STASE y STASAC, la disputa por la continuidad

 

 

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Los burócratas, del estado y de Culiacán, están en medio de la disputa por el control de sus respectivos sindicatos –el STASE y el STASAC. Ambas organizaciones comparten condiciones que permiten hablar de ellos como si se tratara de uno solo, son condiciones que conforman el tuétano mismo del sindicalismo en México como un diseño propio del Estado mismo en los albores posrevolucionarios. La herramienta corporativa fue funcional por décadas y hasta la fecha lo sigue siendo, aunque sea una de las poderosas estructuras que se han adaptado poco o nada a los cambios en el equilibrio del poder.

En el STASE y STASAC los dirigentes actuales buscan reelegirse. Armando Heráldez y David Alarid llegaron al mismo tiempo a la Secretaría General de su respectiva organización en 2011 y ambos han logrado prolongar sus periodos originales. Han intentado por separado llegar a puestos de elección popular, pero no lo han conseguido como lo esperaban —aunque Heráldez es actualmente regidor, lo que buscaba era ser diputado.

Pero lo que más los acerca, es que los dos están enfrentados justamente con los grupos que los impulsaron a llegar a la dirigencia hace seis años, y quienes buscan regresar a mantener el control que alguna vez tuvieron en los sindicatos. Heráldez y Alarid fueron rompiendo los controles que les imponía el grupo que los apuntaló para alcanzar la dirigencia hasta conseguirse sus propias alas. Nada diferente pues de lo que sucede en el sindicato que sirve para todos los ejemplos casi siempre, el SNTE, donde igualmente su característica es el férreo control unipersonal y que a fuego y sangre, literal, le han tenido que arrebatar cuando un nuevo caudillo se apodera del control.

Ni Heráldez ni Alarid son el ejemplo de una vanguardia sindical, como no lo es ninguno dentro de la clase poderosa en los sindicatos. Hoy no existe un solo ejemplo en México que demuestre que alguna personalidad sindical está enfrentando el desafío de adaptación que requieren los tiempos actuales, más tratándose de grupos de poder con altísimo desprestigio con la opinión pública y con sus bases incluso. Elba Esther Gordillo en la cárcel, y ni sus propios agremiados movieron un dedo para defenderla.

Desde el STASE Heráldez conformó una dirigencia sumamente cómoda para el gobierno de Malova, no en defensa de los burócratas, sino en la conformación de la estructura misma del Sindicato. La cantidad de recursos que desde la administración de Armando Villarreal se transfirió al STASE no tiene comparación con ningún otro periodo anterior, pasó de ser de decenas de millones a cientos de millones: más de 220 millones de pesos pasaron de la tesorería estatal a la del sindicato en los seis años de Malova en el gobierno, el doble que en los periodos de Hilda Cervantes –2004-2007- y Gabriel Ballardo –2008-2010- juntos.

David Alarid, por su lado, ha ido dando bandazos políticos. Apenas con un año en la dirigencia se apuntó como suplente al Senado con Héctor Melesio Cuen, Alcalde cuando él mismo fue electo a la dirigencia del STASAC, por el Partido Nueva Alianza. Después dijo que regresaba al PRI, pero sin alcanzar ninguna posición, excepto otra suplencia, pero en una diputación local. Al final del trienio de Sergio Torres en la Alcaldía de Culiacán, se rompió por completo lo que quedaba de la anterior alianza entre Torres y Alarid, que los llevó a arrebatarle la dirigencia a Salvador Flores Acosta, hoy desdibujado en el liderazgo que alguna vez llevó al mismo Torres a dirigir a los empleados de la capital de Sinaloa.

La contienda por la dirigencia sindical es el momento justo, y único, en que los grupos ventilan las pestilencias para luego enclaustrarse de nuevo. STASE y STASAC como los otros sindicatos del poder público, el SNTE por ejemplo, o la CTM misma, son entidades cerradas que hasta el año pasado ni siquiera era posible solicitarles información sobre las cantidades que destina el patrón –el gobierno pues- a sus dirigencias. Y lo peor es que los mecanismos para la transferencia de recursos públicos a los sindicatos son discrecionales y aunque en las auditorías terminen siendo señalados como irregulares, las prácticas se mantienen.

En un país cargado de pendientes, las dirigencias sindicales del poder público debieran estar en los primeros lugares de la lista. Y no es un asunto de democratización interna, que eso ya corresponde a sus bases, lo que urge es conocer bajo qué condiciones y criterios se transfieren recursos públicos a las dirigencias y después que éstas rindan cuentas sobre el uso de esos recursos que no dejan de ser públicos solo porque ya pasaron a las cuentas sindicales. Hasta ahora lo único que es posible deducir es que son para mantener privilegios de una clase empoderada. Nada más. Nunca para fortalecer a la base que representan.

 

Deatrasalante

(Homex) El 28 de junio de 2004 debe ser de esas fechas que nunca se olvidan para los De Nicolás y Juan Millán. Esa tarde juntos dieron el campanazo de arranque de la jornada en Wall Street. Homex se convertía así en la primera empresa mexicana del ramo de la construcción en cotizar en la bolsa de valores más importante del mundo. Nada mal para lo que empezó en 1989 siendo una pequeñita empresa constructora en la capital de Sinaloa, Proyectos Inmobiliarios de Culiacán, PICSA.

Para el año 2000 Homex ya le competía a los grandes en México y luego ellos serían la principal empresa constructora de vivienda en el país. Después, el mundo les parecería pequeño. Entraron a Estados Unidos, cotizaron en la bolsa y se fueron a la India, un país densamente poblado y con una alta carencia de vivienda, y que por esos años atraía capitales internacionales para el rescate del hacinamiento.

Menos de 10 años después de aquella tarde del campanazo en Nueva York, Homex entraría a un desplome tan espectacular como su ascenso. Primero problemas en México con una deuda impagable, y ahora en Estados Unidos, donde una investigación comprobó ventas falsas para fingir un incremento en ingresos, lo que consideran un fraude contable por 3 mil 300 millones de dólares (PUNTO)

 

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