Gustavo Estrada Burgoín y la radio en Culiacán

 
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Nací en Santa Catarina, delegación de la cabecera municipal de San José del Cabo, BCS, en 1936. Mi padre fue un poderoso hombre de empresa que por desgracia murió en un accidente automovilístico, fue un mes antes de que yo naciera, es por esa razón que mi abuelo materno me registró con su apellido: Estrada, y el de mi madre es Burgoín. En el año de 1942, en compañía de mamá, en medio de una tormenta, cruzamos el Golfo de Cortés para establecernos en la ciudad de Los Mochis, y en 1946 nos mudamos a Culiacán. Desde entonces, he visto la transformación de ésta, que con orgullo puedo decir: mi ciudad. Soy testigo de ella, siendo una ciudad colonial, aspecto que ha ido cambiando, aunque por fortuna todavía queda un sector que está siendo cuidado. Otros sectores están creciendo con el modernismo actual, con sus grandes edificios de aluminio y cristal; eso es símbolo de progreso.
—¿Cómo es que te inicias en la radio?
—En la década de los 50, por la calle Nicaragua, hoy Constitución, había un cine propiedad de la familia Medrano. Anunciaban con una bocina el programa de las películas, en una ocasión el jefe de aquella familia me pidió probara con el micrófono. Lo hice y me gustó. Creo que en ese momento me entró el gusanito por esto de la Radio. Me gradué de economista en el Instituto Politécnico Nacional. Participé en teatro experimental con doña Socorro Astol, quien con su esposo, don Manuel Sánchez Navarro, impartían cursos en un teatro ubicado en Escobedo y Paliza. En la emisora XECQ, que estaba en la siguiente esquina, en la calle Miguel Hidalgo, me entretenía mirando tras los cristales a los locutores cómo manejaban los controles de las consola y también sus gestos ante el micrófono; eso me atrajo. La estación de radio era  dirigida por don Carlos García Rivera.
“En el año de 1955, en un aniversario de la radio, tuve oportunidad de participar en el montaje de pequeñas obras teatrales para la radio, los efectos de sonidos los hacíamos con platos, vasos papel, envases de vidrio, cartón, y latas; aquello me gustó. En una de aquellas obras de apenas 15 minutos, mis compañeros fueron Ramón Almeida, Clark Rea, Marcia Guerrero, Kety Sánchez, Chita Penné. Montamos Cuidado con las arañas de nuestro compañero Joaquín Noris. Imitábamos voces de rancheritos, gallegos, norteños. Don Carlos se interesó por una voz, y le preguntó a doña Socorro de quién era. Es de aquél joven, dijo Socorro, señalándome. Se llama Carlos Estrada. En ese momento, el señor García me contrató por diez minutos. A los dos meses ya tenía contrato por dos horas. Meses después tuve mi primera incursión importante en un festival que organizaron con motivo de aniversario de la Radio, invitaron al poeta y cantautor Agustín Lara, a Linda Arce y Chucho Martínez Gil; todos estrellas de estatura internacional. El 20 de noviembre de 1957, don Roberto Pérez Alvarado lanzó al aire la XEWS. Empecé con ellos y, con ellos me quedé ¡durante 55 años!”
—¿A quiénes reconoces como profesionales de la radio, de los que hayas aprendido?
—Tuve la suerte de alternar y conocer de cerca a verdaderos maestros, hombres respetuosos que supieron darle valor a su oficio: Víctor Rubén Zarate Urbina, Carlos Corrales, José Sánchez, Alfonso y Héctor L. Paliza, de todos ellos aprendí, pero el que más me enseñó fue don Héctor Manuel Ramírez Serrano, un hombre con un caudal de experiencia y estupenda voz y estilo. Siempre admiré a don José Ángel Espinosa Ferrusquilla, el hombre de las mil voces, cantante, autor y actor nuestro.  Don Roberto G. Tamayo, tenía su frase: Tratando a los animales, somos gente, Roberto Buenrostro. Contemporáneos con los que alterné y también les aprendí: Jaime Aguirre de los Ríos, una de las mejores voces; José Peña Torres, don Agustín de Valdés, Salvador Echegaray, Guillermo Macedo,  Fausto Rubén Sotelo, Humberto Astorga Almanza, quien siendo maestro de inglés tiene cualidades extraordinarias, y otros que de momento se me escapan.
—¿Y del género femenino?
Tuvimos una supervisora en la XEWS que nos exigía de forma muy severa, no dejaba pasar el más mínimo error: María Angelina Viedas, mujer talentosa y muy dinámica. Ella, si tenías talento, te lo decía, pero también te corregía. Y es que en aquellos tiempos, para ser locutor, el dueño de la estación te daba oportunidad de participar como aspirante. Si tenías cualidades, te mandaba a la Ciudad de México a que presentaras examen ante la Asociación Mexicana de la Radio, supervisada por la Secretaría de Educación Pública. Debías ir muy bien preparado porque era escrito y oral ante sinodales. En 1956 fui junto con mis compañeros Fausto Rubén Sotelo  y Ramón Almeida; los tres aprobamos. Mi licencia es la No. 4105, me la entregó el señor Eugenio Méndez Docurro, director de la institución.
Los empresarios nos apreciaban, pero no nos pagaban lo que realmente merecíamos; hubo algunos que nos llegaron a pagar con vales, eso me pareció denigrante; las prestaciones eran mínimas, no se respetaban las tarifas y con cualquier pretexto te corrían. Fue por eso que decidimos la creación del sindicato. En el año 1957, un grupo de compañeros nos hicimos el propósito de fundarlo, a los que más recuerdo son Víctor Manuel Zárate Urbina, Héctor Manuel Martínez Serrano y José Reyes Salazar el Gato. En esas luchas fui nombrado en varias ocasiones, creo que ocho veces: secretario de Organización, también fui director de Educación Obrera, adherido a la Confederación de Trabajadores de México (CTM), secretario de Estadística y Regidor municipal de 1978—80.
Fue una época muy dinámica, sufrida, pero sobre todo, muy apasionante. En la radio he vivido los mejores años de mi vida, y aún tengo el entusiasmo para vivir algunos años más, y los quiero vivir en la radio; es mi vida.
Gustavo Estrada Burgoín, un valor con mucha experiencia que merece respeto y reconocimiento.
leonidasalfarobedolla.com

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