De Cano a Javier Valdez, tragedia y esperanza

Un fiscal de Derechos Humanos calificó el homicidio del director del periódico El Espectador, Guillermo Cano Isaza, Como crimen de lesa humanidad. (Colprensa-Archivo)

No era periodista cuando leí la noticia del asesinato de Guillermo Cano Isaza, en Colombia. Era director del diario El Espectador y la orden de asesinarlo provino de Pablo Escobar Gaviria, entonces jefe del poderoso Cártel de Medellín. Las referencias de El Espectador las tenía más bien porque Gabriel García Márquez había hecho en ese diario sus pininos como redactor de notas editoriales hasta que ascendió al puesto de “máximo nivel” que era el de reportero raso, como el mismo Nobel lo relata en alguna de sus crónicas.

Era diciembre de 1986 y Colombia se debatía en una de las etapas más violentas de su historia, por el poder que habían adquirido en ese país los cárteles de la droga. La prensa de rodillas, Guillermo Cano era uno de los periodistas que con más vigor condenaban el fenómeno y a sus personajes y fue uno de los más férreos impulsores de la ley que luego permitiría la extradición de decenas de capos a los Estados Unidos, cuando ellos preferían una tumba en su país que una cárcel en la Unión Americana.

La muerte de Cano cimbró al país como ninguna otra en esa época, a la sociedad y a las instituciones y, por primera vez, los periodistas voltearon a verse a sí mismos como uno más de los sectores amenazados por la violencia.

Desde que mataron a Javier Valdez busco las terribles coincidencias de estos dos hechos, hasta en la forma en que los asesinaron. Los dos iban saliendo de la redacción cuando fueron atacados, los dos crímenes causaron conmoción en su país y en el mundo, los dos condenaban al narcotráfico y su impunidad, los dos asesinatos obligaron a una reacción inusitada en los gobiernos —en Colombia, el entonces presidente Virgilio Barco citó a un consejo de ministros para analizar la situación y tomar medidas; en México el presidente Enrique Peña Nieto convocó a la Conferencia Nacional de Gobernadores donde anunció el fortalecimiento de los mecanismos de protección a periodistas.

A partir de entonces en Colombia las cosas empezaron a cambiar, pero en México quién sabe. Lo más notable es que se ha observado en los medios de comunicación y en los periodistas una mayor disposición para actuar como iguales aún en la diversidad. Los grandes, los chicos y los medianos están tratando ahora de encontrar puntos de coincidencia para pronunciarse en algún sentido frente al gobierno. Nunca la libertad de expresión había estado tan amenazada ni se habían asesinado a tantos periodistas como en la última década. Por eso el ¡Ya basta! Que retumba todavía en México y en el mundo. Nunca la solidaridad desde el exterior del país había sido tan amplia ni la preocupación por lo que pasa en México tan expuesta.

México merece otro destino y el periodismo mejores condiciones para ejercerse con libertad.

En el último editorial que Cano Isaza escribió en ese diciembre de 1986, se lee:

“Así como hay fenómenos que compulsan el desaliento y la desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante colombiano será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera”.

Javier era muy pesimista y hablaba siempre de la soledad con que el periodista tiene que navegar en las aguas turbulentas de la violencia que generan los cárteles de la droga. Pero nunca perdió la esperanza y eso se explica por la simple razón de que nunca dejó de escribir y de llamar la atención sobre la tragedia que estaba y está viviendo México. Creía en el país, en la gente, en la capacidad del pueblo para cambiar a una sociedad con menos desigualdades, más justa, más democrática. Pero como Guillermo Cano, murió acribillado sin ver esos cambios.

En Colombia, los que ordenaron el crimen de Cano Isaza se equivocaron y queda a los sinaloenses y a los mexicanos, hacer lo necesario para que el crimen de Javier Valdez quede también como un condenable error.

Bola y cadena

A PARTIR DEL ASESINATO DE JAVIER VALDEZ, se han organizado en la ciudad de México dos foros con distintas mesas de discusión cada uno. El primero lo está llevando a cabo, básicamente, un amplio grupo de periodistas, medios independientes, fundaciones y organismos no gubernamentales. El otro está impulsado por los medios tradicionales, en su mayoría los que suscribieron el desplegado denominado ¡Ya basta! Los dos tendrán lugar esta semana y de los dos se esperan conclusiones que tengan puntos de encuentro que permitan pronunciamientos conjuntos. Sería histórico que así fuera. Suerte para todos.

Sentido contrario

EL PERIÓDICO RÍODOCE ESTÁ convocando a marchas por la paz y la justicia, contra la violencia, y por el esclarecimiento del crimen de Javier Valdez Cárdenas, en todo el estado. Es la primera vez que nuestro semanario hace un llamado así. Hasta ahora hemos tomado el periodismo como una trinchera desde la cual luchamos por las libertades, por la justicia, contra la corrupción y la violencia, pero el asesinato de nuestro compañero Javier Valdez nos ha lanzado a las calles. El llamado se está haciendo a todas las organizaciones sociales, ciudadanas y de profesionistas, a los empresarios, a los abogados y los médicos, a los católicos y comunidades cristianas, a los universitarios, a los maestros, a los periodistas, a los partidos políticos, a los legisladores locales y federales, a las mujeres y hombres de buena voluntad, a las madres y padres con hijos desaparecidos, a las víctimas de la violencia… Nunca el crimen de un periodista había sido tan repudiado en México y en el mundo. Nunca se había palpado tanta solidaridad. Que el enojo no disminuya, que la rebeldía se manifieste y que los responsables de todos estos crímenes atroces sean llevados a juicio.

Humo negro

YA SE DECÍA QUE EL GOBERNADOR, Quirino Ordaz, tenía un “hermano incómodo”. Y así parece ser.

 

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