Al Sica, en estos días aciagos.
Desde que la cambiaron a esta tienda, solía pasarse las tardes viendo a la calle. Instalada en el escaparate se probaba vestidos con regularidad. Llegaban remesas de ropa y se la colgaban los trabajadores como si vistieran a una reina.
Así fue sorprendida aquella tarde. La mirada perdida del otro lado del cristal, descalza, como acostumbraba posar en esa alfombra roja. Sonrisa agradable y de un rojo seductor. Ese vestido blanco ostión que le caía en las piernas y dibujaba ese cuerpo esbelto, tallado y perfecto. Esas manos ofrecidas y extendidas, lo mismo querían dar que esperar…
Fragmento de la columna publicada el 17 de diciembre de 2017 en la edición 777 del semanario Ríodoce, ya en circulación.