¿En qué momento nos jodimos en Sinaloa?

 

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En Villa Juárez, Navolato, una camioneta con un fusil montado en la caja recorre calles y carreteras disparando, mueren cuatro personas que solo buscaban refugiarse de las balas. En Culiacán, un par de hombres disparan al bar El Pirata, en una plaza repleta de personas, como si se tratara de un tiro al blanco de feria de pueblo, asesinan a dos empleados y a una jovencita menor de edad. En la colonia El Palmito hieren de muerte a una niña en un tiroteo. En Badiraguato asesinan a un adulto mayor. Dos hermanos aparecen muertos en un canal de riego de Culiacán.  Y en un mismo día acribillan a dos policías… todo eso solo en 50 días.

El recuento por sí solo es devastador.

El indicador de homicidios no basta sin embargo para entender las condiciones de inseguridad y violencia de una región, pero sí es el que más podría acercarse. Más aun con este inicio de año  no solo en el estado, sino en todo el país:

Enero es el mes más violento de todos los eneros de los últimos 20 años en México. Y eso porque solo es posible consultar estas dos décadas en los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, pero podría extenderse muchos años. Febrero está casi igual. Lo peor es que la violencia sigue dispersándose en el país. Pasó de 50 municipios en 2015, a un incremento exponencial en algunas ciudades y estados: el peor caso es Baja California Sur, donde en enero de 2017 hubo más homicidios —42— que en cada uno de los años de 1996 a 2012.

En Sinaloa han existido peores eneros y febreros. Aun así, en los primeros dos meses de algún año no se habían registrado tantos muertos como este 2017 desde el inicio del sexenio de Malova en 2011 y por supuesto en 2010, cuando en los primeros cincuenta días ya se contaban más de 400 homicidios, ocho por día en promedio.

Ya es historia contada que hubo un momento en que los narcos dejaron de ocupar el patio trasero de las ciudades, de los estados y del país, para irse apoderando de la casa de todos. Y como ya no quisieron estar en el patio trasero, que era su lugar, las organizaciones del crimen fueron ganando cada vez más espacios: unos los compraron con el poder económico que da un negocio así, y otros los clausuraron como si de su propiedad se tratara. Así es como se explica que centenares de pobladores de comunidades enteras de Concordia, Sinaloa municipio, Badiraguato, Choix y El Fuerte, sean abandonadas para cederlas por completo. O porque fueron comprando a los policías primero, a los comandantes después, y luego —porque no— al Secretario de Seguridad. Ya fue más fácil enviar testaferros a los congresos locales y al federal, a las alcaldías pequeñas y después a las de grandes ciudades.

Así se fue jodiendo Sinaloa. Nos lo jodimos todos.

 

Margen de error

(Tormenta perfecta) Hay al menos tres factores que al conjuntarse explican en parte esta nueva espiral violenta en Sinaloa. Su coincidencia conformó una tormenta perfecta que incrementó el de por sí alto número de homicidios:

1) El cambio de gobierno es el principal.

2) La intensificación de la presencia federal en Sinaloa, Ejército y Marina.

3) Las batallas que por su lado libran las organizaciones criminales en Sinaloa.

El cambio de gobierno por sí solo crea vacíos y reacomodos, más si le precede una etapa de arreglos entre autoridad y organizaciones criminales. Pero no solo es la fácil explicación del vacío de poder, que además se minimizó por Quirino Ordaz cuando tuvo tiempo para negociar cambios inmediatos en la Procuraduría de Justicia y en las policías. Pero más que todo por la nueva composición de mandos en todos los niveles, desde la calle hasta las sillas más grandes. Súmesele además que incorporaron a militares en la mayoría de los cargos, con la ventaja y desventaja de llegar ajenos a los arreglos existentes en la entidad.

Buscando atacar el problema, la espiral violenta y la debilidad de la autoridad, se decide incrementar la presencia federal, y lo que se termina haciendo es incrementar los enfrentamientos. Además, ni se ganan espacios ni se conforma una política de seguridad que desequilibre, porque se recurre a prácticas que ya fueron fallidas.

 

Mirilla

(Las muchas guerras) La organización Sinaloa, por mucho tiempo hegemónica en su propia tierra, libra ahora al menos tres batallas en diferentes frentes del negocio ilícito de las drogas.

Un primer frente en la capital Culiacán y parte del litoral de Sinaloa, incluyendo Baja California Sur —donde también se incrementaron los homicidios, como se decía arriba—, entre los Hermanos Guzmán Salazar y su tío Aureliano Guzmán contra Dámaso López.

Un segundo frente contra los Beltrán Leyva, que aun mermados y debilitados y con la detención del Alfredito Beltrán en diciembre pasado, siguen en una batalla en parte de la sierra de Badiraguato y una parte del triángulo dorado y el sur de Sinaloa, especialmente Mazatlán y parte de Nayarit.

Y un tercer frente en una zona siempre en disputa para el tráfico de drogas que es Ciudad Juárez y la frontera con Estados Unidos en general. Ahí están enfrentados contra el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Esos tres frentes no incluyen que además deben protegerse de una eventual captura u otra operación del gobierno que lleve a su captura.

La parte peligrosa de esas tres batallas es que se trata de grupos que algún momento fueron socios. Se conocen enteritos todos ellos. Saben dónde están los refugios, y quiénes los protegen. Cuáles son los arreglos y donde está la corrupción.

El peor enemigo es quien fue un amigo (PUNTO)

 

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