Yo no fui, fue Tete… las culpas en el Tiburonario

 

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Óscar Liera en Cúcara y Mácara crea una sátira donde una explosión destruye la reliquia sagrada de la Virgen del Siquitibum, que se les apareció a las huérfanas que dan título a la obra de teatro. La jerarquía católica está buscando al culpable de colocar la bomba en el altar, pero le interesa más que todo mantener el mito de fe en los rebozos sagrados de Cúcara y Mácara. Liera causó tal escándalo con la obra, que en una de sus representaciones en la Ciudad de México en los años 80, jóvenes armados golpearon brutalmente a los actores.

Liera para entonces ya era un consumado dramaturgo, le da un resignificado a los nombres de la rima mexicana donde se busca decidir entre muchas opciones, aunque no se sepa nada de ellas y dé igual en quien recaiga la decisión. Ese es el juego al que ahora se recurre en Mazatlán con la grieta que abrió la pecera principal del Acuario, que bautizaron como Tiburonario. En la búsqueda de responsabilidades se empieza con la cancioncilla: de Tin Marín, de Do Pingüé… Cúcara Mácara… y así sucesivamente. Unos culpan a otros, los otros a los unos.

El Tiburonario es una obra emblemática, y no por la definición que se le dio en el gobierno de Malova a obras materiales que serían significativas, sino porque representa un ejemplo que se replicó en muchos otros de los proyectos, si no es que en casi todos: Se fueron retrasando en su desarrollo, sobrepasaron con mucho los montos de las estimaciones iniciales, fueron recibiendo señalamientos sobre la calidad de la obra y sobre quienes obtenían las licitaciones… y un largo etcétera.

Desde la tarde del miércoles uno de febrero en que la grieta del Tiburonario empezó a derramar el agua y provocó un susto mayúsculo por los dos millones de litros de agua de mar ahí contenidos, las culpas han pasado de un bando a otro (Títere fue, se dice en Mazatlán todos los días… y éste responde: Yo no fui, fue Teté). Todavía corría el agua por las calles alrededor del Acuario y solo Poseidón se mantenía firme en el corredero de gente, cuando el alcalde Fernando Pucheta no podía ocultar el miedo de que alguno de los visitantes estuviera atrapado en el mar que salía del acrílico dañado en la pecera. Pero también decía que no quería en ese momento culpar a nadie.

Sobre el Tiburonario ya hablaron algunos de los constructores que participaron, el Exsecretario de Obras Públicas, José Luis Sevilla, el Exalcalde Carlos Felton, regidores y exregidores, todo un mundo que lejos de aclarar lo sucedido confunde más. Y es que, como en la obra de Liera, ya no se busca saber quién es el culpable sino mantener el mito de la gran pecera.

 

Margen de error

(Viéndose las caras) Lo sucedido con el Tiburonario, aun antes de su inauguración ocho días antes de despedirse López Valdez y Felton, es vergonzoso y ofensivo. Es una vergüenza que ningún gobierno local pueda demostrar que puede iniciar y concluir de manera impecable una obra pública —así de simple. Y ofensivo, porque representa una burla descarada en cada proyecto, viéndonos la cara de imbéciles a todos. No es tan simple como dice Sevilla Suarez de que se trata de un error técnico; o de que se empiece a hablar incluso de un sabotaje.

La Auditoría Superior del Estado y los diputados no necesitan revisar todas las áreas de la administración saliente. Bastaría con que se fueran con diez en todo Sinaloa, pero a fondo, real y sin simulaciones. Justamente las emblemáticas. Todas ellas por sí solas son historias repetidas de cadenas de errores, el mismo José Luis Sevilla refirió ante los diputados de esta legislatura muchos de las deficiencias en que se incurrió y que él solo se atrevió a señalar cuando tenía un pie afuera de la administración de Malova.

 

Mirilla

(Desenfoque) Los diputados no traen la mira puesta en una revisión técnica de las administraciones que se fueron. Se muestran más tratando de evidenciar los yerros del vigilante, la ASE, que dejar en claro culpabilidades entre quienes estuvieron con responsabilidades públicas y recibieron señalamientos por la vía de las observaciones.

Los legisladores cercanos a la lideresa de la mayoría priista, Irma Tirado, enfocan las baterías de las críticas a la actuación de la ASE y no a los señalamientos de ella. Si están las dudas con respecto al trabajo de la Auditoría o del Auditor que se fue, Antonio Vega, entonces la cuenta pública en sí misma no tendría ninguna validez y sería necesaria revisarla.

 

No está mandando las señales correctas el poder legislativo porque no está interesado en aclarar la acción de gobierno. Las auditorías y su legitimidad va por una vía, y la actuación del gobierno y la revisión de las administraciones correo por otra. Están desde el Congreso mezclándolas y está creando una confusión con respecto a los fines.

Es muy simple, no necesita complicarse tanto y auditar por completo la administración. Bastará con una prueba aleatoria real, como son todas las auditorías, para que brote la mugre.

 

Deatrasalante

(14) Ríodoce nació adulto. Era eso o nacer muerto. No tenía oportunidad de crecer, de hacerse fuerte, de aprender. Ríodoce nació hace 14 años como un viejo que ha ido rejuveneciendo cada año, como en el cuento de El Curioso Caso de Benjamin Button de Francis Scott Fitzgerald.

Si este hebdomadario —como lo llamó Dámaso Murúa en una carta enviada a la redacción inicial del periódico y que fue necesario que buscara la palabra en un diccionario para saber qué quiso decir— si este hebdomadario llevara un desarrollo cronológico, ahorita estuviera apenas acercándose a la edad de las ilusiones, dirían en las crónicas sociales, fuera un adolescente problemático queriéndose comer el mundo y creyendo que todo lo sabe.

A cambio, es solo un adulto dando la cara 732 semanas ininterrumpidas. Equivocándose y acertando. Rectificando, celebrando y llorando, como es la vida misma desde que se arrancó siendo un modesto barquito de papel como todavía se dice en el apartado de quiénes somos en el portal de internet (PUNTO)

 

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