Mariguana, legalizar contra la barbarie       

 

In this Dec. 27, 2013 photo, employee Lara Herzog trims away leaves from pot plants, harvesting the plant's buds to be packaged and sold at Medicine Man marijuana dispensary, which is to open as a recreational retail outlet at the start of 2014, in Denver. Colorado is making final preparations for marijuana sales to begin Jan. 1, a day some are calling "Green Wednesday." (AP Photo/Brennan Linsley)

 

 

 

www.marijuana.com, este portal se anuncia en espectaculares de diversas ciudades del Estado de California en los Estados Unidos.

 

En mi reciente visita a la ciudad de San Francisco CA, después de mi acostumbrado paseo por el Golden Gate, visité algunos de los más famosos museos: Arte moderno, arte contemporáneo, Legión de honor, y no podía faltar a ver las figuras de cera y admirar a mis preferidos: Elvis Presley y Marilyn Monrroe. Me seguí con un paseo en un pequeño Ferry por la bahía para mirar de cerca el legendario penal de Alcatraz. Como la tarde estaba fresca, eché a caminar rumbo al Comercial Center, crucé el Barrio Chino y llegué a la calle de los Ristorantes Italianos. Tomé asiento en una mesita de esas que están bajo los paraguas en plena banqueta.

—Bona será, signore.

—Buenas tardes, Patricio, contesté –leí su nombre en el gafete.

—¿Españolo?

—No. Mexicano.

—Bienvenido señor. ¿Qué apetece el señor?

—Una rebanada de pizza y una copa de tinto, que sea de la casa, por favor.

El lugar estaba solo, eran las 6:30 de la tarde, hora en que ya ha pasado la comida. Al servirme el mesero, estimando su simpatía, aproveché para hacerle aquella pregunta, lo hice señalando el gran anuncio incrustado en una pared que hacia esquina: Patricio. Veo que ese anuncio (www.marijuna.com) tiene un correo y un teléfono 01800, ¿si llamo me pueden llevar marihuana a mi hotel?

—¿Tiene carnet de medical?

—No.

—Si es usted residente lo puede conseguir.

—No lo soy.

—Como turista también lo puede obtener. Lo único que tiene que hacer es visitar a un médico autorizado. Argumente, por ejemplo, que sufre dolores de espalda que no lo dejan dormir. El doctor le hará unas breves preguntas, le pedirá que llene una forma que es sumamente sencilla, y listo.

—De veras, ¿crees que me pueden dar un carnet?

—Sí. Mire. Esta la conseguí con la facilidad que le expliqué. Soy residente, pero no emigrado. Eso no importa, lo que sí importa es que pague; el trámite cuesta alrededor de 150 dólares. Con el carnet no tendrá  que comprar la yerba a través de alguien.

Pude observar aquella Identificación: “Card: State de California. Medical Marijuana identificación Card. Pacient: Patricio Piamonte Malatesta. ID# 0718 3196 3551 017 To verify—verify—greenlifemedical.com (761) 855 3149 Date of expirition: 10/30/17 San Francisco. EASY Clinic.

—¿Existen vendedores clandestinos de yerba?

—No. Gracias a este sistema ya no hay narcotraficantes que te vengan a molestar con su prepotencia, ni puchadores enfadosos, y también casi no tenemos asaltos. Toda esa gentuza desapareció —terminó diciendo Patricio con una sonrisa. ¿Más vino, señor?

Para bajar la pesadez, de nuevo eché a caminar, llegué a la Catedral de Santa María, una joya barroca de lo más hermosa, estuve admirando el parque de la Yerba buena, y cerca de ahí tome un tranvía, sí, una clásica autovía eléctrica. Subió por una empinada calle, y en lo más alto bajé. El lugar que me tocó en suerte fue el Barrio de las casas Victorianas; pude admirar la belleza y la rica arquitectura de un pasado de ensueño que está ahí presente, en aquellas fachadas que inspiran los ánimos de una cultura que refleja el talento y el buen gusto de quienes saben, de la trágica levedad del ser.

Envuelto en cálida añoranza crucé un jardín de ensueño, Lombard Street, es una calle con una inclinación de 45 grados y en zig—zag; obliga a descender con precaución, sea en auto o a pie. La variedad de flores es maravillosa.

Volví a subir en otra autovía, imaginé que era el actor de una de esas series de acción. Viajé en la cola admirando el trajín, y alrededor de las 20:25 horas miré un ocaso enternecedor. Y cuando menos lo pensé, ya estaba en el embarcadero, en el PIER 39, ahí está un refugio de lobos marinos y el museo de la segunda Guerra mundial, me atrajeron un destroyer y un submarino con sus torpedos.

La melodía de un saxo atrajo mis sentidos. Tomé asiento en una banca y mirando hacia la bahía mientras escuchaba “My way”, me pregunté: ¿Podrá algún día ocurrir algo parecido en México? Me refiero a la legalización de las drogas. Al respecto, no es la primera vez que expongo que una de las formas de atenuar, al menos, la bárbara “guerra del narcotráfico”, es la legalización. Mi propuesta incluye a gobiernos, mercaderes de la droga y sociedad. Convencido estoy de que la única forma de realizar un proyecto que permita aplacar la bestial anarquía que ahora nos mantiene aterrorizados, es que el gobierno Federal, con el respaldo de los gobiernos estatales y municipales, se decidan a organizar a los sembradores de marihuana y amapola (adormidera), para que siembren e industrialicen las sustancias de esas yerbas y las comercialicen en los laboratorios productores de medicinas; y con la riqueza que esto genere, se desarrollen poblaciones en los lugares de siembra (zonas serranas), se les dote de viviendas y servicios, pero también de escuelas, hospitales y parques que también pudieran ser turísticos. Mi insistencia de esta exposición obedece a que en otros lugares del mundo ya está en funciones.

Los gobernantes inteligentes, esos que sí entienden de la buena política y quieren a México, y los narcotraficantes conscientes que también sienten algo por su tierra y su gente, tienen la palabra.

Pasan los días, ya forman meses, y las autoridades no han informado nada sobre el esclarecimiento del asesinato de nuestro amigo Javier Valdez Cárdenas, esto es un agravio que irrita y nos impulsa a mantener vivas las protestas: ¡Justicia para Javier!

 

*Leónidas Alfaro Bedolla es autor de la novela Por amor a Feliciana.

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