Paraísos artificiales

 

Los planos abiertos y largos invitan a la contemplación en ese “paraíso” de la costa de Veracruz, en el poblado de Jicacal, donde la fuerza de las olas se debilita al adentrarse en la densa selva que llama a la soledad y al encuentro de sí mismo.

Entre enormes árboles, matorrales, el ganado que se siente seguro de estar en su sitio, casas abandonadas y un modesto hotel con el único atractivo de una hermosa vista al mar, Luisa (Luisa Pardo) intenta por tercera vez en su vida, luego de estar en dos clínicas de rehabilitación, enfrentarse a sus demonios y liberarse de un vicio que se resiste a dejarla.

Los primeros días, la chica residente de la Ciudad de México, prefiere estar sola y hablar poco. Todavía le queda algo de “chiva” que acompaña con tabaco ligero, y su cuarto, con sólo una cama y una pequeña mesa como buró, es el mejor lugar para consumirla.

La necesidad de un encendedor para prender su cigarro, hace que la chica conozca a Salomón (Salomón Hernández Rosales), un lugareño que divide su tiempo entre el trabajo y fumar mariguana, sólo para confirmar que el camino que eligió para dejar las drogas no será nada fácil.

Los nuevos amigos, a pesar de la diferencia de edad, se internarán en la selva para compartir sus experiencias con los estimulantes, de lo complicado que es dejarlo, en el caso de ella, y de lo convencido que él está de que la marihuana no es dañina, porque con 30 años de fumarla, no le ha pasado nada malo.

Luisa estará más tiempo con Salomón, tanto en su trabajo como al divertirse y distraerse: cuando van con un lector de la biblia que combina perfectamente sus creencias religiosas con el consumo de su droga favorita; a una cantina y a la casa de uno de sus amigos, con quien se emborracharán hasta quedar tirados en el suelo y cantar lo que sea.

Llega el momento en que a la chica se le termina su dotación de heroína y la desesperación comienza a invadirla, por lo que su tranquilidad la lleva llamarle a un amigo para pedirle ayuda, y a Salomón que no la deje salir de su cuarto. A los encargados del hotel no les parece la mejor manera de solucionar el problema, por lo que decidirán otra de la que posiblemente Luisa y su nuevo amigo no salgan bien librados.

Paraísos artificiales (México/2011), dirigida por Yulene Olaizola funciona como mitad documental y mitad ficción: salvo Luisa, (también colaboradora del guion junto a Fernando del Razo y Olaizola), el resto de los que aparecen en el filme no son actores profesionales, pero su naturalidad, espontaneidad y seguridad ante la cámara hacen que no se tome en cuenta la ausencia de técnica actoral y se piense que se trata de imágenes “reales”.

El amplio espacio que deja ver la cámara de ese verdadero “paraíso” de Veracruz (la fotografía a cargo de Lisa Tillinger es uno de los mayores aciertos), sin diálogos (de hecho, al inicio pasan varios minutos antes de que se escuche a los personajes), hace que el espectador se sienta parte de la cinta y se involucre con sus actores al grado de comprenderlos.

La cinta, que muestra una ambivalencia interesante: una biblia que es la vez escudo y espada, la intención de la protagonista por salir de las drogas pero su insistencia en consumirlas, el discurso de Salomón de que la mota es saludable no como los cigarros, la puede encontrar en mubi.com. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1106
GALERÍA
Se desató el caos en los Emiratos Árabes Unidos después de que el país fuera testigo de las lluvias más intensas de los últimos 75 años, registrándose en algunas zonas más de 250 mm de precipitaciones en menos de 24 horas
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.