Cuba y Estados Unidos, relaciones de fuego y hielo

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Raúl Castro y Barack Obama sincronizaron sus relojes. El Presidente Cubano y el de los Estados Unidos iniciaron casi simultáneamente el 17 de diciembre sus discursos, anunciando una nueva etapa en las relaciones diplomáticas y comerciales de ambos países. Y como prueba, los americanos liberaron a tres de los conocidos como Cinco héroes —los otros dos ya habían obtenido antes su libertad—, y los deportaron a Cuba. A su vez, la Isla respondió poniendo en libertad a Alan Gross, igualmente acusado de espía, como los tres capturados en Miami. Con estos discursos concluye un capítulo de una guerra sorda que abarca toda la segunda mitad del siglo XX. Desde 1960, en que el Congreso americano autoriza un embargo comercial total de Estados Unidos contra Cuba, y al año siguiente el rompimiento de las relaciones diplomáticas. Hasta la invasión a Bahía de Cochinos y el cobijo completo a los inmigrantes cubanos en Florida.

Se superan diferencias, sigue el conflicto

Rafael Rojas*
Desde que el Gobierno de Raúl Castro aceptó abiertamente la idea de un canje de prisioneros entre el contratista Alan Gross, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y tres agentes de la seguridad cubana, encarcelados en territorio norteamericano, se liberó el cerrojo que podía abrir la puerta al restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
La demanda de flexibilización del embargo y normalización de vínculos diplomáticos crecía desde los años noventa, tras la desaparición del campo socialista, pero la ley Helms-Burton (1996), que colocó el embargo bajo la autoridad legislativa del Congreso, postergó aquellas expectativas.
La derrota de los demócratas en las pasadas elecciones intermedias celebradas el pasado 4 de noviembre concedió, paradójicamente, más autonomía al presidente Barack Obama en materia de política exterior. Gracias, en buena medida, a la intervención del Vaticano, Canadá y de dos senadores, el demócrata Tom Udall y el republicano Jeff Flake, el presidente decidió aprovechar el intercambio de prisioneros para dar un giro a las relaciones entre ambos países.
Sin tocar el meollo legal del embargo, Obama anunció una serie de medidas, entre las que se incluyen la reapertura de embajadas, el aumento de las remesas y la autorización de operaciones de empresas norteamericanas en la isla, que constituyen un hito en la historia hemisférica.
Un nuevo campo de batalla
Tan evidente es que este fin del diferendo no representa el fin del conflicto, sino su mutación e, incluso, reproducción, es que la clase política cubano-americana ya se moviliza para boicotear la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Desde ambas Cámaras del Congreso, veremos, a partir de ahora, múltiples obstrucciones al descongelamiento de las relaciones bilaterales.
También veremos cómo la normalidad diplomática se convierte muy pronto en un campo de batalla entre el Gobierno de Raúl Castro, el de Barack Obama y, sobre todo, el del sucesor de este último. Cómo la actual Oficina de Intereses, la próxima Embajada, además de uno de los lugares más concurridos de La Habana, seguirá siendo vista por el régimen como un lugar amenazante, desde donde se alienta la democratización de la isla.
La atmósfera claramente favorable al entendimiento entre Estados Unidos y Cuba que se observa en América Latina también puede ser efímera o engañosa. Muy pronto, en foros como los de la próxima Cumbre de las Américas, en Panamá, veremos reafirmarse la confrontación ideológica entre la mayoría interamericana del continente, que apuesta, a la vez, por la democracia y la soberanía, por las buenas relaciones con Estados Unidos y Cuba, y la minoría “bolivariana”, que se nutre, política y simbólicamente, del desencuentro entre las dos Américas.
El fin del diferendo diplomático entre Estados Unidos y Cuba cierra, finalmente, un epílogo de la guerra fría en el hemisferio occidental. Pero el conflicto continuará, mientras en Cuba persista un régimen de partido único, control estatal de la sociedad civil y los medios de comunicación y represión sostenida de la oposición pacífica.
*Rafael Rojas es historiador. Nacido en Cuba, vive en México, donde acaba de publicar Los derechos del alma (Taurus), continuación de Las repúblicas del aire.
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Los que se fueron de Cuba

