Alí Babá y los cuarenta ladrones

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Cuentan que esta legendaria banda, en una reciente asamblea que celebraron en el piso más alto de la famosa Roca cuadrada, la guarida oficial, determinaron influir lo suficiente para que en el Congreso —no dijeron a cual congreso se referían—, se cabildeara para lograr un anexo en la Ley Constitucional del Estado, que prohibiera a los representantes de la prensa en general, intervenir cuando de un hecho violento se tratare. Obvio es entender, que en ello debía incluirse todo acto nocivo que fuera en contra de los intereses de la sociedad en su conjunto. Por tanto, tal decreto dejaría notablemente restringida la libertad de prensa, pues el artículo incluía que los reporteros no debían acercarse al lugar de los hechos, no debían tomar fotografías, ni videos, tampoco hacer entrevistas a involucrados o testigos. Así, el trabajo de los representantes de la prensa se concretaría a tomar nota del boletín que el vocero oficial del gobierno les daría en el momento que estimara conveniente.
El caso es que la famosa banda logró, no se sabe cómo, que aquel Congreso aprobara lo necesario para asentar el nuevo mandato. Al paso de los días, las protestas de parte del pueblo se fueron intensificando. En la argumentación exponían que tal decreto, en principio, era un flagrante atentado en contra de La Libertad de Expresión, pero lo más grave, estimaban, era que las noticias serían manejadas al criterio de personas que no tenían ni la más remota idea de lo que era la difusión de noticias; por tanto, el riesgo de que los hechos nunca se dieran a conocer con imparcialidad, era real; de ahí la sospecha de que ésta era la verdadera causa, de lo que consideraban, era una aberrante idea.
Los integrantes de la famosa banda de Alí Babá, también empezaron a especular sobre el último asunto expuesto. Que no se supiera de sus fechorías, iba en detrimento de uno de sus más elementales causas: la imposición del terror, puntal del éxito de sus acciones; uno y otro empezaron a especular sobre aquél y otros puntos, llegando así a la conclusión de exponerlo al jefe. Se encerraron en la famosa Roca, a piedra y lodo, no por miedo, sino porque ahí disfrutan del confort y las atenciones de su fiel servidumbre. No se sabe cómo es que se supo lo que ahí trataron, pero de buena fuente nos llegó esto:
—Jefe, yo creo que la aprobación de esa ley, que ahora se conoce como Ley Mordaza, no nos conviene.
Arqueando una ceja el llamado jefe, aspiró hasta ensanchar su poderoso pectoral, así miró a su esbirro intentando intimidarlo, pues su decir encerraba muestras de que había pensado, lo cual era peligroso; por cierto, se trataba del capitán de los 40 ladrones, y vocero oficial del grupo.
—Habla Kasiaan –Casiano en español- dijo por fin el jefe, clavando su mirada en su lacayo.
—Jefe, tome en cuenta que si la gente ya no se entera de la fiereza de nuestros asesinatos, de nuestros violentos asaltos, de nuestros efectivos secuestros, en los que implementamos la tortura, y que estamos resueltos a llegar a lo que sea con tal de cobrar los rescates, nuestra imagen de maleantes terribles se debilitará y…
—Precisamente esa imagen nos está perju…
El Jefe desmesuró los ojos cuando Kasiaan se atrevió a interrumpirlo, de nuevo ensanchó el pecho y alzó la diestra como para emitir una sentencia; pero se quedó en el intento porque su esbirro no se amilanó, al contrario, alzó la voz para afirmar:
—¡Jefe, por favor! Tome en cuenta que si el pueblo no se entera de que nosotros somos los que imponemos el terror con nuestras acciones, y que además dejamos entrever que robamos los combustibles de Pemex, de que tranzamos con quien sea para seguir explotando los giros negros, que somos los que manejamos, bajo extorsión, los contratos de la obra pública y controlamos los arreglos con la delincuencia en general, incluyendo el aparato judicial, y que somos los verdaderos directivos de el Cereso, dicho sea de paso —agregó con una sonrisa triunfal— la mejor universidad del crimen; en suma, mi jefe, seguir siendo con toda impunidad, pues, la delincuencia mejor organizada.
La continuación de esta historia que ocurre en Tumbooktoo, en muchos estados de la República Mexicana, pero no en Sinaloa, porque el pueblo sinaloense es valiente y no se deja; en aquellos lugares sigue su curso el drama… en qué terminará. Yo, no lo sé, pero tal vez tú sí.
Leonidas Alfaro Bedolla
leonidasalfarobedolla.com

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