Punto de nostalgia: La tenebra que nos jode

carcel

Fue en la cárcel del Estado, “La grande”, en aquellos años ubicada en la esquina que formaban las calles Justicia y Libertad. No recuerdo, de veras, cómo es que fui a dar a allí, seguro fue por algo baladí, tal vez un pleito de cantina porque fue fin de semana, entré el sábado por la noche; el domingo, en horas de la madrugada, nos despertaron para dar entrada a una “cuerda” con veinte reos. De inmediato aquello se volvió una dinámica intensa: gritos y frases por los encuentros inesperados, y jaloneos para reacomodarnos en aquella crujía que de pronto se volvió insuficiente, incómoda.

Mi Lión, ¿usted aquí? ¿Por qué lo enjaularon?

—Un pleito con un bato,  se quiso pasar de listo con mi morra y lo desconté de un botellazo.

—Y usted, mi Gato ¿Qué ondas?

—Mi Lión, voy pa’ las Islas Marías. Sí supo que les di pa´abajo a dos polis, ¿no? Ya me traían de bajada con las extorsiones.

—Sí, pero eso fue hace ya…

—Tres años, pero la sentencia me llegó de 40, el pinche juez me puso en la lista roja, la de reos peligrosos, por eso voy pa´ allá. ¿Trais cigarros?

Saqué mis Delicados le extendí uno, les di fuego y ambos empezamos a fumar. El Gato me miró con sus ojos de felino, su rostro estaba nostálgico.

–Mi Lión, ¿cómo está la familia?

Me sorprendió la pregunta, pero contesté: Bien mi Gato, todos bien.

—Tú y tus carnales siempre han sido bien chambiadores. Siempre les tuve ley por eso.

—Gracias, mi Gato. Contesté un poco turbado.

—No se agüite mi Lión. Se lo digo en serio y en buena onda. En cambio yo, ya ve. Mi jefa en el congal. Mi padre, nunca supe quien fue… pero así es la vida. Mientras ustedes iban a la escuela, yo taloneaba dando bola pa´ conseguir el taco. Así crecí; a los 12 ya andaba de zorrero, metiéndome a cantones en compañía de batos más gandallas que yo. A los 15 ya era bajador, y en esas, a los 20 me descabeché al primero, un puto que me quiso dar baje con mi parte de un jale. Pa’ aguantar esos ambientes es obligado entrarle a la dragona, empecé con la mostaza, luego las pastillas, la cocodrila, hasta llegar a la chiva. Esa fue mi escuela, siempre con batos cabrones, batos de onda gruesa con los que me fui hundiendo cada vez más en la mierda. Por eso mi Lión, yo le aconsejo que se amarre una morra, haga vida con ella y aléjese del desmadre. No se deje envolver porque la tenebra que nos jode; lo puede aplastar.

—¿A qué tenebra se refiere, mi Gato?

—¿Cómo a cuál? Pues a la que tienen armada los putos gobernantes; nos chingan si nos portamos mal, pero también si nos portamos bien. Ellos nomás pa´ su santo rezan.

El Gato dio un último jalón al cigarrillo, tiró la bacha y la aplastó. En su espeso mostacho el humo se detenía para escapar sereno. Me miró con su gatuna mirada, con timidez bajé la viste y dije: Tendré presente su consejo, mi Gato.

Ambos nos quedamos en silencio y sin mediar palabra nos tendimos sobre unos cartones. Un minuto después, escuché su ronquido. Yo intentaba dormir cerrando los ojos, pero en el caleidoscopio de la negrura aparecían deformaciones que no me lo permitieron. Las voces me llegaron claritas, era dos hombres tendidos a metro y cacho hacia mi derecha, uno era largo como una garrocha, de su cara resaltaba una nariz larga y ganchuda, su voz era rasposa, el otro de prominente panza y voz chillona; acento serrano.

—Tú que dices Justino, ¿hice bien o hice mal? La solfia la habíamos sembrado entre los tres. Casiano y Prajedes estuvieron de acuerdo en todo, dénde un prencipio acordamos que el reparto  sería igual, pero al hora del´hora me quisieron atrasar, y pues eso hizo que la cosa se pusiera color de hormiga, y ni modo. Les vide las intenciones de madrugarme y pues, no hubo más remedio, saqué la 45 y los quemé. Tú vites que asina fue, ¿no?

–Sí, Melquiades, asina fue, ya te´loído muchas veces.

—Lo que pasa Justino, es que no consigo sosiego. No me importa haberlos matado, ellos quisieron hacer lo mismo conmigo. Lo que me tiene amuinado, es que va ser de mi vieja y los plebes. Me echaron 30 años, yo no voy a regresar de las Islas Marías, toy viejo, y por lo sabido, las leyes de allá son duras y pues…

—Tienes razón Melquiades en estar acongojado. Si de algo te sirve, en cuanto salga me retacho y me hago cargo, yo estaré allá a lo más cinco años.

—Justino, eres amigo de ley, te estaré siempre agradecido.

Justo en ese momento: ¡Levanten la cuerda! ¡Arriba todo mundo! Los gritos fueron de dos celadores que apuntaban con sendos cuernos AK47. Un tercero abrió la reja de acero y gritó: ¡Uno por uno! ¡Van a salir los de la cuerda! Y así fueron abandonando “La preventiva”, al salir les rodeaban la cintura con una soga, —la cuerda—, iban formando una fila que empezó a salir a la calle para subir a un camión militar.

Lo trágico de esta vieja historia, es que  confirma la eterna y  caótica diferencia social que vivimos en este país donde por causa de unos cuantos que han impuesto la corrupción, la impunidad y la injusticia, tienen frenada y temerosa a  nuestra nación.

Entre más pasa el tiempo y  las autoridades no aclaran el asesinato de Javier Valdés Cárdenas, más se esclarecen las especulaciones del pópulo.

*Leónidas Alfaro Bedolla, escritor de la novela Golpe a golpe.

 

 

 

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