La década perdida en la guerra contra el narco

 

 

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Mexicanos contra mexicanos, la guerra de diez años que inicia cada día

 

 

 

Felipe Calderón lanzó al país entero a una guerra contra el narco apenas 11 días después de asumir la Presidencia en 2006. Envió 5 mil efectivos a Michoacán, luego  7 mil a Guerrero, otros miles a Baja California, Sinaloa, Tamaulipas… y el frente de guerra se volvió todo México hasta sumar al menos 50 mil militares, más el resto de las fuerzas federales.

Justo una década después, en el retorno del PRI, los índices de criminalidad se acercan a los peores tiempos del PAN: 2016 es, con datos a octubre, el año más violento de Peña Nieto, pues los homicidios marcan una tendencia de acercarse al pico violento de Calderón en 2011, cuando se registraron 22 mil 852 asesinatos.

Si a Calderón se le increpó la falta de estrategia al principio, y después la dispersión de la violencia al buscar solo abatir a las cabezas de las organizaciones criminales; a Enrique Peña se le descubrió que los 122 objetivos prioritarios que se marcó para capturar al inicio de su sexenio no fueron más que una mascarada falsa, para llamar de otro modo la misma estrategia de su predecesor.

Diez años después, con el delincuente más perseguido del mundo de nuevo en la cárcel, Joaquín Guzmán, con decenas de cabecillas abatidos y otros más extraditados, la guerra contra el narco cada día ve más lejos su final, cada día parece que apenas empieza.

 

El primero que muestra el agotamiento de la ya larga lucha contra el narco es quien está en la primera línea de fuego: el Ejército. El general Salvador Cienfuegos, Secretario de la Defensa, fue gradualmente mostrando el descontento y enviando mensajes que tienen claramente como destinatario al presidente Enrique Peña, aunque no lo mencione.

Pero nunca había hablado tan claramente como en su primera conferencia de prensa en cuatro años al frente de la Sedena y en el inicio de un recorrido que hará por las zonas militares del país con motivo del fin de año: “No pedimos estar ahí, no nos sentimos a gusto. Ninguno de los que estamos con ustedes aquí estudiamos para perseguir delincuentes”.

 

Antes, pidió de una vez por todas regularizar la situación de las fuerzas armadas y aprobar un marco legal preciso. “¿Quieren que estemos en los cuarteles? Adelante”, dijo Cienfuegos.

En una década de guerra contra el narcotráfico nunca, hasta ahora, había venido la crítica desde dentro del propio Estado.

Este 2016 registra el número más alto de homicidios en todo el sexenio de Enrique Peña, y todavía falta un mes para que concluya. En 10 años suman más de 100 mil crímenes en México, la cifra más conservadora señala 30 mil desaparecidos y por lo menos 35 mil desplazados.

 

Declaratoria de guerra

Cuando Felipe Calderón se puso la casaca militar y el quepí con las cinco estrellas el 3 de diciembre de 2007, en lugar de respaldar la guerra contra el narco que estaba por iniciar, lo que se expandió fue la mofa del Presidente remedo de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.

Al año siguiente, 2008, Felipe Calderón tenía a las fuerzas armadas y el aparato federal completamente metido en la guerra contra el narcotráfico. Ya no se hablaba de otro tema y la atención mundial estaba en México. Pero lo peor estaba por venir. El año más violento de su mandato fue 2011, con 22 mil 852 asesinatos. Calderón convencía a pocos que su guerra tendría resultados en el corto plazo.

Las voces en contra de la guerra se iban aglutinando a medida que las víctimas del fuego cruzado se multiplicaban. El escritor Carlos Montemayor refería en abril de 2008 en el Foro Internacional sobre drogas ilícitas organizado por el semanario Ríodoce, que la guerra era “una mentira, una retórica, es un espejismo, porque son tantos los circuitos, tantos los eslabones, tantas las facetas que hay impunes en el proceso total del narcotráfico”.

Aquel Foro se adelantaba al menos ocho años a una discusión que culminó con el inicio de la despenalización de la mariguana y su uso recreativo. Pero las coincidencias de los participantes iban en el sentido de un  Estado débil y una estrategia que solo apostaba a resolverlo con presencia militar.

Montemayor insistía en una visión amplia que abarcara todos los circuitos en el tráfico de sustancias ilícitas: “las medidas más efectivas serían que Estados Unidos controlará la venta de armas y la venta de procesadores químicos que fluyen hacia este continente”.

También que Estados Unidos controlara la red de distribución de drogas y los circuitos financieros de lavado de dinero, así como la inversión de recursos lavados en distintas industrias en la economía americana.

“A partir de eso, entonces nos podremos coordinar en Colombia, en Perú, en Ecuador y en México con los que ustedes quieran… Mientras no haya una contrapartida eficaz en Estados Unidos, sería inútil todo combate que hagamos en México contra el narcotráfico”, dijo.

El académico Luis Astorga, autor del clásico El siglo de las drogas, resumía en el mismo foro la situación del país que se agudizó en los años siguientes: los grupos de traficantes de drogas tienen una mayor capacidad de acción, es un escenario donde hay una fragmentación del poder político, donde no hay una visión de Estado y no hay instituciones que puedan operar con la fuerza necesaria para contenerlos.

En ese sentido, decía Astorga, la lógica es poner a las fuerzas armadas en esos despliegues vacíos en distintas partes del país, porque no hay un solo gobernador que tenga un plan B viable a corto plazo para resolver los problemas de inseguridad. Por eso el Ejército es aceptado en la calles, aunque sea ilegal.

Y siguió ilegalmente durante diez años. Y es hasta ahora, una década después, que el mando más alto en la Fuerzas Armadas concluya: “la violencia no se resuelve con balazos”.

