Seguro es que algunos se preguntarán: ¿Un cambio, para qué? Porque la mayoría de los sinaloenses ni siquiera tienen esa pregunta. Que nos gobierne tal o cual, es la misma, aceptan. Pero muchos más nos preguntamos: ¿seguiremos con este Estado tan caótico? ¿Podremos seguir aguantando tanta lacra? Y salta otra pregunta que resulta irritante: ¿qué opina de Sinaloa la gente de otra parte? Para los que viajamos, aunque sea un poco, nos damos cuenta de cómo nos ven en otros lados. Y por desgracia, en la mayoría de otros lugares la imagen e impresión de nosotros es negativa. La causa principal es la violencia imperante desde siempre.
Yo ya cumplí las siete décadas y recuerdo, desde muy pequeño, a un Sinaloa violento. Empiezo por decir que cuando tenía cuatro años, en las calles de mi colonia La Mazatlán (hoy Benito Juárez), continuamente había pleitos entre pandillas, en algunas ocasiones con piedras, arma blanca, pistolas y hasta rifles.
Estando en tercer año de primaria, en la Escuela Federal Tipo “Gral. Manuel Ávila Camacho (La Tipo), una tarde nos alarmó la violenta llegada de unos maleantes, entraron echando bala, tras de ellos iban judiciales y policías también disparando sus armas. No recuerdo cuantos muertos hubo, pero si los hubo.
Por la ventana pude ver al señor que vendía paletas heladas, de pronto pegó un grito, al momento un chorro de meados le brotó de la vejiga y cayó. Fue un tremendo impacto para mí y tres más de mis compañeros que también lo vieron; aquel hombre fue al único que vi caer porque la maestra nos bajó a jalones y gritos desesperados.
Después de este sainete me ha tocado ver muchos más, pero el más violento fue el que provocó la muerte de Lamberto Quintero cuando lo llevaban a sepultar. Por la calle Francisco Villa y el bulevar Leyva Solano, entre las avenidas Guerrero y Andrade, las bandas de Los Quintero y los Beltrán dejaron más de 20 muertos, esta vez vi caer a varios, y también cómo eran levantados algunos y subidos a las camionetas.
Esta violencia se ha quedado para siempre. Lo confirman más de 200 mil muertos registrados en las últimas dos décadas a nivel nacional, amén de las decenas de miles de desaparecidos, mutilados y muertos por causa del consumo de enervantes y sus consecuente violencia.
En todo esto, por desgracia, nuestro Estado de Sinaloa es primer protagonista. Los cárteles y los personajes que han encabezado las páginas negras del país y allende las fronteras, así lo confirman. ¿Y los gobernantes que han hecho al respecto? Para nadie es un secreto que han dejado hacer, y en los últimos sexenios, algunos, que no han sido pocos, se han adherido como cómplices.
Esta situación ha sido de sobra comentada, analizada y criticada, pero con todo y eso, nada se ha resuelto. Al contrario, todo parece consolidarse más. A “soto voce” algunos comentan que el negocio de las drogas es muy productivo y que ha servido para dar impulso a Sinaloa y al país.
Con este pretexto, miles son los que aceptan al narco, y como dijo Javier Valdez, lo invitan a su casa y hasta copulan con él.
Donald Trump, el próximo presidente gringo, en su campaña señaló a los mexicanos como la raza más pobre en calidad humana, los tildó de maleantes que se dedican al narcotráfico, asesinos y violadores. Esa definición hacia los mexicanos carece de seriedad, pero no deja de ser dañina, sobre todo para la imagen del mexicano honesto, que por fortuna son los más.
Por lo antes aquí expresado, creo que el gobierno mexicano debe considerar hacer algo para contrarrestar esta situación. Deben estimar en hacer una campaña que permita cambiar esa “mala imagen”.
En cuanto al Gobierno de Sinaloa, ahora que empezará un nuevo gobernante, sin duda es una muy buena oportunidad para él y sus colaboradores, ojalá intenten desde un principio, hacer algo que favorezca a la imagen de nuestro Estado.
Se sugiere una gran convocatoria en la que se debe incluir a todas las voces y fuerzas que puedan aportar algo a ese fin. ¿Qué puntos se deben tomar en cuenta? Son varios. Pero bastaría con que los políticos, funcionarios y empresarios que les acompañan, dejen de ser corruptos, y no nada más eso, sino también establecer un estado de justicia que elimine la impunidad y los abusos.
Otro punto sería apuntalar con más recursos y decisión, el fortalecimiento de las actividades culturales. Este importante apartamento, básico para el desarrollo del ser humano, siempre ha sido menospreciado, en especial por los políticos, tal parece que les aterra que la agente aprenda a pensar. Pero para desgracia nuestra, las señales recibidas de quien está iniciando el nuevo período gubernamental no son buenas, porque cuando empezó su campaña para ocupar el puesto, declaró que no ejercerían “la cacería de brujas”, esto, en clara alusión a que si los funcionarios salientes: gobernador, presidentes municipales, diputados y demás, resultaran con fortunas claramente explicables como producto de manejos oscuros, no se les molestaría y mucho menos se les castigaría.
La otra señal es la aprobación de la impune elevación al 100 por ciento del impuesto a nóminas, que aunque fue aprobada en fecha del mandato anterior, sí participaron los diputados que avalan al mando actual.
Esto languidece las esperanzas de cambio. Pero la esperanza verdadera, eres tú ciudadano, tú que hasta ahora has permanecido insensible ante el caótico estado de cosas, ya es hora de que te sacudas ese temor de enfrentarte a los gobernantes.
Tal parece que no entiendes que al darles el voto, el que manda eres tú, ellos están al servicio del pueblo, y el pueblo eres tú. Si ellos han implementado el estado de corrupción e impunidad, es en parte culpa nuestra, porque los hemos dejado hacer lo que sólo a ellos les conviene. Tu participación es lo único que puede hacer el cambio. Deseo que este año 2017 sea el año del cambio. El tuyo, el mío, el de todos. Unamos ideas y fuerzas.
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