El estilo armónico de Culiacán

 

Entre la arquitectura colonial y la modernidad

 

 

Culiacán, ciudad moderna y antigua. Para los habitantes que hemos tenido la fortuna de vivir en esta ciudad desde mediados del siglo XX, al visitar el llamado “Centro Histórico”, nos estruja el alma ver como muchos de los edificios antiguos, gracias a la estulticia y las ambiciones lucrativas, han sido destruidos; a unos cuantos, como burla, les han dejado la fachada para convertirlos en estacionamientos; grotesca denostación a la historia y la cultura. Sin embargo, la ciudad sigue teniendo su encanto. El malecón del río Tamazula nos permite contemplar una rivera arbolada donde se puede pasear a pie, en bicicleta, incluso, en lancha sobre la corriente del río. Hermosos edificios y puentes, tanto vehiculares como peatonales, conforman un paisaje espléndido completado por lo verde abundante. La intensidad de los paseantes y el dinamismo que generan las tiendas y hoteles del lugar, animan a integrarse para el disfrute familiar.

La anchurosa avenida Álvaro Obregón, nos conduce a gran velocidad para darnos un paseo en auto, moto, a pie, y ser testigos de la belleza urbana de una ciudad pujante y estrujante por el conglomerado que la invade de manera ininterrumpida desde el puente Hidalgo hasta La Lomita.

Hemos de hacer un alto forzoso en la plaza Álvaro Obregón que contempla la Catedral de nuestra Señora del Rosario, disfrutar de un raspado o nieve y visitar los puestos de los libreros de viejo. Por cierto, estos negocios existen gracias a la valentía y tesón de sus propietarios, pues en varias ocasiones se han enfrentado a las autoridades municipales que han intentado desalojarlos, por fortuna, la cordura se ha impuesto, señal que leer tiene su premio.

En esos puestos, si tú, amigo lector, eres un enfermo de libritis, ahí puedes encontrar cura a tus ansias lectoras; existen cápsulas añejas que pueden atrapar tu imaginación, en lo personal, he llevado a mi rala biblioteca: un original de la Colección Letras Cubanas: El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier editado en 1967. Del signo Capricornio de Barcelona —1969— un Fausto de Goethe, y un Pickwick de Charles Dickens. Joyas apreciadas  porque como dijera Víctor Hugo: “La verdadera luz, sale de los libros auténticos, iluminando el camino de la felicidad”.

Culiacán está contemplada como una de las capitales agrícolas más importantes de México, la industria alimenticia es de las más dinámicas y exitosas; el logro de su crecimiento se debe en gran medida a ese importante rubro. Un recorrido en auto nos llevaría varias horas para contemplar la gran cantidad de fraccionamientos, complejos habitacionales y “plazas” comerciales que día a día se extienden por los cuatro puntos cardinales.

La ciudad se ha convertido en una urbe que ha integrado poblaciones aledañas: El barrio, Lomas de Rodriguera, Bacurimí, Campo El diez, El ranchito, Aguaruto, Bellavista, entre otros; las estadística de INEGI la registra con casi el millón de habitantes. Hemos de reconocer que tal crecimiento cobra caros intereses, uno de los más sufridos es el tráfico vehicular y las inundaciones. Por más que se esfuercen las autoridades en intentar su solución, les resulta imposible lograrlo, prueba de ello es la construcción de puentes, túneles y pasos a desnivel, que no han logrado la solución, tal obedece a que no existe la cultura de la planificación futura en nuestro país, esto por un lado, y el otro, porque la corrupción que impera en constructores sin escrúpulos y funcionarios corruptos, edifican en zonas de ríos. Aquí primero nacen los asentamientos habitacionales, y después, mucho después, las soluciones urbanas que se van dando a paso de tortuga, mientras el crecimiento desbocado sigue a paso de ganso, provocando altos costos y calamidades eternas. Y así vamos, avanzando en esta ciudad que aguanta y soporta, gracias a la generosidad de su gente que está acostumbrada al sufrimiento. ¿Sí o no?

Regreso a la plaza Álvaro Obregón, me detengo en una carpa auspiciada permanentemente por Los Libreros de Viejo, allí presentan exposiciones artísticas, conferencias; esta vez escucho una interesante ponencia del pintor y escultor Luis González. Atravieso la avenida Ruperto L. Paliza para entrar al restaurante Los Portales, ocupa uno de aquellos viejos edificios que en los años 50 todavía formaba parte de ese gran cuadro de mansiones y sedes oficiales que en aquellos tiempos, dieron fama a la ciudad como una de las más modernas. En la decoración del restaurante podrás observar fotografías originales que muestran aquellas joyas, también una de los dos primeros puentes sobre el río Tamazula, el Cañedo con sus bellos arcos que se llevó la corrupción y no la corrosión, hoy se llama Hidalgo, y el legendario “Puente negro” que todavía luce sus arcos.

Visitar Los Portales reconforta, no nada más por el rico menú que ahí se puede disfrutar, sino también porque te encuentras con una variedad de parroquianos, entre los que destacan los del “inventario”, o sea esos que siempre están allí, con sus interminables discursos que describen la destrucción y reconstrucción del mundo. Es también un foro donde a diario se dan cita empresarios, políticos, o pretensos, en busca de un posible escaño, grupos de luchadores sociales que arman ruedas de prensa para expresar el reclamo. Pero lo que más te puede complacer, es encontrarte con personajes del arte y la cultura. Cuando menos lo esperas, se te aparece un artista: escritores de todos los géneros, abundan mucho más que los lectores (gulp), pintores, escultores, actores de teatro, cine y televisión; también lectores de tarot y hermosas mujeres.

En este país, cada día que pasa nos oscurece más la falta de justicia, pero se eleva más el desprestigio de los culpables. Los amigos, familiares y millones de ciudadanos del mundo, exigimos: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! Para Javier Valdez Cárdenas y los más de 120 mil asesinados en este sexenio.

*Escritor de las novelas: Tierra blanca, La maldición de Malverde, Por amor a Feliciana. De venta en: Educal, Porrú, Gonvill y librerías México.

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