Cayetano, el cartero del cartero

 

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Javier Valdez y su suscripción en La Jornada

La curiosidad surge entre ironía y broma. ¿A dónde le envían las cartas al cartero, quién le lleva su correspondencia? Javier Valdez Cárdenas fue cartero, pero ¿tuvo él un cartero?

Eran las primeras publicaciones de Ríodoce, y Javier buscaba un lugar para distribuirlo. La lógica del buen reportero lo llevó a la esquina de las calles Rafael Buelna y Domingo Rubí al estanquillo que atiende Cayetano.

Instalado en esa esquina desde el 5 de mayo de 1984, Cayetano, casi 20 años después se convirtió en el cartero del cartero. Sentado en su silla y guarecido bajo la sombra de un cartón y una lona, cuenta la historia.

“Lo que pasa es que éramos camaradas desde ese tiempo, entonces él sabía que yo vendía La Jornada y todo lo de México y un día me dijo, ‘oye bato, si me traen la suscripción te la voy a dejar aquí contigo’. Sí, como no, le dije, no hay ningún problema, es un paro que te voy a hacer, por qué no.

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“Y así surgió, así surgió el detalle. Cuando él no la necesitaba (la suscripción) me decía ahí véndela o lo que quieras, o se la regalaba a algún amigo de él, la cosa es que yo mucho tiempo, hasta el último día, estuve entregándosela.

¿En qué año se conocen Javier y tú, Cayetano?

—Ahí sí me la pones bien difícil, mano, el tiempo pasa y ni cuenta te das. ¿Qué te puedo decir, qué tiempo fue?… cuando menos son unos 15 o 20 años, por ahí, no recuerdo.

Cayetano hace una pausa, busca en su memoria el dato, la fecha, la precisión. De pronto el recuerdo llega y casi sale por sus ojos.

“Es más, no puede ser tanto porque fue cuando él empezó en el Ríodoce, cuando empezaron el periódico a formarlo”.

—Hace 14 años…

—Sí, el tiempo se me encamotó, porque inclusive cuando empezó a salir el Ríodoce no hallaban dónde ponerlo, tú tráemelo, le dije, pues lo que sea. Me acuerdo que me traía cinco.

Guarda un pequeño silencio, como saboreando el recuerdo de aquel primer encuentro con el Malayerba. Ahora, en lugar de cinco ejemplares, Cayetano presume que vende entre 50 y 60 en esa esquina cada semana. Luego, habla de la edición que todo el equipo de Ríodoce firmó como Javier Valdez Cárdenas.

La primera edición sin Javier, esa que explica que el 15 de mayo nos dieron en el corazón. Esa de la portada es la imagen de Javier, con su sombrero puesto y su mano derecha al frente mostrando el dedo medio y el subtexto imaginario: “ande, putos”.

“Al principio te agüitas de ver la realidad porque muchas veces todavía no lo crees, inclusive veo la foto y digo ‘oye, qué onda loco’ y me quiero poner a platicar con él, mano. Veo la lectura de todo y veo muchas cosas que no sabía de él”, explica.

Luego Cayetano se lamenta. En todo el tiempo de haber sido el cartero del cartero, jamás pudo atender a la invitación máxima que pudo alguien recibir de Javier: unas cervezas en el Guayabo.

“Ahí conocí otras cosas que no conocía de él, de cómo era y hasta dónde. Yo lo conocía aquí, en la plática, siempre cuidando el changarro y me decía ‘bato, vamos al Guayabo’ y nunca pude ir al Guayabo”, recuerda Cayetano.

“Yo aquí me la paso en el changarro, a veces duraba hasta un mes sin verlo pero casi siempre cada semana. Algún detalle, algún encargue y ahí me echaba el grito ‘hey, bato’, ese era el grito”, añade.

El después

“Hay raza que dice que el Ríodoce va a desaparecer, así de los que no saben ni qué onda. No, les digo, lo que pasa es que Javier era parte del grupo, de los buenos o como le quieras llamar, pero los otros tienen que seguir por él, no creo que se vayan a entregar ni vayan a decir que ahí estuvo, no”, dice Cayetano sobre el futuro del semanario.

Luego una clienta lo interrumpe. La mujer busca un ejemplar del TV Notas y Cayetano le explica que aún no llega. La mujer trae prisa por conseguirlo, refiere que un sobrino suyo sale en dicha publicación. Luego, el trato de palabra, al día siguiente volverá por su revista y Cayetano retoma su relato.

“Ese es el detalle, yo le digo a la raza que va a salir. La raza bien melancólica, agüitada agüitada, han andado en las marchas y todo eso pero les digo que pues… eran camaradas de ellos, pues de ellos (de Ríodoce)”.

Los clientes llevan regularmente Proceso, La Jornada y El Chamuco, y Cayetano lo presume. Saluda a un automovilista y agrega: “Son los más cotidianos por decirlo, ah, y el Ríodoce (risas)”, luego suspira y entre confesión y nostalgia añade: “aquí me he hecho ruquito y viejito”. Luego va al momento en que todo inició.

“El changarro me lo pasó un camarada que era maestro, yo trabajaba en ese tiempo en una distribuidora y cuando menos conocía las revistas… gracias a Dios de ahí salieron los plebes, de ahí salimos y ahora sí ni pa’dónde correr, si lo quiero dejar ya no puedo, ya estoy ‘ruquito’, ya con 61 años qué vas a hacer, más que aguantar”.

—No Cayetano, todavía estás macizo.

—Pero gracias a Dios todavía hay, aunque batallando porque hay muchos problemas con las revistas, que se retrasan o se suspenden.

Puestos como el de Cayetano solamente quedan Santa Rita y el suyo. Ambos negocios con su clientela. Medios impresos locales, nacionales e internacionales se distribuyen ahí, y a pesar de la crisis Cayetano se mantiene.

Luego sus ojos van a una publicación que desentonaba del resto. Metida en una bolsa, el color de la revista estaba deslavado.

—¿Estos ya casi no se venden, los de Guitarra Fácil?

—No, esos no. Ese lo tengo de recuerdo como quien dice.

—Harvest of sorrow, esa onda es viejísima.

—Sí, de los metálicos y eso.

La publicación desapareció como muchas otras que ha ofertado Cayetano. El pasar de los años sigue y con ellos las publicaciones, y Cayetano, el cartero del cartero, dice que hay que aguantar vara, semana a semana sigue entregando los Ríodoce, ese fue el trato con Javier.

 

 

 

 

 

 

 

 

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