2018: AMLO sí, AMLO tampoco

 

Miles de personas acompañaron a Andres Manuel Lopez Obrador quien encabezo la marcha en defensa de PEMEX, la protesta termino con un mitin que realizo en la glorieta a Colon sobre avenida Reforma.

 

Andrés Manuel López Obrador es un creyente profundo de las cosas de Dios. Por eso se piensa predestinado a algo muy grande. Lo ha confesado en la intimidad a algunos de sus amigos y cuenta algunas historias para convencer de que así es y será. Tal vez por eso ciertos arranques mesiánicos… ese “rayo de esperanza”, por ejemplo.

El problema de líderes así es que siempre creen tener la razón y eso los lleva, por lo regular, a posiciones autoritarias, absolutistas. “Usted no es nadie” le dijo a Juanito alguna vez.

En Morena, por ejemplo, no hay nadie más que él. Existe “el movimiento”, “la gente”, pero liderazgos solo el suyo. En ese partido son él y su voluntad. Y los que lo siguen lo saben y lo aceptan.

Esto ha sido desde que Andrés Manuel se salió del PRD para fundar Morena. Pero lo siguieron muchos menos de los que ahora conforman ese partido, que ha ido creciendo en fuerza electoral, en gente organizada, en opinión, en influencia social.

En la perspectiva de 2018, Morena sale muy bien posicionado en las encuestas y el Peje arriba cuando se le confronta con otros aspirantes, sobre todo de Margarita Zavala, cuya base está en el PAN y de Miguel Ángel Osorio Chong, que iría por el PRI.

Pero se ha generado un fenómeno interesante a partir de Donald Trump y sus diarios ataques a México. En los mexicanos ha despertado de nuevo cierto nacionalismo —que nunca se pierde en ningún lado y que se manifiesta hasta en las justas deportivas— ligado a posibles amenazas externas. Y ante eso, la gente suele voltear a ver dónde están los líderes.

En nuestro caso, frente a un desequilibrado como Trump, llama la atención que hablando de políticas internas, pese al rechazo que se ha manifestado al presidente Enrique Peña Nieto, ante las amenazas del vecino país del norte lo que se aprecia es un apoyo a la institución presidencial, porque se siente que de esa forma se apoya al país y a uno mismo.

Pero no solo eso. También se aprecia un crecimiento de figuras más identificadas con el nacionalismo, como Andrés López Obrador. Si el Peje ha sido uno de los beneficiados de las erráticas medidas económicas de Peña Nieto, como el incremento a los precios de las gasolinas, las amenazas de Donald Trump han hecho que los mexicanos vean en el líder de Morena a alguien que puede representar firmeza de nuestro país para enfrentarlas.

No es raro, entonces, que en encuestas como la que acaba de publicar El Financiero, Morena y López Obrador repunten y no con poco.

El problema es a futuro. No comparto aquella ruindad de que el Peje es un “peligro para México”. De hecho quienes inventaron esto llevaron al país a la ruina en muchos aspectos. Ahí están los dos sexenios del PAN, cuando crecen de forma desorbitada la violencia y las organizaciones criminales, y el retorno fallido del PRI, con todo lo que ya hemos visto: Ayotzinapa, Tlatlaya, la crisis económica, las reformas fallidas en educación, la gran corrupción….

Sin embargo, faltan a nuestra democracia mecanismos ciudadanos para revocar mandatos y urge que se establezcan ya. Actualmente solo puede llevarse a juicio a un presidente, según dice el artículo 108 de la Constitución, si se le acusa de “traición a la patria” o “delitos graves del orden común”.

En los Estados Unidos, ante la ola de medidas y decretos del recién ungido presidente, ya se está generando un movimiento para destituirlo del cargo, porque se está convirtiendo en un peligro para los propios estadunidenses.

Pero ellos tienen sus mecanismos. Recordemos, en 1974, el caso de Richard Nixon, acusado de interferir comunicaciones del Partido Demócrata, lo que llevó a una investigación que terminó destapando una cloaca de sobornos del entorno presidencial para obstruir la justicia, lo que obligó al presidente a renunciar al cargo.

En México esto es impensable ahora. Andrés Manuel ha propuesto la revocación de mandato —lo acaba de hacer en noviembre, durante el congreso nacional de Morena— y hay que tomarle la palabra. No será fácil. Tiene muchos asegunes la medida, pero avanzar en esa dirección es indispensable ahora.

Bola y cadena

MUCHAS COSAS INDICAN QUE PARA EL 2018 se conformará una gran alianza de izquierda. No se debe cancelar que PAN y PRD vayan juntos pero cada día lo veo más remoto. Muchos demonios falta por conjurar y muchos acuerdos por tomar. Miguel Mancera acaba de declarar en Sinaloa que le gustaría encabezar una gran alianza. Está bien, otros estarán pensando lo mismo. Pero al final, la encabezará quien tenga más fuerza. Por lo pronto, si hoy fueran las elecciones, una alianza de izquierda arrollaría. Pero falta mucho y no hay que hacerle al adivino.

Sentido contrario

LOS QUE PARECEN PREDESTINADOS UNO PARA EL OTRO son Trump y Peña Nieto. El primero levantó su campaña presidencial justo después de que visitó México y dialogó con Peña. Luego de las críticas recibidas, éste despidió a Luis Videgaray por haber promovido la reunión. Trump ganó la presidencia y no faltó quiénes dijeran que Peña no había estado tan mal. Ya presidente, Trump sigue su campaña contra México y eso hace crecer la imagen de Peña. Parece una historia curiosa de amores contrariados, pero es la verdad. Los dos son profundamente repudiados en sus países, pero los dos se han ayudado, sin quererlo así, a sobrevivir. Y a crecer.

Humo negro

EN MALA HORA —PARA MUCHOS— TRONÓ EL TIBURONARIO del acuario de Mazatlán, cuando los ojos de los organismos auditores voltean a ver la obra pública, sus licitaciones, sus presupuestos, su calidad. Gran parte de los dineros públicos mal usados salieron a través de la obra pública. Y aquí están involucrados muchos personajes de la administración que se fue. No se pide una cacería de brujas, Pero sí una revisión a fondo. Y castigar culpables.

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