Toca la sospecha a Ricardo Anaya

 

CIUDAD DE MÉXICO, 25OCTUBRE2016.- Ricardo Anaya, presidente del PAN, acudió al informe de labores de Constancio Carrasco Daza, presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que se realizó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.  FOTO: MOISÉS PABLO /CUARTOSCURO.COM

De un día para otro, Ricardo Anaya, dirigente nacional del PAN, dejó de ser el “joven maravilla”. Encumbrado en los cuernos de la luna a partir de los resultados electorales de junio pasado, que le dieron a su partido siete gubernaturas de 12 que se disputaron, se convirtió en un precandidato natural a la Presidencia de la República en 2018.

Por primera vez el PAN gobernaría 11 estados y 40 millones de mexicanos. Histórico el resultado, Anaya ubicó al albiazul en la antesala de la Presidencia de la República, cuando dos periodos consecutivos —Vicente Fox y Felipe Calderón— dejaron a su partido en la lona, gracias al fracaso de muchas de sus políticas, sobre todo en materia de seguridad.

“Los mexicanos le devolvieron su confianza a nuestro partido y estamos listos para regresar a Los Pinos”, suele repetir el joven de Querétaro, siempre en medio de críticas al PRI, pero también contra Andrés Manuel López Obrador, puntero en las encuestas y uno de sus blancos predilectos a la hora de atacar a sus oponentes.

Uno de los principales impulsores del sistema nacional contra la corrupción, ahora aparece envuelto en un escándalo debido a sus gastos anuales en los Estados Unidos, donde tiene a su esposa y sus tres hijos.

De acuerdo con información publicada por el diario El Universal, Anaya gasta anualmente 231 mil dólares, —más o menos 4.5 millones de pesos— en renta de una casa en Atlanta y colegiaturas de sus hijos, además de los gastos de sus viajes semanales de México a Estados Unidos para reunirse con su familia.

La carrera política de Ricardo Anaya ha sido exitosa, prácticamente sin tropiezos. Fue diputado local en Querétaro, dirigente de su partido en la entidad, funcionario público en el estado, subsecretario de Turismo en la administración de Felipe Calderón y diputado federal de 2012 a 2015, cuando coordinó al grupo parlamentario del PAN. El cargo le permitió darse a conocer nacionalmente, sobre todo por su énfasis en el tema de la corrupción.

Pero fueron los resultados electorales de junio pasado los que catapultaron la buena imagen del panista. Bajo su dirección el partido logró posicionarse rumbo al 2018 y eso, de manera natural, alimentó su aspiración para competir por la candidatura, en este caso con Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón, y Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla.

Su aspiración es legítima y hacerlo desde la presidencia de su partido también, aunque a los mochos de su partido les parezca “inmoral”. Entró en pugna sobre todo con Margarita Zavala, pues ella aparece arriba en las encuestas cuando de los panistas se trata, y esto lo ubica como un factor de división en su partido. Ricardo Anaya se ha esmerado en aclarar que él no será quien divida al PAN y que ha estado hablando con todos y cada uno de sus antagonistas para sacar de la contienda interna un partido fortalecido, pero este episodio parece ir a contrapelo de sus dichos, pues ya se piensa que se trata de “fuego amigo”.

Anaya ha argumentado que sus ingresos, aunados a los de su esposa —casi 100 mil pesos de salarios entre ambos, más 300 mil pesos en renta de locales—, le sostienen este nivel de vida, pero los números son en sí mismos ruidosos. Gastar medio millón de pesos mensuales —ya con los agregados de rigor— solo en la manutención de su familia en el extranjero es insolente en alguien que quiere dirigir un país con 55 millones de pobres. Si los números le cuadran o no —todo indica que no—, es lo de menos. Ricardo Anaya se nos aparece de pronto como un joven burguesito que no cree en la educación pública de su país, pero tampoco en la que se imparte en los colegios privados y que, por lo mismo, está dispuesto a gastar medio millón de pesos mensuales para que sus hijos tengan —como lo dijo—lo que a él le dieron sus padres.

Y, en todo caso, Anaya debe aclarar las incongruencias entre los números que puso en su declaración Tres de Tres y los gastos que ahora se expusieron públicamente, pues reporta ingresos que son apenas la mitad de lo que gasta en la manutención de su familia. Mientras tanto, es ya un aspirante más bajo sospecha.

Bola y cadena

SERÁ UNA LUCHA INTERNA DURA LA DEL PAN. Margarita Zavala respaldó el Sistema Nacional Anticorrupción y la iniciativa Tres de Tres, pero se ha negado sistemáticamente a hacer públicas sus declaraciones patrimonial y fiscal, a pesar de que le han estado exigiendo que lo haga. Larga debe de ser su cola, que tratará de ocultarla hasta que ya no tenga otra opción. Total, no tiene segura la candidatura y si no la logra, pues entonces para qué exponerse.

Sentido contrario

LA UNIDAD DE SERVICIOS ADMINISTRATIVOS (USE) es uno más de los huevos podridos de Juan Millán Lizárraga. Bajo su administración, fue construida por la empresa Homex, cuyos propietarios, José Ignacio y Eustaquio de Nicolás, fueron claramente beneficiados por el rosarense. Ahora resulta que lo único que se sabe es que la propiedad está respaldada por un fideicomiso que resguarda el banco Santander, pero de las tripas de los convenios, traspasos y contratos, beneficiarios, el propio gobernador finge no saber nada. Pésima la declaración de Malova de que es mejor para ellos que la USE no tenga dueño. Muy propia de su calidad de payaso.

Humo negro

HACE TRES SEMANAS RÍODOCE DIO A CONOCER la orden presidencial de que, ante la emboscada del 30 de septiembre, en la que murieron cinco militares, las fuerzas del gobierno federal atacaran lo mismo a los chapos que a los dámasos y a los mayos, sin distinciones. Corte parejo fue la consigna y parece que el enfrentamiento del domingo pasado, en el que murieron gatilleros al servicio de Ismael Zambada, es un botón de muestra. Hasta nuevo aviso.

 

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