Buscando a Caro Quintero

 

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Operativos de la Marina y Estados Unidos arremeten en pueblos de Badiraguato

 

 

 

 

La madrugada del 27 de julio pasado, cerca de 25 helicópteros tipo Black Hawk, de la Armada de México, sobrevolaron los poblados de La Noria, Babunica, Guanajuato y Santiago de los Caballeros, en busca de Rafael Caro Quintero, a quien Estados Unidos tiene años tratando de arrestar para que enfrente la justicia por el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena.

No lo encontraron. Pero eso no evitó que los marinos, equipados con fusiles de asalto, chalecos antibalas, radios de comunicación satelital y lentes de visión nocturna, entraran a viviendas en busca del capo de la droga, y a su paso cometieran actos de abuso de autoridad, según testimonios de residentes de esa zona.

“Esta última vez no sólo se fueron contra los hombres, sino que a una señora la agarraron y le pusieron una bolsa negra en la cabeza, mientras le apuntaban y le decían que la iban a matar si no decía dónde estaba el señor”, dijeron habitantes de la región, quienes pidieron no se revelaran sus nombres por temor a represalias.

La Comisión de Defensa de Derechos Humanos de Sinaloa (CDDHS) informó que hasta el viernes pasado, no se habían presentado reportes de abusos de autoridad por parte de la Armada, mientras que el municipio de Badiraguato tampoco había recibido quejas, aunque en opinión de Leonel Aguirre Meza, presidente de ese organismo, muchas veces ciudadanos de esa área no reporta abusos por temor a represalias, o porque viven en zonas muy aisladas que les impiden ir a la cabecera municipal a interponer reportes.

“Sabemos que ocurren abusos de autoridad en la sierra, pero en el caso de Babunica y La Noria no nos han reportado nada aún”, dijo Aguirre Meza.

Este habría sido el tercer operativo que ocurre en esa zona en los últimos ocho meses, y de acuerdo a testimonios de los habitantes de la región, los operativos cada vez son más agresivos, pues los marinos cortan toda comunicación satelital, incluyendo radios y celulares, y lo próximo que escuchan son los helicópteros sobrevolando el área, y los elementos castrenses asegurando un radio de más de 30 kilómetros a la redonda.

“Llegan tempranito, y desde aquí vemos cómo andan vuele y vuele la zona de La Noria, pues nosotros creemos que en busca de don Rafa”, dijo un residente de Tameapa.

Hasta el cierre de esta edición, la Armada de México no había emitido una reacción respecto a esos señalamientos.

 

Por debajo de las piedras

Los tres operativos dirigidos por elementos de la Armada de México han sido hechos en coordinación con el gobierno de Estados Unidos.

“Nuestra oficina está muy decidida en atrapar a este señor, y no nos importa que él piense que ya pagó por lo que hizo, nosotros seguimos buscándolo, y nuestra gente en México sigue investigando cómo pueden localizarlo”, dijo Melvin Petterson, portavoz de la DEA en Washington DC.

Hace apenas unos meses, la DEA actualizó en su página web el retrato de Caro Quintero, tomando como referencia la imagen que mostró durante la entrevista que la periodista Anabel Hernández hiciera con él el año pasado.

“Hay una recompensa de cinco millones de dólares para quien dé informes sobre el paradero de Caro Quintero, y esa es sólo una muestra de lo que estamos haciendo para dar con él”, expuso Petterson, en entrevista telefónica con Ríodoce.

Según fuentes del USDOJ, las autoridades se están valiendo de drones y de vigilancia satelital en la zona de Badiraguato, para rastrear los sitios donde pudiera encontrarse y así tener un indicio que los ayude a encontrarlo.

 

Los caminos solos

Pero no sólo La Noria y Babúnica viven los estragos de una guerra entre bandas del narcotráfico, sino también todos los caminos que conducen a La Tuna y La Palma, los pueblos que vieron nacer a los Guzmán y a los Beltrán Leyva, cuyas comunidades se encuentran casi abandonadas por el clima de violencia que ha imperado en esa zona en el último año.

La guerra habría iniciado en junio de 2016, cuando cerca de 70 pistoleros tomaron por asalto La Tuna, en Badiraguato, lo que obligó a cientos de familias de Huixiopa, Arroyo Seco, y La Tuna, a dejar sus domicilios en busca de refugios que los salvara de esa guerra.

En un recorrido hecho por reporteros de esta casa editorial, se pudo constatar cómo, a un año de iniciada esa batalla, pueblos como Arroyo Seco y Huixiopa quedaron semi abandonados, luego de los encuentros entre pistoleros de ambos grupos, que dejó muertos y desaparecidos.

“Habíamos como 250 personas en Arroyo Seco, pero después de la guerra quedamos como 100, porque muchas familias se fueron por lo violento que estaba; y sigue la violencia, pero ya se ha calmado”, dijo la encargada de un abarrote en esa comunidad.

 

—¿Y el gobierno? —se le preguntó.

—El gobierno dejó que la gente se matara —sostuvo la mujer.

 

Leonel Aguirre Meza explicó que aunque la gente ha ido regresando a sus comunidades, es labor del gobierno asegurar que disminuyan los niveles de violencia en la zona.

“Las familias salieron de sus casas por temor, y dejaron sus hogares, escuelas, patrimonio, pero es en esta etapa que la autoridad debe imponerse, con orden y transparencia, para que garantice la vida en esos lugares”, sostuvo el activista.

El recorrido mostró casas destruidas por el fuego, y una psicosis que hizo que muchos residentes se escondieran en cuanto notaran la presencia de los periodistas.

“Es que ya no se sabe quién viene”, dijo don Luis, un anciano de Huixiopa a quien habrían amenazado gente de los Guzmán, y de los Beltrán Leyva pensando que se trataba de algún informante, sólo por tener su casa a la orilla del camino.

“Primero vinieron los Beltrán, y me quisieron colgar que porque era de los otros, pero cuando notaron que yo no tenía bando me perdonaron la vida, pero luego vinieron los Chapos y también me quisieron colgar que porque era de los Beltrán, y pues dos veces me salvé”, dijo el anciano.

Fuera de eso, la sierra reverdece entre veredas y arroyos, y la esperanza mutua de sus residentes y del gobierno municipal porque la violencia por fin se calme.

“Ya está todo más tranquilo, y hasta la gente ha empezado a volver a sus hogares… no hubiera dicho lo mismo hace un año”, comentó Rubén Medina, secretario del Ayuntamiento de Badiraguato, mientras se acomoda frente su escritorio.

Su sentir es compartido, aunque más compartida es su ilusión porque una paz relativamente aceptable, encuentre nuevo cauce en esa zona de Badiraguato.

 

 

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