Tony Penné, cantante por vocación

 

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Por las tardes, al caminar por las calles del llamado “Triángulo de las Bermudas” (Teófilo Noris entre Madero y Francisco Villa), si tienes gusto por la música romántica, rock y jazz, te arriesgas a ser seducido por las melodías que escapan de una de las cantinas más conocidas de nuestra ciudad: El Guayabo. Las notas pueden ser de Nereida, Mujer de magia blanca o Luces de Nueva York. Y luego surge una voz que nos recuerda el estilo de Daniel Santos o Bienvenido Granda. Algo así me ocurrió hace unos días, y no pude escapar al embrujo. Entré. Allí estaba él, con su bien timbrada dicción y con su personal estilo cantaba: Culiacán, himno de nuestra ciudad inspirado por don Enrique Sánchez Alonso, el Negrumo.

La tarde un poco cálida invitaba a pedir una cerveza. Una mesera joven me atendió con una sonrisa. Era temprano y el lugar estaba casi desierto, supongo porque era martes. Al terminar la tanda me acerqué:

-Tony, ¿me puedes regalar unos minutos? Quiero decirte que admiro tu canto, me parece tu estilo muy borincano.

-Así es, algunos parroquianos de aquellos lugares me han invitado para que vaya a Cuba y Puerto Rico. ¡Fantástico! Seguramente el espíritu de Rafael Hernández te daría la bienvenida, y Beny Moré saltaría de gusto. Tony ríe.

Penné nació por el bulevar Madero, entre Aquiles Serdán y Ramón Corona, el 1 de abril de 1936. Su madre fue Amelia Flores y su padre Jesús Penné Izabal, “pero mi abuela me registró con su apellido: Santos. Sin embargo, soy más conocido como Tony Penné”.

—¿Y de dónde te viene la vena musical?

—Creo que de mi padre, él, y mi tío Enrique fueron músicos por afición. Mi padre fue zapatero, fabricaba zapatos a la medida, pero tocaba la mandolina y mi tío la guitarra. Se acoplaban para alegrarnos en las fiestas familiares.

—¿Y tus hermanos?

—Son Madalena, Jesús, Luz Armida —fue muy conocida como la Chita Penné porque fue secretaria de cuatro gobernadores—, Elvira, Francisco, Gregoria, María Esther, Fausto y Rafael, pero ninguno fue músico o cantante.

“Quiero que sepas que el primer edil de Culiacán fue don Jesús Penné Izabal, en 1531, don Nuño Beltrán de Guzmán le dio el nombramiento, fue pariente directo de nuestra estirpe. Si lo dudas, checa en los libros. Y mi abuelo Jesús, por parte de mi padre, fue también primer edil y dueño del famoso rancho El Tule, y de algunos edificios del primer cuadro de la ciudad, pero todo eso quedó quién sabe dónde.

Tony cuenta que trabajó en el Diario de Culiacán: barría, trapeaba, cobraba y vendía suscripciones, lo mismo hice en La Voz de Sinaloa. Trabajé en la tienda Sears, reparaba muebles. Y fui boxeador.

—¡No me digas! ¿Y llegaste a campeón?

—No. Entre amateur y profesional, siempre en peso mosca, hice 65 peleas, gané cuarenta y perdí las demás.

—¿Tuviste peleas con famosos?

—Sí: Memo Ramírez, Tom Macías, Henry Gutiérrez, Abraham Cervantes, Jesús Burgueño el Monito, y algunos más. No fui mejor porque reconozco que era flojo para entrenar, no me gustaba correr.

El Zurdo, el cantinero más afamado, nos trae cervezas. “Se las manda aquél señor”, nos dice. El parroquiano es, aunque usted no lo crea, Pancho Villa. Así se llama. Me doy cuenta de que el lugar ya está casi lleno. Suena la batería, el teclado, la trompeta, la guitarra y de pronto la ensordecedora voz de algún aficionado.

—¿Cuál fue tu primera experiencia de canto?

—Siendo todavía un chavalo, un día caminaba por la calle Escobedo y vi mucha gente en la XECQ. Participaban de un concurso de aficionados al canto. En un momento, el locutor, de apellido Paliza, me dijo ‘¿Quieres participar?’ Un poco sorprendido, le dije que sí. Canté Sentencia y gané. Desde ese momento nació en mí la idea de ser cantante. Pasó el tiempo, Fito, mi primo, Jesús Hermosillo y yo, formamos un trío. Ensayábamos en el patio de la iglesia de San Francisco de Asís, nos invitaban a fiestas y tocábamos tres piezas en la XENW, pero nadie nos pagaba.

Una vez, llegó una carpa que traía espectáculo de variedad, se llamaba Catalina, el dueño nos contrató y trabajamos unos días, luego nos invitó a una gira hacia el norte, pero mis compañeros se rajaron. Me fui solo, cantaba acompañado del grupo que amenizaba a los demás artistas: piano, batería, guitarra y trompeta. Me vine a Culiacán y formé un trío, se llamó Trío Sinaloense. Después formé el Trío Colonial. Cantamos en el hotel Los Caminos, en Los Mochis en El Dorado y el Santa Anita. Después formé el Cuarteto Los Plebeyos, fuimos contratados por el hotel Executivo, duramos un año, luego nos presentamos en el Costa de Oro de Ciudad Obregón. Al regresar me contacté con unos músicos chilangos y nos fuimos a Tijuana, actuamos en el Fiesta Americana. Después regresé de nuevo a mi ciudad, me contacté con mi amigo, Mele Rangel, que en gloria esté, y Pedro Álvarez, me invitaron a este antro, mi querido Guayabo; donde tengo ya 18 años disfrutando este ambiente, muchos amigos, y mis músicos Arturo Cerecer, en la batería, Jaime Flores Leyva, los teclados, Alberto Vega Rivas, guitarra y Diego Gochy, la trompeta.

Nos llegó una segunda ronda de Pancho Villa, quien además pidió a nuestro artista le cantara Dios no lo quiera y Corazonada (de Negrumo). A las nueve de la noche el lugar estaba lleno, entre damas y ambiente de charla, libaciones, sonrisas y palabras cordiales. Esta vez, el agasajo duró hasta casi la media noche. O sea, hastaquenoscorrieron. ¡Hip!

 

leonidasalfaronedolla.com

 

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