Julieta

 

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Si con Los amantes pasajeros (2013), para algunos, Pedro Almodóvar decepcionó por mostrar una comedia simplista y ligera —no por eso una mala película o poco taquillera, sino todo lo contrario—, tres años después regresa con Julieta (España/2016), un drama que se apega más a su estilo, aunque sin llegar a las alturas de uno de sus mejores filmes: Volver (2006).

Cuando ya tenía resuelto irse a Portugal a vivir con Lorenzo (Darío Grandinetti), Julieta (Adriana Ugarte, de joven/Emma Suárez, mayor) se topa en la esquina de una de las calles de Madrid con Beatriz (Sara Jiménez, adolescente/ Michelle Jenner, joven), la que fuera mejor amiga de su hija Antía (Jimena Solano, niña/Priscilla Delgado, adolescente/Blanca Parés, joven), sólo para enterarse de algo que le hará reconsiderar su cambio de residencia.

Julieta tiene 12 años que no ve a su hija, porque después de estar en un retiro espiritual por tres meses, decidió ya no regresar a casa y desaparecer. La madre la buscó en todos lados, le festejó tres cumpleaños, hasta que se convenció que no iba a volver, e intentó olvidarla y hacer otra vida.

Por eso cuando Beatriz le dice que vio a su amiga, feliz con sus tres hijos, Julieta finge saberlo, pero una vez que se despiden, con todo el pasado de regreso, resuelve no dejar la capital de España, separarse de su novio y contemplar la no tan mala idea de traer al presente a Antía y buscarla de nuevo.

En ese trayecto, Julieta escribirá de ese lapso en el que era feliz al lado de su hija y su esposo Xoan (Daniel Grao), quien en un momento también desapareció de la vida de las dos, para siempre.

Desde la primera imagen, en los créditos, el sello de Pedro Almodóvar se hace presente en Julieta: el predominio del color rojo —uno de sus preferidos— que está en la ropa, los muebles, las paredes (con esas impresionantes texturas setenteras), las bolsas y en cada uno de los detalles.

Otra de sus fascinaciones son las mujeres, y en Julieta la presencia femenina —no nada más por la cantidad de actrices que aparecen— es uno de sus aspectos importantes, por lo que estamos ante una historia desde el punto de vista de una de ellas: la frustración, nostalgia, tristeza, impotencia, resignación y lucha de una madre por encontrar a su hija.

La referencia a la homosexualidad y a los personajes travestidos, es otro de los temas recurrentes en las películas del director de Todo sobre mi madre (1999), La mala educación (2004) y La piel que habito (2011), y Julieta —aunque de manera más sutil— no iba a ser la excepción.

La historia no podía cerrarse mejor que con ese Si no te vas de Chavela Vargas, que resume lo que Julieta le quiso decir a Antía en un momento, pero tuvo que tragarse, porque la hija no le dio la posibilidad de cuestionarla, reclamarle y suplicarle.

Que si es la más almodovariana de sus cintas o no, es lo menos: no están los intérpretes de siempre, de hecho la mayoría son novatos en el mundo de Pedro, salvo Rossy de Palma (que ha estado en al menos otras seis) y Darío Grandinetti (en una); el tema no es tan escabroso; y el ritmo es más lento que dinámico, pero la película funciona de principio a fin y merece, sin duda alguna, que se le vea… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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