José Abraham Lichter Salido

 
lichter 2011
Hoy se fue un buen amigo, una amistad heredada de mi padre, que con los años se fue fortaleciendo, aún con la diferencia generacional, que con él no había dicha diferencia; fue jovial, adaptable y abierto a cualquier tema.
 
Cálido, gran conversador y agresivo en el debate. Muy informado y con una memoria privilegiada.
 
Alguien dijo por ahí que se debía haber apellidado: “Listo… Pepe Listo”. Emprendedor y con una habilidad para los números envidiable.
 
Entrañable amigo de mi padre, a quien según me platicaban los dos, se conocieron casi cuando llegaron ambos a Sinaloa, por allá a finales de los años 50.
 
Lichter, como le decía mi papá y como yo también me acostumbré a llamarle, realizó una notable carrera bancaria —de formación contador— en la escuela bancaria y comercial de la Ciudad de México. Mostró desde joven sus grandes atributos financieros y su propensión a los negocios. En realidad un auténtico promotor, sin duda él era la parte emprendedora en la mancuerna Lichter-Ibañez. Mi papá, como economista que era, la parte cauta y reflexiva.
 
Con los años lograron una gran mancuerna; incluso al incursionar en el servicio público aportaron mucho en el Gobierno del Estado. En un gobierno que por primera vez en la historia del estado incorporó la técnica de la administración pública y los sistemas, el del licenciado Alfredo Valdez Montoya, quien fue también cercano amigo y jefe político de la mancuerna.
 
Con los años y en cuanto tuve conciencia, me percaté de la entrañable amistad entre Lichter y el licenciado Ibáñez, como llamaba Lichter a mi papá. Tarde tras tarde me acostumbré a ver llegar e irse a Lichter de mi casa.
 
De verlos platicando horas y horas, confieso sentimientos negativos, por preguntarme entonces: ¿qué tanto platican?, ¿por qué Lichter capta la atención de mi papá por horas?, y yo no alcanzó a lograr quitarle más que solo momentos a mi papá con mis historias juveniles.
 
Con los años y a la partida de mi papá, fui incorporado a la mesa de los sábados: Roberto Tarriba Rojo, Roberto Camacho, Roberto Soltero Acuña, no no era requisito llamarse Roberto, también acudía José Luis López Uranga y más tarde se incorporó Eleuterio Ríos Espinoza. En esta mesa disfruté las inteligentes aportaciones de Lichter y su memoria privilegiada.
 
Me llegó a confiar detalles del porqué de su amistad con mi padre y las muestras que los dos se dieron —recíprocamente— de confianza y aprecio.
 
Luego me invitaron a la mesa de “los apóstoles”, donde había también grandes amigos de mi papá, incluso el mismo Valdez Montoya, y ahí también disfruté largas pláticas que en muchas de las ocasiones eran aprendizaje de muchos años de experiencia acumulada.
 
Pero lo que más voy a recordar y a extrañar son las tardes de cine, entre Lichter, Roberto Camacho y yo, en mi casa de la colonia Chapultepec. Compartimos esa afición, pero Lichter en este tema jugaba con ventaja, se acordaba del nombre de los artistas, en qué otras películas habían participado, quién había sido el director y cuanto detalle era posible recordar.
 
Eran tardes entrañables, con botanas de las que le gustaban: carnes frías, quesitos, fruta, pan y refrescos, porque el alcohol nunca fue de su agrado. Largas pláticas alrededor de la película o de temas políticos o empresariales.
 
Un gran amigo, guía y ejemplo. En el ámbito político: agudo, observador y crítico, como todos terminó decepcionado del PRI, se acercó al PAN, en mucho por mí, y también como muchos terminó decepcionado. Sus últimos años se convenció que López Obrador era la opción… No le va a tocar verlo participar en su tercera elección.
 
Agradezco la oportunidad de haber heredado su amistad y con los años aprender a valorarlo y quererlo.
 
Lichter ya debe estar debatiendo en una nueva mesa, con amigos que se le adelantaron, pero sobretodo con su amigo, socio, camarada y hermano: el licenciado Ibáñez.
 
A la Señora Gala, Any, Pepe, Juan y Coqui; a su hermana Miriam, nueras y nietos, mi abrazo solidario.
 
¡Descanse en paz Lichter!
 
Raúl Ibáñez Márquez y familia

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