 

La guerra sigue

Enrique Peña asumió la presidencia sin siquiera nombrar la palabra narcotráfico. Del involucramiento del Ejército en la guerra tampoco una palabra. Entonces, lo claro con el retorno del PRI no fue el cambio de la estrategia, sino la modificación en la narrativa.

Los delincuentes detenidos dejaron de presentarse espectacularmente, como en tiempos de Calderón. Incluso, se anotó la joya de la corona aprehendiendo a Joaquín el Chapo Guzmán.

Pero el sexenio de Peña Nieto solo duró la mitad. Con la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa inició la debacle. El gobierno federal reaccionó tarde y mal. Luego, intentó establecer una verdad histórica que dos años después sigue en entredicho.

Después vendría la fuga del Chapo que llevó de nuevo a la burla al gobierno de Peña Nieto. Y es que lograron cavar un túnel que tenía como final exactamente la celda del capo de un penal de máxima seguridad.

Al cambiar la narrativa de la guerra contra el narco, el gobierno estableció 122 objetivos prioritarios, es decir, cabezas de células delictivas que debían ser aprehendidas. Sin embargo, la famosa lista de objetivos prioritarios se desconoce por completo y ninguna dependencia federal admite contar con ella, salvo en el discurso.

La última crisis que enfrenta Peña Nieto, en la guerra contra el narco al cumplirse una década, es el descontento militar de mantenerse en las calles sin un marco jurídico de respaldo y después de casi 500 efectivos que han muerto en ataques y enfrentamientos, como el de Sinaloa el 30 de septiembre pasado, en su gran mayoría soldados y cabos, la tropa que día a día está en la línea de fuego.

 

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El Presidente del quepí

A once días de iniciar su mandato, Felipe Calderón, el segundo presidente panista en la historia, inició una serie de operaciones militarizadas por estados que lo llevaron a confesar que libraba una guerra contra el narcotráfico —aunque él mismo negaría haber usado ese término—.

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Inicia la guerra en Sinaloa

Sinaloa estuvo ajeno a la guerra que se libraba contra el narco por año y medio, vivía en una normalidad enferma de 500 homicidios al año en promedio, hasta el 30 de abril de 2008 cuando capturan a un grupo armado apenas a unas cuadras de la casa del gobernador. Luego, vendría la espiral violenta que multiplicó por cuatro el número de asesinatos en Sinaloa.

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Cae el Barbas.

Abatido por un comando de la Marina, la muerte de Arturo Beltrán Leyva no detuvo el enfrentamiento de los Beltrán con la Organización Sinaloa, que elevaría a niveles exponenciales los homicidios en Ciudad Juárez, Sinaloa y Jalisco.

 

MÉXICO, D.F., 29JULIO2010.- La Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA) informó sobre la muerte de Ignacio Coronel Villareal durante un operativo efectuado en Zapopan, Jalisco. FOTO: SEDENA/CUARTOSCURO.COM

Coronel, el hombre del Chapo

Ignacio Nacho Coronel era la mano de la Organización Sinaloa en Jalisco, el principal operador financiero y el encargado de las metanfetaminas. Él libraba una guerra personal con Héctor Beltrán Leyva desde el asesinato de uno de sus hijos que atribuía a los Zetas. Fue abatido por el Ejército en una casa de Colinas de San Javier, donde todo Zapopan sabía que despachaba.

 

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Masacre de San Fernando

Se negaron a ser reclutados por los Zetas y ellos mismos los ejecutaron. 76 migrantes fueron primero detenidos por los Zetas, llevados a una bodega y ahí les dispararon. Dos de ellos lograron sobrevivir.

(160108) -- CIUDAD DE MEXICO, enero 8, 2016 (Xinhua) -- Elementos de las fuerzas de seguridad escoltan a Joaquín Guzmán Loera (d), alias "El Chapo", en el hangar de la Procuraduría General de la República, en la Ciudad de México, capital de México, el 8 de enero de 2016. El presidente de México, Enrique Peña Nieto, confirmó el viernes en el Palacio Nacional, la captura del famoso narcotraficante Joaquín "El Chapo" Guzmán Loera durante la mañana en una operación realizada en el municipio de Los Mochis, estado de Sinaloa (noroeste). (Xinhua/Alejandro Ayala) (aa) (da) (dp)

El más buscado

Al Chapo lo volvieron leyenda sus persecutores, especialmente los estadunidenses: lo bautizaron como el enemigo público número uno. Desde su fuga en enero de 2001, justo a la llegada de Vicente Fox a la presidencia, Joaquín Guzmán fue construyendo la organización criminal más poderosa del mundo. Libre por 13 años, con Enrique Peña se le recapturó, se volvió a fugar y su última recaptura se dio en enero de 2016.

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Ayotzinapa

Hoy queda claro que los sucesos de Iguala están directamente relacionados con el narco. Los 43 normalistas, aun en calidad de desaparecidos, quedaron envueltos en la disputa de organizaciones criminales de Guerrero por la siembra de amapola. Lo ocurrido con los estudiantes de Ayotzinapa marca el sexenio de Peña Nieto.

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Fin de la prohibición

Primero, la Suprema Corte otorgó un amparo contra artículos de la Ley de Salud que permiten el uso recreativo de la mariguana. Al año siguiente, el mismo Presidente Peña enviaba una iniciativa para terminar con la criminalización del consumo personal de la mariguana y elevar las cantidades permitidas de portación a estándares internacionales.

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El nuevo enemigo número 1

La DEA tiene un nuevo enemigo: Nemesio Oseguera. Disminuido el Chapo, el gobierno americano decretó que la Organización más poderosa en México es el Cártel Jalisco Nueva Generación, escisión de la Organización Sinaloa en tiempos de Ignacio Coronel.

 

 

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