Arde el país, arden los liderazgos

 
 

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 MANLIO FABIO BELTRONES. Ni dios ni diablo.

 
Algo tiene este país que en las últimas décadas no ha podido construir líderes políticos sólidos. Y sigue siendo casi una ley que los gobernantes, de todos los niveles, terminan siendo despreciados por sus gobernados.
Cuauhtémoc Cárdenas, “líder moral” de la izquierda mexicana desde que abandonó el PRI en 1986, vivió su momento más cuestionable cuando fue jefe de gobierno de la ahora Ciudad de México, aunque mantuvo sus credenciales vigentes, venidas a menos, seguramente por los años.
Y al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador le salpicó, y no poco, el escándalo provocado por la exhibición pública de la corrupción en su gobierno —también en aquel Distrito Federal—, tanto de su tesorero, Gustavo Ponce, como de su operador político, René Bejarano.
Por el lado de la derecha, los líderes han sido menos notables. Manuel Clouthier del Rincón murió muy joven, la irrupción de Diego Fernández de Ceballos fue oportunista y efímera, y, Vicente Fox, a pesar de haber infringido al PRI la primera derrota presidencial, en el 2000, no pudo constituirse en un verdadero líder y más bien pasó a ser parte de la picaresca mexicana.
Felipe Calderón ganó la elección con el apoyo del gobierno foxista, que se encargó de golpear sistemáticamente a Andrés Manuel López Obrador, pero terminó su sexenio tan repudiado como Carlos Salinas de Gortari, si no es exagerar, sobre todo por los saldos de la lucha antinarco que emprendió y que terminó ensangrentando al país entero.
No hay líderes en el PAN, que ahora voltea hacia Margarita Zavala, esposa de Calderón, con miras a 2018. Y el PRD, el partido más sólido de la izquierda hasta hace poco, se fue desmoronando producto de sus guerras internas que terminaron por socavar también la estatura de sus cuadros dirigentes, de tal forma que no tienen a nadie como para presumir.
Si en otros países las instituciones han servido para consolidar liderazgos —José Mujica y Tabaré Vázquez en Uruguay, Luiz Inácio Lula en Brasil, los Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile—, en México sucede lo contrario, pues, salvo raras excepciones, los gobiernos se convierten en el tiradero final de carreras políticas. Por una razón sencilla: el objetivo de todos ha sido llegar. Cómo estar y cómo se van a retirar, es lo de menos.
Mucho se pensó y se dijo, que la segunda vuelta del PRI a la Presidencia de la República, después de dos sexenios de gobiernos panistas, sería aprovechada para hilvanar una nueva etapa de triunfos, sobre todo pensando en su experiencia como hombres y mujeres de poder y del sistema.
Pero no está ocurriendo así. Enrique Peña Nieto, después de haber sido considerado —en el extranjero— el gran salvador de la patria por haber logrado las llamadas reformas estructurales, es ahora uno de los personajes políticos más repudiados en el país. Incapaz de sostener la economía, atado a los embustes sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, extraviado en los conflictos que ha generado su pretendida reforma educativa, desarmado ante la violencia criminal que sigue campeando en el país y hundido él mismo en escándalos de corrupción, pasará a la historia, sin duda, como uno de los peores presidentes de México en la época moderna.
Y si volteamos la mirada hacia su partido, hay que preguntarnos dónde están los líderes. Hay grandes tiburones de la política, pero no líderes. Y es que no están en ningún lado porque se los come el sistema. Un sistema —y aquí caben de todos los colores— que  así como crea un líder lo defeca porque las instituciones los degradan y tienen que expulsarlos.
A Manlio Fabio Beltrones le pasó esto. Después de ser considerado “dios y diablo al mismo tiempo”, fue purgado por las propias contradicciones del sistema que lo engendró. Y si se buscan cuadros, líderes en ese partido hacia quiénes voltear, no existen.
Y ese es el punto en la perspectiva de 2018: el presidente se ha quedado sin opciones. Su gobierno ha sido tan incompetente en muchos ámbitos, como incapaz de generar nuevos cuadros. Lo intentó con Aurelio Nuño pero en la encomienda iba la penitencia y sus aspiraciones presidenciales arden en las piras de Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Oaxaca…
 
Bola y cadena
LE QUEDA AL PRESIDENTE su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el mejor posicionado en las encuestas cuando se habla de las opciones priistas, pero todos los días cuestionado porque no ha sido capaz de darle al país la gobernabilidad que debiera, siendo su responsabilidad principal. Al grado de que ahora pretenden sacarlo de la lumbre para mandarlo al PRI, como si ésta fuera su panacea. Triste para el presidente y peligroso para el país.
 
Sentido contrario
Y ENTONCES NO HAY QUE EXTRAÑARSE que liderazgos como el de López Obrador crezcan a pesar de posturas tan temerarias como endosar todo su capital político a los movimientos de la CNTE en los estados del sureste del país, que igual ganan simpatías que repudios, esto último por las dosis de violencia que casi siempre encarnan.
 
Humo negro
¿SIGUE PENSANDO EL GOBERNADOR Mario López Valdez, que le cumplió a Sinaloa después de este clima de violencia que alcanza a todos, en todos los rincones de la entidad?
 

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