan  muchos porque les gana el silencio. Nos habla de Iñaki, de su corta edad, de sus sonrisas, de su vida envuelta en papeleos legales, de la desaparición de su madre. Nos habla de la esperanza en sus labios, en sus ojos, en su corazón inquieto, de la búsqueda de ese amor que le arrebataron las circunstancias.

Leyó bastante, el tiempo se fue como agua en las manos en dos de once historias que tiene ese libro dentro. Para cuando reaccionamos, el pequeño auditorio estaba lleno, había gente de pie, escuchando su voz, que se pausaba, se debilitaba y en momentos parecía quebrarse, yo me estremecía  con lo que él leía, supongo que él, no me consta pero lo sentí así, recordaba lo que le tocó vivir en carne viva, y como fue más de lo que algunos podrían soportar. Y lo confirmó posteriormente, nada lo preparó para esto, para la verdad que se guarda en las entrañas.

Esta entrega marca su evolución, entra en esas aguas propias del alma y nos desnuda con lo que comparte, nos hace sentirnos pequeños, en momentos impotentes y nos pone en una circunstancia que pocas veces experimentamos, la del dolor, el íntimo, pero en esta ocasión, uno ajeno.
De eso es este libro. De lo que se calla, de lo que se niega, o lo que se ignora, ya sea por desconocimiento o por hipocresía. Está en el borde, ahí de frente a lo oscuro, donde muchos no se atreven a estar, y donde las palabras no generan eco, porque ahí, en ese espacio, los sentimientos doblegan cualquier voz, derruyen sueños enteros, las pesadillas  dominan y marcan, y no precisamente con tinta, sino con un fuego que quema, pero esta vez por dentro. Hace falta valor para escribir sobre esto.

La verdad es que le faltan palabras para describir esta andanza. Esta convivencia en carne propia, de lo que sucede cuando el hecho en cuestión deja de ser noticia para muchos y se convierte en la realidad lastimosa de unos cuantos. Pero él terco, las saca, pausadas, con golpeteo, directas y crudas. Transmite ese mensaje, hace que otros sientan la herida.

Sin embargo hay algo que agradecer al autor, nos pone en una dinámica difícil y cruda, se convierte  en su voz, toma ese lugar que muchos no desean, ahí hay mucho que decir, él mismo lo externa, y no parará en su andar.

 

Nos manifiesta por sobre todo, que no hay corazón pequeño, que a pesar de que los ojos lloran y la sangre galopa entre espinas y sufrimiento, la esperanza se mantiene, brota y renace, se hace más fuerte ante todos aquellos que somos testigos de ello. Y quizá este libro sea el fruto de eso que no se dice, pero que existe, esta antología de historias de deudos de una sociedad golpeada y en ocasiones cómplice de lo que sucede ante todos y de  lo que se habla solo a puertas cerradas. Pero Javier no es partidario de ello, busca con este libro y con otros más, dar un espacio a esas voces, que se han apagado, a esas que muchos prefieren ignorar mirando hacia otro lado, esas mismas que nos dicen detrás de las líneas que a pesar de ello, aún hay futuro, aún hay un mañana, aunque hoy se mantenga oscuro.

 

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