Miguel Ángel Vega
CIUDAD DE MÉXICO.- El reinicio en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha dejado un buen sabor de boca en la comunidad cubana que reside en el Distrito Federal, que parece estar feliz con el anuncio hecho porque beneficiaría la economía de ese país, y por consiguiente a los cubanos que viven en la Isla.
“Es un anuncio histórico, y esperemos que llegue el momento en que los cubanos puedan salir de Cuba libremente, sin necesidad de huir en balsas, o casarse con un extranjero para poder viajar”, opinó Emilio González, un cocinero cubano que desde años labora en un restaurante de la colonia Roma.
No obstante tuvieron que pasar 50 años para que estas relaciones se restablecieran, precisamente la edad de José Alberto Sequeira, un cubano que, aún cuando tiene una licenciatura en ingeniería industrial, trabaja como portero en un conocido bar cubano del Distrito Federal.
Por ello, dice, la noticia no puede ponerlo más feliz, puesto que sabe lo que implica, principalmente porque como a muchos otros cubanos de su generación, a Sequeira le tocó vivir las carencias en la isla desde principios de los 90, cuando cayó la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y se fortaleció un bloqueo impresionante por parte de Estados Unidos hacia Cuba.
“Se dice fácil, pero a mí me tocó vivir cómo nos quedamos sin alimento, sin aceite para cocinar, sin sal, aún cuando la sal viene del mar y Cuba es una isla; Estados Unidos nos bloqueó no sólo en cuanto a nuestras relaciones con otros países, sino también en los alimentos que procesábamos”, dijo Sequeira, mientras hace un espacio para hablar con Ríodoce.
Según el relato del cubano nacionalizado mexicano, al caer la URSS, el bloque comunista compuesto por diferentes países en el mundo se derrumbó, provocando una carestía en Cuba, y dejaron de llegar apoyos. “De pronto, aviones SR71 sobrevolaban nuestras parcelas donde sembrábamos plátano, papa, arroz, frijol y muchos otros vegetales, y entonces rociaban con químicos las siembras, y las plantas se secaban, y en pocos meses ya no había qué comer”, recuerda Sequeira.
Agrega: “No podíamos procesar aceite (comestible), ni sal porque nuestras procesadoras y salineras fueron destruidas o bien dejaron de funcionar, y de pronto no teníamos nada para comer y el gobierno no nos brindaba lo básico para sobrevivir.” Los suplementos, y demás alimentos que proveían países socialistas en el mundo, al caer la URSS dejaron de proveerse, generando un desabasto entre los cubanos, que no les quedó otra que comer puro pescado.
“Pero sin aceite y sin sal, no nos quedaba de otra que cocinar con agua de mar porque esa agua tenía sal; pero sólo pescado comíamos, porque ni aceite había”, indica.
Por ese tiempo, señala Sequeira, científicos cubanos desarrollaron una ingeniería genética para crear un plátano que resistiera plagas, sequía, y a los productos químicos con que rociaban los aviones SR71: lo llamábamos CENSA.
“Este plátano no sabía a nada. Pero contaba con todos los nutrientes de un plátano normal, y todos en la isla nos pusimos a comer plátano. Tenía una cáscara gruesa, y por ese tiempo a alguien se le ocurrió hervir esa cáscara, y notamos que soltaba mucho aceite, y con ese aceite comenzamos a cocinar.”
Hasta que llegó el momento que a José Alberto Sequeira le surgió una oportunidad para emigrar a México, y así lo hizo. Pero para quedarse en el país, debía casarse con una mexicana, y así lo hizo. Pensaba en las carencias en Cuba, y prefería casarse. Aunque no hubiera amor de por medio, pero era mejor estar en desamor con alguien, que estar en Cuba.
Pero la nostalgia por el regreso siempre lo asaltaba: en cualquier momento y en cualquier lugar. Enviaba dinero, pero sabía que no era suficiente. Él conocía las carencias que había en la isla, pero nada podía hacer.
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Por ello, ahora que Cuba reinicia las relaciones con Estados Unidos, Sequeira no puede estar menos que contento. Porque la situación en la Isla debe mejorar. Porque los cubanos tienen años esperando ese reinicio de relaciones. Y porque más allá de las relaciones políticas que hay en la isla, también está la ilusión por tener mejores condiciones económicas, y un mejor futuro.
Pero entre los casi 30 mil cubanos que residen en el DF, según el INEGI, no todos están conformes con este anuncio. Hay cubanos que omitieron hacer comentarios al respecto porque, observaron otros cubanos, ellos tenían planes de irse a Estados Unidos, y este reinicio de relaciones complicará sus intenciones.
“No todos están felices, pero yo sí, porque este anuncio implica cambios, y esos cambios representan un beneficio para nuestras familias y amigos que están en la Isla”, dijo Emilio González.
Armando Jiménez, un mesero que trabaja en un conocido centro nocturno de México, dijo que recién se había comunicado con su familia en Cuba, y que todos estaban contentos por la noticia.
“La gente sabe que la apertura en las relaciones entre ambos países beneficiarán en el aspecto comercial, económico, en el turismo, y en muchas otras cosas”, dijo Jiménez.
Los festejos tanto en bares, restaurantes y cafés cubanos, iniciarían este fin de semana en la ciudad de México. Los cubanos estaban listos para celebrar lo que ellos llaman “un triunfo histórico”.

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