El lobo de Wall Street

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Se puede pensar que los 180 minutos de duración de El lobo de Wall Street (The wolf of Wall Street/EU/2013) son una desventaja, y que hay que tener mucha disposición para estar tanto tiempo en la butaca, pero, de entrada, hay dos elementos importantes que hacen desaparecer todo lo que pueda estar en contra de la cinta: la dirige Martin Scorsese y la protagoniza Leonardo DiCaprio.
El realizador es uno de los mejores, con películas como Taxi Driver (1973), Toro Salvaje (1980), La edad de la inocencia (1993), Buenos muchachos (1990), Los infiltrados (2006) y La invención de Hugo Cabret (2011);  ahora con esta cinta, cuyo guión es de Terence Winter -basado en el libro de Jordan Belfort-, el neoyorkino demuestra una vez más su habilidad detrás de la cámara.
Se puede suponer que DiCaprio nunca ha sido mal actor, aunque estuvo en filmes no tan buenos, y tal vez con directores no tan hábiles, pero desde su contacto con Scorsese y Quentin Tarantino, por ejemplo, ha dejado claro que es mejor actor de lo que se le pudo haber considerado.
Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) es un corredor de bolsa que empezó como el más insignificante empleado, pero que tuvo la suerte de toparse con Mark Hannah (Matthew McCoughney), quien le enseñó cómo trabajar, quitarles el dinero a los clientes, y, de paso, le aconsejó consumir cocaína, ir con prostitutas y masturbarse dos veces al día.
Es así como conociendo sus habilidades, Jordan decide empezar una empresa por él mismo: Stratton-Oakment, en la que se dedica a convencer a la gente en invertir dinero, de hacer un negocio del que, definitivamente, saldrán estafados.
El problema empieza cuando a “El lobo de Wall Street” lo investiga el FBI, y hace todo lo posible para encarcelarlo, por lo que, para salvarse, Jordan se verá en la posibilidad de hablar de quienes lo apoyaban en su empresa.
La cinta batalla por mantener un ritmo adecuado y ágil; de repente parece que va a caer (por ese discurso repetido de Jordan), pero logra levantarse de nuevo, generalmente con un elemento de exceso (Belfort drogado, dando conferencias, siendo infiel, capacitando a sus empleados o utilizándolos como proyectil…), que capta la atención del espectador.
El también protagonista de La playa (2000), no puede ser más cínico, tramposo, labioso, mujeriego y drogadicto; es excelente la forma en que va de un rol a otro: convencer, conquistar, ganar dinero y hacer que sus empleados lo vean como a un dios, por lo que no es casualidad su nominación al Oscar como mejor actor.
Son muchos los buenos momentos, pero es difícil olvidar ese donde Jordan entra a un hotel para hacer una llamada desde un teléfono público, y donde el efecto de unas pastillas se activa: lo que se verá a continuación sólo es muestra de la impresionante capacidad histriónica de Leonardo DiCaprio.
Jonah Hill, como el colaborador cómplice más cercano de Jordan no se queda atrás, y entrega un papel que, en ocasiones, logra desesperar, pero es igualmente disfrutable que el de su compinche.
El lobo de Wall Street, es una de las cintas que pretende quedarse con la estatuilla dorada, el próximo mes. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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