De tocables e intocables

 Y el enemigo público número 1.
Y el enemigo público número 1.

 

En Los Intocables, la película de Brian de Palma, Sean Connery interpreta a un viejo agente de la corrupta e infiltrada policía del Chicago de los años 30. El negocio del alcohol lo controla un solo hombre, Al Capone. La ley seca no prohibía el consumo, pero sí la fabricación, importación, venta y transportación de bebidas con contenido alcohólico. Eliot Ness, un agente federal, recluta a ese policía local, de los pocos ajenos a los arreglos con Capone, y juntos dan el primer golpe al negocio del enemigo público número uno (justo como años después la misma ciudad de Chicago llamaría al mexicano Joaquín Chapo Guzmán). En la escena del primer golpe al imperio de Capone, el policía pregunta a Ness si realmente está dispuesto a cruzar esa puerta porque luego no se puede retroceder: al final que todo mundo sabe dónde está el alcohol, el problema no es encontrarlo, le dice. Luego, solo cruzan la calle y justo frente a las oficinas de la policía se encontraba la más grande bodega de distribución ilegal de alcohol.

Un siglo después —y diez siglos antes— los negocios ilegales y el contrabando siguen mostrando impresionantes similitudes. Cambiemos alcohol por seda o caucho, y seda por cocaína o mariguana, y tendremos una historia muy parecida a la de Capone y Ness: Los agentes del orden, infiltrados y corruptos, los senadores, gobernadores y alcaldes igual. Un hombre o mujer controlando el negocio ilegal a fuerza de sangre y poder del dinero; convertido en ilegal el negocio por el poder de otros grupos, que los lleva a prohibir sustancias para beneficio personal o por fanatismo puritano.

Las organizaciones criminales, como cualquier empresa, van ampliando sus giros inevitablemente. Después de la producción e importación de alcohol controlan los bares, y más tarde se les ocurre cobrar para que opere una red de prostitución. Cuando los gobiernos de algún país quieren simplificar a una organización delictiva con el tráfico de drogas, pretenden ocultar el resto de actividades que controlan. Por eso después los policías, los diputados y los alcaldes se convierten también en parte del problema. Eso tiene Sinaloa, Culiacán y México: organizaciones poderosas porque están fondeadas y protegidas por una parte de la clase política, y toleradas por el resto. Empezaron traficando mariguana, pasaron a la cocaína y al cristal, pero además construyen edificios, hacen negocios con  el gobierno haciendo carreteras o pavimentando. Luego seguirá el tráfico de personas.

Ness y sus intocables se volvieron célebres con aquella persecución a Capone. Terminaron encarcelándolo por evasión de impuestos, no por encabezar la red de tráfico de alcohol y los crímenes cometidos para mantenerla. Luego el alcohol volvería a ser legal en Estados Unidos. Eliot Ness escribiría un libro que se convirtió en una serie televisiva y que medio siglo después inspiraría la película de Brian de Palma —que cumplió 30 años de estrenada. Pero especialmente lo que obtuvieron los americanos fue una referencia cultural de la integridad de un grupo de agentes de policía, que era capaz incluso de derrotar al más poderoso capo del contrabando. Que la gran mayoría de agentes eran corruptos y que hasta los concejales de la ciudad estaban en la nómina de Capone, eso no importa en la trama.

 

Margen de error

(Estacionamientos) El robo de autos en las ciudades es el ejemplo que mejor encaja con la oficina postal de Chicago de la película Los Intocables, donde se guardaba el güisqui. En los primeros siete meses de 2017 se han robado en Sinaloa 4 mil 262 vehículos, muy cerca de los que se robaron en todo 2016. El comportamiento del delito es similar al de los homicidios: en este año, que apenas pasó de la mitad, se han cometido tantos delitos como en todo el año anterior. Solo para movilizar tal cantidad de autos, resguardarlos o hasta desmantelarlos, implica una logística que claramente escapa para raterillos de barriada.

La autoridad finge que persigue a las bandas de robacarros y hasta presenta detenidos, pero jamás desmantela ninguna red poderosa ni mucho menos explica la operación para movilizar 4 mil 262 unidades. Las agencias de autos saben de la dificultad para mover un automóvil de las industrias armadoras de Detroit, en Estados Unidos, o de Guanajuato, México, para el mercado. Viajan en grupos de 20, en tráileres que tardan semanas en los traslados, o en barcos cargueros y pesadas grúas, y las semanas se convierten en meses.

¿Dónde se pueden esconder 20 autos diarios? ¿Cuántas manos se ocupan para desmantelarlos, si es así? ¿Dónde se esconden los mecánicos, los tecles, los aceites?

 

Mirilla

(Ojos que no ven) Si no fuera tan serio parecería un juego y hasta risa provocaría. Casi medio centenar de cámaras del sistema de videovigilancia han sido atacadas en Culiacán. El último caso en un cruce de la avenida Álvaro Obregón, la principal de la capital, expone hasta un nivel de saña incomprensible. Ya derribado el poste donde se colocaron les dispararon en múltiples ocasiones, sin contar que el sistema aún no está interconectado, es decir, las cámaras no transmiten nada.

 

Deatrasalante

(Calderón y Eliot Ness) Barack Obama lo dijo en serio. Y quizás Felipe Calderón hasta se lo creyó y esa noche vio algún capítulo de Los Intocables o la película con Kevin Costner como protagonista. Hace ocho años, en lo más álgido de la guerra contra las drogas de Calderón, el Presidente estadunidense elogió la labor de su homólogo en México. La valentía para combatir a las redes del crimen organizado llevaban a Obama a compararlo con su héroe nacional, Eliot Ness: Calderón “está tratando a los narcotraficantes de la misma manera que, como tú sabes, trató Eliot Ness a Al Capone durante la prohibición, y eso en ocasiones provoca más violencia. Y eso es lo que estamos viendo”.

Y sí, la violencia en 2009 rebasa los niveles de países en guerra, como Irak o Afganistán. El gobierno de Calderón sin embargo no capturó al Capone de aquellos años, que siguiendo la comparación sería Joaquín Guzmán (PUNTO)

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