Recibe Villoro premio Ramón López Velarde

JEREZ, Zac., (apro).- Somos la tribu y el país de Ramón López Velarde, quien representó de tantas maneras lo que sentimos los mexicanos, más allá de los nacionalismos y sus ideologías; ninguna obra poética como la de López Velarde ha logrado transmitir esa sensación de pertenencia, dijo aquí el escritor Juan Villoro, en la ceremonia en que recibió el Premio Iberoamericano que lleva el nombre del bardo jerezano.
“Hay ciertas palabras, ciertos sabores que nos hacen sentir lo que somos en un mismo lugar. (López Velarde) nos deja en muchos de sus versos esta evocación casi juguetona de lo que somos…esta vuelta al origen. Quizás la patria, el terruño, es el único sitio al que podemos regresar”,
En ocasión de las XIX Jornadas lopezvelardeanas (en el aniversario 128 de su natalicio y los 95 años de su fallecimiento), este viernes a Villoro le fue entregado el premio, según sus propias palabras, por divulgar la obra del poeta jerezano, “por admirarlo”.
“La admiración es gratuita; uno la ejerce por placer, por gusto, y ahora la extrema generosidad de los zacatecanos hace que esta admiración que he tenido durante tantos años por López Velarde reciba esta gran recompensa que jamás sospeché tener”, fueron sus primeras palabras, luego de recibir la distinción de manos del gobernador Miguel Alonso Reyes.
Habló de sus vínculos y “relaciones siempre decisivas” con Zacatecas, a donde se acercó por primera vez cuando era un quinceañero que se inscribió en el taller del escritor ecuatoriano exiliado en México Miguel Donoso, que impartía talleres literarios para jóvenes y los ejerció en Aguascalientes, San Luis Potosí y Zacatecas, “curiosamente, el mismo triángulo de ciudades por donde tanto viajó nuestro poeta Ramón López Velarde”.
Villoro guarda en esta entidad entrañables amistades con escritores como Alberto Huerta y José de Jesús Sampedro y la admiración por artista como Manuel Felguérez, a quien dedicó una especial mención:
“No es casual que en un paisaje de cielo cruel y tierra colorada, como lo llamó López Velarde, haya grandes artistas plásticos. Mi vida sería mucho más pobre si yo no hubiera podido frecuentar la obra de artistas como Manuel Felguérez. Cada vez que veo un crepúsculo encendido pienso en los lienzos de Felguérez y en lo mucho que el arte nos permite ver la naturaleza de otro modo. Quizás sin la presencia de pintores como Manuel Felguérez, no entenderíamos la grandeza de los colores en el cielo, gracias a ellos podemos pensar que también la naturaleza pinta y esculpe”.
Por supuesto, destacó Villoro, a nivel de lectura, su relación más importante ha sido López Velarde, “que en 33 años de vida y 10 de ejecutoria poética dejó 5 libros inagotables para nosotros”.
Dio la razón Hugo Gutiérrez Vega por llamar a López Velarde el padre soltero de la poesía mexicana, así como a Octavio Paz, quien lo llamó el fundador de nuestra modernidad poética. “No tuvo hijos, pero su vasta descendencia somos los lectores quienes lo hemos seguido a través de los años”.
La poesía del bardo se reinventa a medida que la leemos, como clásico que es, porque vive no de forma exclusiva por el mensaje intrínseco de su obra, sino por la capacidad que tienen los lectores de renovar ese mensaje, por lo que estar ante la obra del jerezano es situarnos “frente un legado que no deja de conmovernos”.
Una cualidad lopezvelardeana exaltada por Villoro en este discurso pronunciado en el Teatro Hinojosa de esta ciudad, es “la combinación extraordinaria entre la lengua popular de México y el fogonazo de la intención poética; la combinación entre lo popular y lo culto; del habla llana que tenemos todos y al mismo tiempo la intención poética. De ese maridaje está hecha la poesía de Ramón López Velarde”.
No fue gratuito que a Jorge Luis Borges el poema Suave patria le haya impresionado profundamente y se lo haya aprendido de memoria. “Le sorprendió que alguien pudiera referirse a su país de una manera casi doméstica, como si la patria estuviera en la cocina de la abuela”.
En otra parte de su elocución, el autor de “El testigo” narró el origen anecdotario familiar por el que convirtió a López Velarde en personaje de esta novela, relacionado con un romance entre el bardo y una mujer llamada Teresa Toranzo de San Luis Potosí, pariente de Villoro, y un lapso de vida del poeta que no ha sido posible situar por parte de sus biógrafos, después de que dejó su puesto de juez en Venado (San Luis Potosí).
“Según los chismes de la familia, Teresa Toranzo tuvo un tórrido romance con López Velarde…la hipótesis de la familia es que no abandonó su puesto de juez en Venado, como se dijo, porque no le gustaba lanzar a las familias de sus viviendas, sino que se fue porque tenía un romance demasiado complicado con Teresa Toranzo. Esta historia familiar, esta leyenda, me hizo sentir de alguna manera que también la historia del poeta tenía que ver con un ángulo más cercano a mi propia vida y a la de mi familia”.
Con “El Testigo”, Juan Villoro quiso hacer una obra no sólo sobre el poeta, sino “sobre la forma en que es leído, interpretado, malinterpretado, sobre interpretado. De eso está hecho un clásico, permanece siempre como materia viva ante nosotros”.villoro

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