Narcos y policías

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En Narcos, la serie que atrae audiencias en la televisión por internet, un par de agentes de la DEA persiguen a un desquiciado Pablo Emilio Escobar Gaviria, que busca no solo ser diputado sino presidente de Colombia, los dólares cumplen casi cualquier capricho. La serie, como todo drama, está plagada de sinsentidos y mitos, de licencias sobre la historia real para darle atractivo en los raiting, pero además para volver entendible una realidad por demás compleja.

Narcos, como la vida misma, tiene bandos de buenos y malos, los de la DEA y los narcos, pues. Pero sin tiempo para matices. La relación en algún punto se corrompe y alguien traiciona a otro —la idea de los agentes dobles es otra permanencia de la vida y el drama—.

Como sea, el punto es que las relaciones de narcos y policías o autoridad, se explican en la mayoría de los casos desde la conocida realidad de las series y películas, reafirmada por unos trozos de versiones periodísticas. Aunque esa explicación siempre es fragmentaria y puede llegar a ser falsa.

Las evidencias duras, concisas, irrefutables, son mínimas, y en la explicación de ellas se van cargando de mentiras, siempre con un fin claro. En México, es casi imposible armar a detalle el rompecabezas de cómo se construye la corrupción entre narcos y policías: ¿Cómo se hacen las entregas del dinero? ¿Hasta qué niveles? ¿Todos reciben dinero, o solo los Jefes?

La más reciente es un audio filtrado de una conversación entre Nemesio Oseguera, el Mencho, cabeza del Cártel Jalisco Nueva Generación, y un policía estatal, comandante de un grupo en Jalisco. Partiendo de que la conversación sea real, porque la desconfianza empieza ahí. El Mencho demuestra claramente quién manda, sin duda, y contaba con el contacto directo para que respondiera —eso en sí mismo es ya una evidencia—, sin embargo el poder del Mencho se limita al tener que obligarlo a que retire del sitio a los policías. Las amenazas e improperios que le suelta el Mencho al policía muestran más que su fuerza una debilidad en la que nadie repara en las explicaciones de la conversación. Quien realmente mantiene el poder no necesita de amenazas ni gritos, solo ordena.

En un cartón clásico de Arturo Vargas —AVC—, muestra a unos policías que cuelgan sus uniformes en un perchero y se lanzan a su segundo turno de malandrines y se cambian de traje. Pero a veces es justo portando el uniforme como sirven más, y otros como el de la grabación del Mencho muestran que sin ser el héroe que lo desafía, al final mantiene algo de autoridad.

El Mencho, ya se ha comentado en otras ocasiones en este espacio, es el nuevo personaje que los americanos pretenden elevar a mito.

Pablo Emilio Escobar en los 80 y 90 del siglo XX, como el Chapo en el siglo XXI, era el enemigo favorito de los americanos, nunca conformes en perseguir enemigos en casa siempre buscan en otros países —entre más lejos y exóticos mejor—.

 

Mirilla

(Construyendo muebles) Armando Villarreal cuida los centavos, pero se le van los pesos. Recurre a una versión clásica para explicar los ahorros: en las oficinas de gobierno nadie apaga la luz —tampoco en las casas—, los niños salen de un salón y a nadie le importa tomarse la molestia de apagar. Yo siempre ando apagando las luces, dice el Tesorero de Sinaloa. Ya prepara su salida, habla de legados de este gobierno. Todos —refiriéndose al Gobernador y a los secretarios de estado—, buscan dejar un legado. Esquivo a Ríodoce por mucho tiempo, Armando Villarreal recibe a un equipo de reporteros y acepta hablar de lo que sea.

Villarreal, dedicado a vender muebles en Los Mochis, hace honor a su cargo, fue por seis años el más cercano al Gobernador Malova, no se puede tomar una decisión sin saber primer si hay dinero. El coterráneo de Malova ya fue su tesorero en Ahome, pero ahora el tesoro se multiplicó, guardó en la caja unos 40 mil millones de pesos por año para gastar. (Aunque más de la mitad esté siempre comprometido).

 

Primera cita

(Perdone, Sr. Presidente) La entrevista de Carlos Marín al Presidente Peña Nieto no es un modelo de entrevista que pudiera ser incluida en el manual de periodismo que él mismo escribió. No es ríspida ni hay preguntas incómodas, o alguna revelación que sorprendiera al entrevistado, se muestra como la discusión de dos puntos de vista distintos, con periodos muy largos en que hablan al mismo tiempo los dos.

Aun así, hay atrevimiento en la entrevista de Marín a un presidente de México, sea Peña o cualquiera. La clásica entrevista a un presidente es la de López-Doriga previo a su partida del noticiario estelar de televisa: paseando por los jardines de Los Pinos, con una cámara grúa que muestra la inmensidad de los pasillos del patio y el verde esplendoroso. El Presidente habla a sus anchas, sin interrupciones. (Qué sacrilegio).

Carlos Marín de entrada está a salvo —aunque su entrevista no aporte gran cosa—, marcó una distancia abismal con el caído en desgracia de López-Dóriga. Finalmente son los tiempos, ahora ya es posible increpar e interrumpir al Presidente de México, aunque hace más de 40 años se lo merecía y los periodistas seguíamos en un corral. Pero de eso a que humilló y ridiculizó al Presidente, como dicen las redes, hay un gran trecho.

 

DEATRASALANTE

(Tigres, sí, Calibre 50 no) Los Tigres del Norte vuelven al palacio de su tierra natal. El gobierno estatal no puede mantener la congruencia cuando se trata de atraer público a la ceremonia del Grito de Independencia del 15 de septiembre y se juega su mejor carta. No importa que en el trayecto de cinco años y nueve meses intentara por todas las formas evitar que se cantaran narco-corridos en actos masivos. La prohibición como política pública a la apología, la respuesta simple y hueca al fenómeno complejo de la accesibilidad a la droga tanto como bajar del youtube Scarface renacido.

A la hora de llenar la explanada sobran argumentos para sostener que la mejor opción son Los Tigres —sinaloenses, fenómeno de la cultura popular, arquetipo de los mexicanos que conquistan Estados Unidos—. Cierto, Los Tigres hace tiempo que se redimieron y renegaron de aquel pasado de corridos clásicos del narco viejo. Aunque no hace mucho el acordeón sonaba con La reina del sur.

¿Y el 2014 cuando los invitados fueron Los Tucanes de Tijuana? Es la misma lógica, de lo que se trata es de llenar la plaza. Ni modo de jalar asistentes con un programa de Gordon Campbell y la OSSLA. Mucha gente en El Grito, eso se necesita, la congruencia para otro momento (PUNTO)

 

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