Somos mezquinos, perdimos el asombro

 

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Esta es una historia perversa, con capítulos de impotencia. El asesinato de Fernando, un niño de 14 años, es tan real que encandila. Tan simple y burdo lo sucedido que atemoriza: un muchachito que al aceptar en empeño una bicicleta robada es asesinado a tiros.

Sinaloa no pasa del impacto, del efecto barato. El asombro se extravió hace muchos años ante la muerte. Se da vuelta a la página fácilmente y resulta muy barato matar.

Una sociedad de rodillas, muerta de miedo, somos mezquinos. Además una autoridad hipócrita, que no acepta que igualmente vive paralizada de miedo; no indaga, no se siente obligada. Sin presiones, navegan —ahora si vale el término—  de muertito.

Fernando y su crimen es uno más que no conmueve: en 2015 atacaron a tiros a una familia en la Calzada Colegio Militar de Culiacán, entre los muertos estaba un niño de 13 años. En 2009, dispararon a un hombre que estaba subiéndose a su auto, en el asiento trasero viajaba su hijo, un niño de tres años que también murió a balazos. Tres años solamente.

Con Fernando, en cambio, no se trató de ninguna contingencia, ni del eufemismo de una víctima colateral. Fue un ataque directo. Lo ubicaron, lo privaron de la libertad y luego de la vida.

La violencia que salpica a Sinaloa, en realidad cala hasta que nos toca, y entonces sí elevamos un reclamo. En el resto de los casos se trata siempre de un asunto lejano que merece solo la atención de unos días y después se olvida por el nuevo caso de alto impacto.

Al fin que en Sinaloa te pueden matar por chocar el automóvil con el sujeto peligroso y armado —el caso más reciente es el del maestro del Cobaes en Mazatlán, en el Paseo de Olas Altas—, o mirarle las nalgas a la mujer del hombre equivocado… no sorprende que una bicicleta cueste la vida de dos personas, y una de ellos un niño.

Somos mezquinos, miserables, y perdimos el asombro. No hay exigencia social o cívica. Las mismas voces de siempre, la familia en un reclamo de pesadillas que termina por abandonarse en la resignación de vivir con miedo.

La historia de perversidad no está solo entre quienes jalaron el gatillo, sino en el silencio de muchos, en la frialdad de ver pasar un crimen que debería provocar la repugnancia colectiva. Y el capítulo de impotencia, ante una sumatoria de asesinatos donde solo quienes resultaron tocados en directo se van marchitando en un reclamo de pesadillas, que termina por abandonarse en la resignación de vivir con miedo.

 

Mirilla

(Estrella del Mar) Nada de extraño tendría que el Presidente Peña Nieto pase las vacaciones con su familia en el destino que elija. En el hotel de su predilección. Son merecidas y hasta necesarias unas vacaciones. Donde todo deja de funcionar es cuando el Presidente de México se muestra encapsulado permanentemente dentro del Estrella del Mar, el complejo exclusivo de Mazatlán con campo de golf y Spa.

Peña vive en un México paralelo, en un mundo donde es posible que el pasto crezca en la arena, con lagos artificiales, donde nunca se pierde de vista el océano Pacífico. Peña Nieto caminó uno a uno los 18 hoyos del campo de golf diseñado por el famoso Robert Trent Jones JR, pero parece encarcelado en ese México del privilegio.

Es condición esencial del poder el aislamiento, pero en el caso de Peña Nieto rebasó límites insospechados, incluso para México, donde los presidentes suelen convertirse en emperadores de seis años.

 

Primera cita

(Espulgar) Los gobernantes hablan por sus actos, pero especialmente hablan por sus palabras —aunque sea tautológico—. Que el gobernador Mario López Valdez emplee el verbo espulgar en la encomienda al director de la Policía Ministerial de Sinaloa, Jesús Antonio Aguilar, después del repunte violento en el puerto, es la práctica común de su gobierno.

Dijo que mandaría a Chuytoño a espulgar Mazatlán. El director de la policía no va al puerto a investigar —facultad básica de la corporación—, tampoco a prevenir más homicidios, o realizar labores de inteligencia sobre el movimiento de células de delincuentes. No. Va a limpiar de pulgas y piojos al puerto.

Es sintomático además, que el envío de contingentes policiacos coincida con la presencia del Presidente Peña en Mazatlán. Aunque el Estrella del Mar es y no es Mazatlán, igualmente podría resultar impactado del algún suceso que sea armado para mayor impacto justo por la presencia presidencial.

Hay malas experiencias sobre el interés especial por recuperar la seguridad en alguna región. Malova puso interés en Ahome, y mandó espulgar a Jesús Carrasco, en lo que podría ser la época más negra para Ahome, El Fuerte y Choix en la desaparición de personas.  (PUNTO)

 

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