A Malova lo delata su propio verbo

 

 Malova

Al gobernador le encanta exponerse al escarnio público. Lo hizo desde que andaba en campaña con sus sugerentes movimientos pélvicos a ritmos tropicales; también haciendo declaraciones en tono de mofa sobre asuntos tan delicados como la seguridad de los sinaloenses. Fue indolente ante hechos como el asesinato de alguno de sus colaboradores, primero y luego frente al homicidio de un empleado de sus ferreteras durante un asalto en Mazatlán. Incluso fue mano larga con una chica en un juego amistoso de béisbol en la Ciudad de México, a la que le tocó una nalga con una palmadita aparentemente inocente.

Es evidente que Mario López Valdez no tiene control sobre muchos de sus actos y esto es en parte a su excesiva autoestima. Que se sienta bien consigo mismo es bueno, para qué queremos un gobernador apocado. Pero que se crea muy chingón le produce descontroles que a la postre son costosos para sus gobernados.

Muchas decisiones de su administración estuvieron motivadas por esa petulancia que le vino luego de su triunfo —histórico, es cierto— sobre el PRI. No supo, el gobernador, mantener los pies en la tierra, tiró por la borda sus dejos de sencillez de hombre de pueblo, que viene de abajo, y flotó. Así, se plegó a los intereses de los grandes empresarios, dejó que sus colaboradores se enriquecieran hasta la ignominia, que saquearan el erario. Y a las policías, todas bajo su control, permitió que secuestraran, extorsionaran, levantaran, asesinaran y enterraran a cientos de jóvenes, hombres y mujeres, con el pretexto de “limpiar” de delincuentes la entidad o con la consigna criminal de despejar la plaza de contrarios al cártel que lo apoyó en su campaña.

Con más de 7 mil asesinatos en su haber, queda claro que Malova no resolvió los problemas de violencia que ya estaban cuando llegó al poder. Los desenterrados de todos los días, no por sus investigadores, sino por los familiares de las víctimas que cavan la tierra hasta con las uñas buscando restos, son parte de su inventario; los desaparecidos también, los levantados por las policías, los torturados, los asesinatos de mujeres que se desataron en su sexenio, la impunidad.

Ante el crecimiento de la violencia en Mazatlán, el gobernador dice que todo los días analizan estrategias para combatirla, no solo ahí, sino en todo Sinaloa. Pero quién sabe en qué consistirán esas estrategias, porque los resultados no se ven por ningún lado. En Culiacán siguen apareciendo muertos todos los días, en el norte desenterrados y ahora, en Mazatlán, calcinados.

Y hay petulancia en el gobernador cuando anuncia que enviará al comandante Chuytoño para que le dé una “espulgadita y una limpiada” al puerto. Ajá. ¿Y? ¿Cuál es la meta? ¿En qué plazo? ¿Con qué técnicas va a espulgar? ¿Con las mismas que utilizó en el norte de Sinaloa, convertido ahora en un cementerio clandestino inacabable? ¿Para eso el jefe de la Policía Ministerial se llevó de la mano a Martiniano Vizcarra, el mismo que encabezó la espulgada y la limpiada en el norte?

Y esa espulgadita que pretende el gobernador ¿por qué no la implementó en Culiacán, en Eldorado, en Villa Juárez? En esta última sindicatura los grupos delincuenciales —“Menores” contra “Dámasos”— se enfrentan y se dan el lujo de correr a los policías y levantar sus muertos. ¿Entonces, porque no hay turistas ahí no se hace nada? ¿O porque se trata de un pleito casero que se puede arreglar de otro modo?

¿Puede considerarse un derrape verbal que el gobernador haya dicho que le estaba pidiendo a Chuytoño que le dé al puerto una “limpiada”? En la jerga criminal, “limpiar” es sinónimo de abatir, levantar, secuestrar, desaparecer, asesinar, ejecutar. Eso significa “limpiar”. “Limpiar la plaza”, se dice. ¿”Limpiar” de qué, de quiénes, en favor de qué grupo?

No, no es un descuido verbal. Es el estilo que caracterizó al gobierno de Malova. Por eso los grupos de “investigadores” eran al mismo tiempo de exterminio, con las consecuencias que ahora vemos: desaparecidos por todos lados, fosas clandestinas en toda la entidad, ejecutados.

Bola y cadena

EL DOMINGO PASADO UN NIÑO de 14 años, estudiante de secundaria y parte de una banda de música, fue levantado por el bulevar Francisco Madero y asesinado horas después. 14 años. Estudiante de secundaria. Le dieron cinco balazos con una 45. ¿Qué delito pudo haber cometido para merecer ese castigo? ¿Quién ordenó su muerte? ¿Quién lo ejecutó con esa saña animal? ¿Qué está haciendo Chuytoño para resolver este crimen que cimbraría a cualquier sociedad pero que en Culiacán pasa como el viento de agosto por las calles?

Sentido contrario

ES UNA BUENA NOTICIA QUE la PGR esté investigando a dependencias del gobierno estatal del último año de Jesús Aguilar Padilla y parte de la administración de Mario López Valdez, por el presunto desvío de casi 450 millones de pesos. La mala es que nunca, o casi nunca, se establecen responsabilidades y se aplica un castigo ejemplar. Si en este caso se considera que en el último año de Aguilar el secretario de Finanzas —dependencia involucrada en la investigación— era Quirino Ordaz Coppel, próximo gobernador, puede darse el caso por cerrado.

Humo negro

ILUSTRATIVA LA IMAGEN PARA CUALQUIER observador: cuando Quirino Ordaz, en su primer acto de campaña masivo, en Oso Viejo, dijo que la gente estaba cansada de la corrupción y se comprometió a combatirla; en el estrado, a sus espaldas, estaba sentado el doctor Héctor Ponce, uno de los perseguidos por el malovismo acusado de desvío de recursos. Él fue secretario de Salud, otra de las dependencias involucradas en las indagatorias de la PGR.

 

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