El paso de Marisol Padilla Sánchez por el cine se ha caracterizado por una íntima relación con la vanguardia. Sus ojos color miel, tan llenos de cielo sinaloense como de sol y de chanates, la llevarían de pequeña, cuando apenas acariciaba los doce años, a representar un pequeño papel en Dunas, de David Lynch, el célebre realizador de El Hombre Elefante. Años más tarde Curtis Hanson la tomaría en cuenta para representar a Izabel, una joven chicana que es violada por una pandilla de negros en una escena tras la que aflora el meollo de la trama de L.A. Confidencial, película que fuera nominada para nueve Óscares de la Academia y en la que alterna con figurones como Kevin Spacey, Danny DeVito y Kim Bassinger. También estuvo en Traffic, de Steven Soderbergh, en el papel de Ana Sánchez, otra película con varias nominaciones al Oscar. El director alemán Wim Wenders, un clásico del cine contemporáneo por películas como El Miedo del Portero ante el Penalty (1971), La Letra Escarlata (1972), París Tejas (1984) y Hasta el Fin del Mundo (1991), le otorgaría un papel protagónico en El fin de la violencia (1997).
No obstante esta trayectoria en el llamado “cine de culto”, Marisol no ha apartado de su memoria aquellos días en que era una niña relajienta que corría chamagosa, con sus seis años de fresca vida, por las calles enrevesadas, polvorientas y calurosas del Rosario, tras los carromatos de los gitanos, que traían entre sus atracciones una maravilla que premonitoriamente le vetaban sus familiares.
Texto editado del libro Mira esa gente sola, capítulo “Entre gitanos, chanates, sol y sueños. Marisol Padilla Sánchez: el paso de una rosarense en el gran cine”.
