‘Frida’ sí existe

 

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En este país necesitamos de fuertes sacudidas para entender dónde nos encontramos. Solo comprendemos a chingadazos. El suelo que pisamos debe moverse en proporciones de tragedia, y es entonces cuando afianzamos los pies en la tierra. Los ejemplos de la historia reciente abundan, y lo peor, se repiten al punto de la incredulidad: dos temblores el mismo día de septiembre, apenas con horas de diferencia, ni en la más elaborada ficción se hubiera creído.

Todos sabíamos que llegaría un temblor tan fuerte o más que el de 1985. Aun así, pasado el terror, las prácticas corruptas habituales persistieron en los métodos de construcción, el uso del suelo, y los dictámenes de protección civil a los edificios existentes. Si acaso se mejoró en el sistema de protección civil, la comprensión de la autoprotección y las alarmas sísmicas para la capital del país exclusivamente.

Cierto que el México posterior a 1985 ya no fue el mismo —como se transformó después de la matanza de 1968— el temblor es una metáfora de las muchas estructuras que sacudió. Es historia sabida del surgimiento de la sociedad civil, el desplazamiento del gobierno como un ente inmóvil que se arrinconó mientras los miles estaban sepultados en los escombros. Es clásica la intentona del entonces Presidente Miguel de la Madrid por apaciguar la movilización: “Pueden irse a sus casas. Ya los llamaremos si los necesitamos.” Como si se tratará del hombre que todavía contaba con la legitimidad de dar órdenes, y no un gobierno en caída libre.

Una nueva generación surgió de aquel país centralista, que aun somos a pesar de las muchas, muchísimas sacudidas en estas tres décadas —es sintomático que la movilización surge cuando el temblor toca a la capital del país y no cuando destruye pueblos enteros en Oaxaca, Juchitán, o en Morelos, Jojutla. Una generación que apenas unos años después del sismo del 85, trataría por primera vez de enfrentarse al sistema en las elecciones de 1988 e incluso muy seguramente derrotarlo.

Con ese antecedente, no sorprende que al caer los edificios y paralizarse Ciudad de México, resurgiera aquella alianza iniciada hace 32 años. Y salieron miles de tapabocas quién sabe de dónde, chalecos y linternas. Con todo y que el Sistema de Protección Civil había evolucionado, lo que imperó en las primeras horas fueron las manos solidarias que se apoyan entre sí, donde el gobierno solo es un espectador. Y cuando interviene, como pasó en el Colegio Enrique Rébsamen, que la Marina Armada tomó el control de las operaciones, todo se volvió una sorprendente invención. De la nada surge un personaje, “Frida”, que habla y recibe en tubos oxígeno y agua. Y luego se disipa tal como apareció.

Pero “Frida” sí existe. Sí existió. Dejando por un lado el fenómeno mediático y la tomada de pelo a todos los medios y reporteros, la historia quedará para el estudio pero sobre todo para que por muchas horas fuera posible tener una pizca de esperanza.

 

Margen de error

(Acorralada) La clase política entera está en una encrucijada. El Presidente Peña Nieto y su gabinete, el Jefe de Gobierno Miguel Mancera, las dirigencias de partido, el puntero López Obrador y el resto de los actores políticos fueron zangoloteados a tal grado que están pasmados, acorralados.

En el cálculo político importa poco el dolor de los cientos de familiares que perdieron a sus seres queridos, menos la desgracia de perderlo todo y quedar en la calle, literalmente. Importa como recomponerse ante esta nueva variable que se le suma al escenario del 2018. Nadie lo confiesa, pero todos saben que esta movilización ciudadana es una fuerza que jala exactamente en sentido contrario a la carrera política que desde el poder intentan marcar.

Moverse es riesgoso, podrían salir a patadas como Osorio Chong, el Secretario de Gobernación; estar recluidos es evidencia de que se encuentran acorralados. No hay punto medio. En cualquier otro país el gabinete ya estuviera en mangas de camisa y guantes de carnaza levantando escombros.

Tan mal está leyendo el momento la clase política que la jugada de renunciar a una parte de las prerrogativas terminará por revertirse. Cuando el PRI dice que renunciará a 250 millones de pesos, los ciudadanos responden que no es su dinero, sino recursos que corresponden a la sociedad. Y que realmente un compromiso sería una reforma que plantee al futuro menos dinero a partidos. Si el PRI dice 25 por ciento, Morena responde que el 50 por ciento… y así hasta el fin. No saben qué hacer.

 

Mirilla

(El copete) Enrique Peña Nieto, mientras tanto, se muestra cauto y cuidadoso con sus palabras, siempre incluyendo a la sociedad civil en sus discursos. También en su equipo no quieren reproducir los errores de Miguel de la Madrid. Solo que Peña Nieto no sabe cómo despeinarse, es como si repitiera un libreto. No hay una sola inflexión en su voz que demuestre que siente algo cuando ve destruido una comunidad entera.

Si antes el país se desmoronaba como en una metáfora, ahora se desploma en escombros.

 

Deatrasalante

(1985) La desgracia peor no está en la repetición de los daños y muertes, tampoco en la imposibilidad de transformar una ciudad al borde la tragedia inminente, la desgracia peor es que el México descrito a mediados de los 80 del siglo pasado es muy parecido al México del retorno del PRI en el siglo XXI. Basta releer algunos fragmentos de dos escritores que se encargaron de describir aquellos tiempos.

Carlos Monsiváis es fundamental: “A estos voluntarios los anima su pertenencia a la sociedad civil, la abstracción que al concretarse desemboca en el rechazo del régimen, sus corrupciones, su falta de voluntad y de competencia al hacerse cargo de las víctimas, los damnificados y deudos que los acompañan.”

Y Octavio Paz imprescindible: “El temblor nos ha redescubierto un pueblo que parecía oculto por los fracasos de los últimos años y por la erosión moral de nuestras elites. Un pueblo paciente, pobre, solidario, tenaz, realmente democrático y sabio.” Parece que no escribieron en 1985, sino en 2017 como si aún estuvieran vivos (PUNTO)

 

 

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