Pedro Álvarez, su sax y sus perros

PEDRO ÁLVAREZ. Obsesión por la música y los perros.

Músico de la bohemia y de tiempos, el artista tiene ahora una nueva afición: atender a sus 25 perros

Pedro Álvarez llega presuroso. En el Centro Histórico de Culiacán el calor es infernal. No trae su saxofón, pero sí las memorias que con éste le han acompañado.

Antes de la pandemia todo estaba bien, será lo primero que diga, ahora que a su vida como músico le ha sumado el cuidado de 25 perros, por lo que la situación se ha complicado.

La pandemia no sólo se llevó sus escenarios públicos, sino también la economía para poder sostener a los caninos; el cuidado de ellos asciende a 30 mil pesos mensuales, por eso hace rifas o pide prestado.

“Yo como quiera como lo que sea. Mi esposa me echa la mano, pero a mis perros no soporto que les falte comida”, asegura.

En su carro, cuenta que siempre trae croquetas, salchichas, agua por si ve algún perro, alimentarlo, y si es necesario, recogerlo.

“Pues es que me da lástima que anden ahí, aunque hay algunos que me buscan. Me prestaron una casa y ahí no les falta nada; tengo de todas las razas y tamaños”.

“Se me apachurra el corazón, pues cuando era niño tenía un perro y lo mató un camión y ya no quise otro, pero un 14 de febrero pasé por una florería de arreglo de pompones imitando a un perrito que valía 650 pesos por lo que, por el precio, mejor compré uno de verdad, y ahora ya son 25”.

Lo que la pandemia se llevó

A Pedro Álvarez al hablar de sus perros se le agrandan los ojos, pero también el corazón; además se lamenta por el cierre de los bares en la ciudad, y al no haber más fiestas, la economía mermó.

Antes de la pandemia, los músicos se solventaban fácilmente, por lo que no tenía problemas para alimentar a sus perros, menciona.

“Cuando se acabó el trabajo dije ‘qué voy a hacer’, y empecé a hacer rifas, a pedir prestado, y algunos me regalaron croquetas y así me la he pasado en la familia. Ya los tengo hartos a todos, qué por qué no me dejo de esas cosas”, menciona.

“Me quedé sin un peso en la bolsa. Nunca me he preocupado por ahorros, siempre he vivido al día”, señala.

Esta época crítica no es la primera que pasa. Cuando era niño, y el gobierno de Leopoldo Sánchez Celis canceló la Sinfónica del Estado, donde tocaba su padre, y su abuelo era subdirector, pasaron a vivir en extrema pobreza.

Además, ordenó clausurar los bares, cantinas, zonas de tolerancia, todo, la opción fue comer en casa de su abuela.

“Mi papá solo tocaba en algunas fiestas, y vivíamos en una pobreza casi extrema y ahora la pandemia me hizo recordar eso”.

Músico de la bohemia

Pedro Álvarez no es un músico común. Su trabajo es fino y estudiado. Toca el sax y siente que no tiene público enfrente. Entabla una comunión, aún cuando esté en un bar y su música se mezcle con las pláticas y el sonido de las botellas.

Es abstemio. Después de muchos años en la bohemia le hizo una promesa a su madre y no necesita más que, a veces su voz, y otras, solo su instrumento musical.

Aunque toca en eventos privados y busca abrir de nuevo uno propio; en El Guayabo, El Mesón, se convirtió en un clásico.

“Siempre le ando buscando, pero como mi música es para un público específico es más complejo; me gusta tocar canciones de Agustín Lara, lo romántico, el México que ya se fue, pero también lo más nuevo de música de jazz”.

“Ya no toco en bares porque son muchas horas las que está uno ahí y el patrón te paga 100 pesos y no les gusta que te vayas a tocar a otros lados, y dije pues no, y yo en evento puedo ganar lo de una semana”.

La música una aventura

Tiene 64 años, 48 años dedicados a la música. No lo pensó así, pero ha sido toda una aventura.

“Si alguna vez pensé en dejar la música, no me acuerdo; también me di cuenta de que no podía. Yo tengo dos obsesiones: los animales y la música”.

“Se aprende a vivir dentro de eso como si fuera una burbuja y te aíslas de todo. La música es lo que me salva, es mi justificación, de hecho, empecé a componer porque dije tengo que aportar algo”.

La música para Álvarez, es vital; es como comer, dormir, reír, enojarse. Es una forma de platicar, aunque no todo el mundo te entiende.

Tiene claro que no hace música, solo por ganar dinero, pues es su forma de vida. Le parece mejor que usar drogas o estar en la política. Lo hace feliz.

Le recuerda cuando estaba niño y su padre tocaba a cuatro cuadras de donde vivíamos, él le cargaba el sax y lo miraba tocar la primera ronda en el Bar La Fuente, cenaban un filete mignon y en el descanso lo llevaba a dormir a casa.

“Tocar es como si tuviera a mi papá en las manos, me descubro que estoy tocando igual que él o igual que mi tío, reacciono y empiezo a tocar como yo toco, están conmigo, es como si yo estuviera platicando con ellos”.

Pedro Álvarez aún no se termina de tomar su coca light en Los Portales, el calor sigue infernal. Es el músico que ahora también cuida a sus 25 perros.

Artículo publicado el 10 de julio de 2022 en la edición 1015 del semanario Ríodoce.

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